ABC (Andalucía)

Octubre, octubre

Al verano hay que enterrarlo. Y no en sagrado

- JESÚS NIETO JURADO

SE va por fin. Oficiosame­nte, sí, pero se va. El peor verano de nuestras vidas. El del monte que arde y el de Yolanda Díaz, placebo Chanel de todas las izquierdas, coronándos­e a sí misma en su nadería: esa a la que, por no poder, ni se le puede dar guerra cultural. El verano de «qué bueno es Pepe», y el clan de la Ceja y lo que queda del clan de Los Gazules, y las almas cándidas del PP, y barrigas agradecida­s firmando la petición de indulto para Pepe Griñán. Seguro que Pepe es una «buenísima persona»: como Junqueras o más. Tan santo y bueno que en él se obrará el milagro del indulto. Un milagro que, como todo en política, tiene más de mamoneo que de pastorcill­as de Fátima que ven la luz.

Creí que no vería cosas veraniegas como a María del Monte ‘estando de peregrina’, cogiendo de la mano a Boris en lo del Orgullo y pasando el cazo a la Pública; o al ‘entrañable’ líder chino tirarle de la orejilla a Putin. El osito Winnie le recomienda al oso zarista, y es que entre tiranos se pasa de la demencia genocida a la necesidad del nirvana del comercio sin solución de continuida­d.

Se va por fin, digo, el verano del presunto desastre de Carlos III de Inglaterra con las plumas y las tintas, el de la pose de Pedro Sánchez como guardabosq­ues con sorpresa ‘kinder’ en los montes de La Culebra. El estío en que nos vetaron a Picasso.

En este Madrid golfante todo está requemado, y el verano escuece con la persistenc­ia de un mechero de gasofa, y hay riñas con muertos y antitaurin­os buscando en redes al mastuerzo ‘revientava­quillas’ para dejarnos sin Morante por decreto.

El verano es mejor olvidarlo, darle una patada y pensar en esto que nos espera: gozar del placer del pobre hasta que haya que volver al edredón de pelo y dormir con vaho, frío, y despertar en esos amaneceres que, como cuenta Bosé en sus memorias, congelan hasta el vaso de leche. El verano como tal no se irá, y lo sabemos. Que lo más probable es que el Día de la Hispanidad, media España se remoje por penúltima vez los pies en Torremolin­os.

Al verano hay que enterrarlo. Y no en sagrado.

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