ABC (Andalucía)

UN ICONO DE LA LUCHA

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Que a las jóvenes iraníes, y también a los jóvenes, no les falta valor ya quedó demostrado cuando en 2009 se arriesgaro­n frente a uno de los regímenes más represores del planeta a dar la cara en una ‘Marea Verde’ (Mowj-e-sabz) en defensa de sus libertades que fue precursora de lo que luego, a partir de 2011, recorrería Túnez, Egipto o Siria, en una sacudida tan ilusionant­e como fallida que dio en llamarse la «Primavera Árabe». Que a las iraníes, y también a los iraníes, no les acompaña la Historia ni la comunidad internacio­nal, lo revela no obstante que aquella protesta se saldó con muertos en las calles –nunca se ha sabido el número real–, ejecucione­s y prisiones perpetuas, que el retrógrado régimen de los ayatolás podría estar, por qué no, replanteán­dose en silencio para aplastar las protestas del velo.

Por si sirve de indicio, que lo es, Teherán empezó el miércoles a restringir el uso de internet en un intento por abortar manifestac­iones, reuniones, encuentros, como ya se hizo en 2009 para tratar de cercenar la primera revuelta, que por algo también se denominó ‘la revolución de Twitter’. Así el mundo no puede conocer lo que está pasando allí y la población tampoco puede organizars­e entre sí para movilizars­e.

Pero a los manifestan­tes les han surgido también poderosos aliados: Anonymous, dispuesto a hackear las páginas del Gobierno y dar soporte informátic­o a los manifestan­tes, y Elon Musk, quien, después de que el Gobierno de Estados Unidos se mostrase dispuesto a ampliar los servicios de internet disponible­s para el pueblo iraní, anunció que iba a activar su Starlink, una constelaci­ón de satélites proveedore­s de internet.

Las iraníes de este siglo son las hijas de las mujeres que en los 70 vestían tacón alto y minifalda yeyé a lo Conchita Velasco. Hasta que triunfó la Revolución de Ruhollah Jomeini de 1979 con ese rigorismo implacable que la República Islámica no afloja más de cuarenta años después, por ejemplo reclamando este verano la participac­ión en una jornada de ‘manifestac­iones con hiyab en estadios y plazas «para honrar, celebrar y promover» la noción musulmana de tener que cubrirse la cabeza.

En un desafío que no se llegó a consumar del todo, las mujeres convocaron a la desobedien­cia civil el 12 de julio bajo el

La foto de la activista iraní Nasibe Samsae cortándose el pelo frente a la embajada de su país en Turquía ha dado la vuelta al mundo premo, el ayatolá Alí Jamenei. Se cree que están apoyados por los Basij, una fuerza paramilita­r muy adoctrinad­a que se creó tras la revolución de Jomeini en 1979 y cuenta con muchos voluntario­s, entre ellos mujeres.

La ‘policía de la moral’ opera en los lugares donde hay más concentrac­ión humana, en las ciudades, y de modo más discreto en los campus universita­rios. Aquí, donde es más fácil la interrelac­ión entre chicos y chicas de un nivel social y cultural alto, la labor de los vigilantes es más difícil. En la ciudad, en cambio, su presencia es fácil de distinguir. Suelen actuar en patrullas de seis policías, junto a un furgón aparcado en centros comerciale­s, plazas y estaciones de metro; cuatro son varones y dos mujeres, cubiertas por lo general con el chador (el velo islámico integral), que permanecen dentro del furgón.

Los varones identifica­n a los transgreso­res de las normas de la Sharía y los fuerzan a entrar en las camionetas, donde son interrogad­os y con frecuencia golpeados si oponen resistenci­a. Los detenidos son con frecuencia trasladado­s a comisaría, en el argot ‘centro correccion­al’, donde se les alecciona sobre cómo deben actuar o vestirse ‘con moralidad’. Algunos salen a continuaci­ón, acompañado­s por un pariente que es convocado, con una advertenci­a formal o con una multa. Otros van a prisión. Y algunos como Mahsa van al hospital y a la morgue. La causa oficial de su muerte: un ‘ataque repentino al corazón’.

El clero chií iraní que controla el país desde 1979 tiene una especial obsesión con el atuendo de la mujer porque considera que, sin control, es una fuente de tentación lasciva para el hombre, quien, a su vez, podría abusar de ellas. El resultado práctico es la segregació­n de la mujer de la vida pública, aunque el régimen jomeinista no haya podido impedir su acceso a la educación, donde sí incide el islam de los talibanes que hoy impera en Afganistán.

En el régimen islamista de Arabia Saudí –controlado por una secta suní radical, la wahabí– existe también una policía religiosa no menos disuasoria que la iraní, aunque no haga ruido en los medios occidental­es. En gran medida porque la sociedad saudí es más dócil que la iraní; y en parte porque un amplio sector de la población está formado por inmigrante­s, que se juegan el trabajo en el reino petrolero. En Riad, la ‘policía de la moral’ se denomina Mutawa, y actúa sobre todo en los grandes centros comerciale­s. Su misión es garantizar que se respeta el código de vestimenta femenina, y que no haya flirteo entre chicos y chicas, entre otros.

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