Reforestar la sierra calcinada en Granada llevará al menos 30 años
∑ Expertos apuntan a la administración su obligación de mantener «vivos» los bosques
Muchos de los vecinos de Los Guájares, en Granada, los más ancianos y que desgraciadamente son la mayoría, nunca llegarán a ver con el mismo verde las más de 5.000 hectáreas calcinadas la semana pasada. 30 años es la cifra estándar que manejan los expertos para reforestar un territorio como el de esta sierra tras el peor incendio en la provincia este siglo. La moraleja es clara tanto por parte desde los vecinos como de los técnicos: «La administración no puede permitir esto».
La última es una frase de José Gómez Zotano, profesor del Departamento de Análisis Geográfico Regional y Geografía Física de la Universidad de Granada. Zotano, que ya investigó otra tragedia forestal como la de Sierra Bermeja en Málaga. A preguntas de ABC, más allá de la reforestación, insiste en cómo se ha llegado a este punto: «Hay cuestiones que aunque no sean rentables económicamente, estamos obligados a hacer y a mantener, y una de ellas es la salud de nuestros montes. El abandono está generalizado y no es solo cosa de Los Guájares, está ocurriendo en todo el país», denuncia el investigador.
La cuenta es desoladora. Lo que ardió en una semana se tardará al menos tres décadas en recuperar. «No es optimismo ni pesimismo, son datos. Todo depende de la masa forestal previa. En Los Guájares se han quemado fundamentalmente pinos y encinas. Aunque llevará tiempo, acabará por regenerarse. Pero hay otros cultivos como el almendro o la higuera. Esos, aunque es más complicado que se quemen, una vez lo han hecho es muy difícil que vuelvan a estar igual».
La mayor preocupación por parte de los vecinos y agricultores, además del dolor de lo quemado, tiene que ver con la posibilidad de recuperar los terrenos. El miedo a la sequía prolongada lleva a pensar a muchos que nada volverá a ser igual. Zotano apunta, con las estadísticas en la mano, a cierta esperanza: «Las sequías no son permanentes, sino cíclicas». No vamos a mantener una sequía de por vida. Llevamos muchos años secos y va tocando agua».
El profesor de la Universidad de Granada, aun así, manda un aviso a navegantes: «Ahora habrá que ver los análisis, pero lo que sí está claro es que la naturaleza nos pide que la dejemos tranquila».
En el mismo sentido se pronuncia el sector forestal. La idea de «dejar tranquila» a la naturaleza, como apunta el investigador, también tiene que ver con recuperar actividades tradicionales que la mantenían viva. «No es tanto una cuestión de tener más helicópteros o meter a los negligentes en prisión como de favorecer la actividad económica ligada al bosque. Siempre habrá negligencias, accidentes o rayos» explica Enrique Urbano, miembro destacado de la Asociación Forestal Andaluza.
Tras la tragedia de Los Guájares, insisten desde la AFA, «no es el momento de los reproches, sino de la acción conjunta –administración, sociedad y profesionales-, para adoptar cuanto antes decisiones inaplazables para evitar nuevos desastres, especialmente en el actual contexto de cambio climático». Las altas temperaturas y la sequía derivada también tienen que ver con la desaparición de prácticas como la ganadería extensiva, que permitía una dinamismo, grosso modo, anti-incendios. «Es la gota que colma el vaso», denuncia Zotano.
Sin inversión, a pesar de que la naturaleza haga su trabajo y se recuperen los montes por sí solos, no costará mucho que vuelva a arder. «El monte que ha ardido en el sur de la provincia era un desierto humano, es decir, una masa vegetal tupida en la que la intervención del hombre era prácticamente nula, sin las actuaciones selvícolas ni el aprovechamiento económico que hubieran permitido disminuir el impacto del fuego», señalan desde AFA. Las previsiones pasan, afirman los expertos, por incidir en el cumplimiento de los planes forestales y por la concienciación de que el monte también tiene un futuro económico por delante si se apuesta por él. Miles de puestos de trabajo que pasarían también por la repoblación de lugares vaciados como los propios Guájares.
El miedo a la sequía que se espera lleva a muchos de los vecinos de Los Guájares a pensar que nunca más verán su monte verde