Talento patrio
El talento es hoy uno de los intangibles más preciados, de los más buscados. Máxime en una época en la que su fuga se ha convertido en la pesadilla de pequeñas y grandes empresas, muy especialmente en el sector turístico. Habitualmente leemos consejos para retenerlo, pero pocas veces somos conscientes de que el talento fluye y se escapa, como el mercurio, entre las manos de quien pretende atraparlo. Hablemos pues de cómo atraerlo, incentivarlo y afianzarlo. En definitiva, de cómo ponerlo en valor y darle el lugar que le corresponde. Somos un país con una creatividad desbordante en muchos y muy diversos ámbitos: desde la gastronomía, el diseño o la arquitectura hasta la investigación o la tecnología. Todos están estrechamente vinculados con la actividad turística y en todos ellos el talento articula una de las claves de la excelencia. De ahí que su presencia sea tan necesaria en cada uno de los eslabones de la cadena de valor. Porque, sin talento, no hay inventiva, ni innovación, ni podremos crear productos o servicios únicos. Y ahí reside la llave del éxito en un mundo cada vez más homogéneo, pero en el que paradójicamente el viajero busca experiencias diferenciales y de alto valor añadido. Es fundamental que, tanto desde el ámbito público como desde el privado, se haga una decidida apuesta por la captación de talento. Para ello la formación continuada, de vanguardia y específica es vital. Detectar sus necesidades en ámbitos estratégicos como, por ejemplo, la digitalización nos asegurará un mayor nivel de competitividad y adaptación en un entorno tan cambiante como el que vivimos. Invertir en el talento de forma transversal en nuestra organización y anclarlo en la cultura corporativa es una importante baza evolutiva. Si como país apostamos por ello quizá entonces, como ocurre con la energía que ni se crea ni se destruye, podamos transformar el talento en orgullo. En orgullo patrio.