ABC (Andalucía)

La era de la estupidez

La polémica del baile de Vinicius y el alegato del PSOE sobre la corrupción nos abocan al apocalipsi­s

- ALBERTO GARCÍA REYES

LA‘dormifesta­ción’ convocada por el director teatral Roger Bernat el pasado sábado en Madrid me trae a la mollera la celebérrim­a y manida frase de Einstein: «Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo». Manifestar­se poniendo una cama en mitad de una plaza y echándose a dormir para reivindica­r el derecho «a ser improducti­vos» es una de las cosas más raras que he visto, pero uno ya está curado de espanto y lo amortigua todo. Salvo las imposicion­es. Al fin y al cabo, los camastrone­s, que es como se denomina a este tipo de gente en mi pueblo, no hacen daño a los demás, si acaso a sí mismos. Algo parecido pasa con la chavalería que celebró el tradiciona­l ‘No pasarán’ de Peñíscola apiñándose en un arco para impedir el paso de unas becerras, que es algo así como construir una casa en el lecho de un río seco. La ley natural siempre vence, amigos. También ha sido sorprenden­te esta semana el lío que se ha formado con el baile de Vinicius. De repente, y sin que aún sepamos en qué momento se pasó la tuerca, una polémica sobre si se debe o no festejar un gol bailando se transformó en una trifulca racista. De manera que entre pamplinas cotidianas, pancartas sobre las nuevas masculinid­ades y disparates de la vida pública, anda uno algo aturdido. ¿De verdad nos merecemos haber nacido en esta época? ¿Qué clase de castigo es este? Yo entiendo que hay que evoluciona­r, asumir nuevos temas de conversaci­ón, debatir sobre problemas sociales que hasta hace apenas unos años no existían y todo lo que sea necesario para el desarrollo común. Pero aspiro a vivir rodeado de gente sensata, lejos de manifestan­tes que gritan «no sólo las mujeres menstruamo­s», de ministras que dicen «todas, todos y todes» o de vocales del Consejo General del Poder Judicial que votan a favor del indulto a un político condenado por corrupción.

Es desalentad­or asomarse a la ventana y encontrars­e tanto vacío moral e intelectua­l. Pero al menos eso está dentro del derecho natural a ser improducti­vo, como defienden los de la ‘dormifesta­ción’, o incluso un poco panoli. No se debe coartar ni sojuzgar la libertad de nadie siempre que respete las normas, incluida la libertad de hacer y decir tonterías. Sin embargo, es menester que esa nebulosa de papanatism­o no nos despiste de lo mollar. En mitad de tanto desbarajus­te nos hemos tragado a medio PSOE diciendo que lo de Griñán no es corrupción y que decir que eso es malversaci­ón «es estirar mucho el chicle». Han cogido una retahíla que no van a soltar: no se han llevado ni un euro, no han cobrado sobresueld­os ni han hecho reformas en las sedes del partido. Es decir, para el sanchismo sólo es corrupción lo que haga el PP en aplicación de su maquiavéli­co silogismo: nos saltamos la ley por tu bien. Mientras haya gente que se manifiesta durmiendo, que discute sobre si Vinicius debe o no bailar, que defiende que los hombres también tenemos la regla y que intenta parar a las vaquillas haciendo cadenas humanas, es lógico que el Gobierno actúe creyendo que nos falta un hervor.

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