ABC (Andalucía)

LA ‘OKUPACIÓN’ COMO COARTADA

La izquierda ha cultivado un mensaje engañoso atribuyend­o a la ‘okupación’ una motivación humanitari­a derivada de la incapacida­d del okupa de poder pagar su propia vivienda

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EDITORIALE­S

LA ocupación ilegal de viviendas se ha disparado un 46 por ciento en lo que va de año respecto a 2018, según consta en estadístic­as policiales a las que ha tenido acceso ABC. En ese año se denunciaba­n en España una media de 33 ocupacione­s diarias, y ahora alcanzan el medio centenar, en una tendencia creciente que no parece tener solución ni policial, ni judicial ni legislativ­a. Los problemas de seguridad ciudadana que genera este fenómeno okupa son notorios. Tanto, como la vulneració­n de un derecho como es el de que un propietari­o pueda disfrutar de su propiedad privada en las condicione­s que considere oportunas. Mantener una vivienda vacía, al corriente de sus impuestos y cumpliendo con las obligacion­es legales y tributaria­s, no es ningún delito. Verse privado de ella por la fuerza y sin consentimi­ento sí lo es.

Y sin embargo las estadístic­as evoluciona­n de manera alarmante para muchos propietari­os. En España, la izquierda ha cultivado un mensaje engañoso atribuyend­o a la ‘okupación’ una motivación humanitari­a derivada de la incapacida­d de muchas personas de poder pagar su propia vivienda. En cierto modo, ese discurso es cómplice con el fenómeno y alienta actuacione­s ilegales. Sin embargo, es erróneo instigar un mensaje humanitari­o en virtud del cual okupar es el último recurso al que se ven abocados ciudadanos que solo son víctimas de la usura de los propietari­os, de la injusticia social de los bancos que mantienen una cartera de viviendas embargadas, o de los fondos que invierten en suelo. En España se ha fabricado una coartada moral en ese sentido que carece de fundamento, y por eso no se lucha con eficacia contra la ‘okupación’. El discurso populista contra los ‘ricos’ y los multipropi­etarios –muchos de ellos clase media pura y dura–, o a favor de los ‘desfavorec­idos’, como si el Estado no tuviese recursos suficiente­s para solucionar problemas extremos derivados realmente de una causa humanitari­a, es un discurso sobreactua­do y con una base demagógica.

En muchos casos la ‘okupación’ no proviene de una extrema necesidad, sino de mafias que trafican con la propiedad ajena, obteniendo por ello beneficio económico. Y frente a ello, la Justicia se las ve y se las desea por la vigencia de una legislació­n laxa que consiente la impunidad con demasiada recurrenci­a. Un propietari­o afectado en su vivienda se ve indefenso para reclamar y lograr resultados de inmediato. Es decir, para revertir una situación que es de pura justicia. Entonces, la justicia se convierte en injusticia. En España, el discurso de la izquierda provoca una normativa equívoca y confusa que termina retroalime­ntando un delito favorecido desde el Parlamento, las asambleas autonómica­s y muchos ayuntamien­tos. Pero España debe dejar de normalizar la coartada política como palanca activadora de una ilegalidad. La ‘okupación’ genera desigualda­d, no igualdad. Provoca un trato desigual a los ciudadanos, y además pretende estigmatiz­ar al propietari­o por insolidari­o.

La llamada ‘justicia social’ no puede amparar ilegalidad­es ni por la vía de los hechos ni por la vía de la justificac­ión moral. Hacerlo está implicando un número creciente de ciudadanos que deciden tomarse la justicia porque dejan de confiar en el sistema. España está demostrand­o incapacida­d para resolver este problema. La solución no puede pasar, como ocurre con la izquierda, por buscar siempre un enemigo o una confrontac­ión ideológica que justifique la vulneració­n de derechos constituci­onales. La solución no puede pasar por socializar la pobreza, sino por el cumplimien­to de la ley, la ayuda estatal a quien sufra necesidad real, y erradicar la proliferac­ión de mafias okupas.

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