La próxima batalla por Limán
En la zona de Jersón las tropas ucranianas siguen presionando hacia el cauce del bajo Dniéper para expulsar (o liquidar) a las rusas desplegadas al oeste de ese río. Aquéllas, hasta ahora, solo han logrado erosionar el frente ruso, especialmente en dirección a Nova Kajovka. Sin embargo, los resultados de la batalla de Járkov, hace casi dos semanas, por la que las tropas ucranianas recuperaron alrededor de 7.000 kilómetros cuadrados, tienen consecuencias operativas importantes. Tal sería el actual intento de avance hacia el este, a caballo de la carretera P0-7, en dirección a Svatove para perforar el límite entre el óblast de Járkov y el de Lugansk. Si ese esfuerzo resultara exitoso, las tropas ucranianas apagarían el brillo ruso de la ocupación de todo ese último óblast, tras la caída del baluarte de SeverodonetskLisichansk.
Ocupado Izium, el siguiente objetivo es Limán (óblast de Donetsk), en poder ruso desde el pasado 27 de mayo. Porque desde esa ciudad, de 27.000 habitantes (el 70% ruso parlantes) se domina, desde el interior, el ángulo que conforman los ríos Donetsk y Oskil (que desemboca en el primero). Así, Limán se configura como glacis de seguridad y flanqueo protector ruso al norte de su perseguida penetración, en curso, desde Siversk hacia Sloviansk-Kramatorsk. Previsiblemente, la batalla por Limán devendrá de singular importancia para el posterior desarrollo de las operaciones. Al mismo tiempo, a 55 kilómetros al sureste de Limán, las tropas rusas continúan su esfuerzo por conquistar Bajmut, encontrándose frenadas a 4 kilómetros al este de esta ciudad.
En relación con la marcha de la guerra, algo inusitado parece suceder en el ‘extranjero próximo’ de Rusia. Es relevante la reciente visita de Nancy Pelosi a Armenia, que es un país miembro de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (Rusia, Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán). Y no menos sobresaliente ha sido la del chino Xi Jinping a Kazajistán, país que busca garantías de seguridad en China. Ambos eventos reflejan una pérdida de influencia y un ‘descontrol’ de Rusia sobre la compleja zona trascaucásica. ¿O es que acaso se podría descartar una implosión rusa y la eclosión de algunas repúblicas islámicas asiáticas con cierta capacidad nuclear?