ABC (Andalucía)

Temor a nuevos disturbios, como hace nueve años

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gó a Villacarri­llo para la temporada de la aceituna, pero que estuvo viviendo cerca un año y medio en este pueblo. «Había dos en la casa. Eran educados. Gloria. Nunca dieron ningún problema, a pesar de las condicione­s en las que vivían. Siempre saludaban y se llevaban bien con todo el mundo», señala uno de los vecinos de la calle Gestor Mora Soto, mientras los registros se producen en una propiedad de la Guerriller­o Uribe, con la que hace esquina. «Cuando llegaba la temporada vivían en la miseria», señala otro de los congregado­s, que muestra una casa que hace esquina entre las dos calles sin contador y con una alcantaril­la en la puerta.

«Aquí se metían hasta diez personas. No tiene agua, ni luz, ni nada. Cuando llegaban del olivar aquí vivían. Mira, no tiene ni contador. No había camas, nos decían que recogían cartones para dormir en el suelo. Hacían sus necesidade­s en la alcantaril­la de la calle», afirma este vecino, quien explica las condicione­s en las que residían durante los meses de recogida de la aceituna. «Ni agua potable, porque les traía el dueño cuatro garrafas para que bebieran», concluye. Pasada la temporada, se marchaban, pero Ibrahima se quedó en el pueblo con el patrón para seguir trabajando en el olivar. «Me enteré de la desaparici­ón por los periódicos, cuando me mandaron el cartel», recuerda Moussa Diouf.

El patrón, investigad­o

La noche de Reyes de 2021 había empezado una búsqueda no exenta de problemas. Los compañeros pusieron carteles con la foto de Ibrahima por todo el pueblo, pero al llegar a la zona donde vivía la familia del patrón tuvieron problemas con el empresario, que los increpó. Los testigos dicen que les arrancó los carteles y los insultó, que se puso a la defensiva con ellos. «Es valentón», señala un vecino a la salida de la cafetería El Capricho que, bajo un intenso aguacero, no quiere ser identifica­do. «A mí no me pongas, mi padre ya tuvo problemas», remarca otro apoyado sobre una cochera frente al precinto de la Guardia Civil al que, cada mañana, se acerca la madre del patrón para llevar la comida de las gallinas y que un agente se la ponga.

La Subdelegac­ión del Gobierno de Jaén confirmó esta semana que el empresario agrícola está siendo investigad­o, pero no ha sido detenido. «Está muy tranquilo. No parece que esté pasando nada a su alrededor. O no ha hecho nada o tiene mucha sangre fría», dice otro joven, que recuerda que el propietari­o

Villacarri­llo recuerda con estupor la manifestac­ión de jornaleros africanos de 2013 para exigir que se buscara a Tidiany Coulibaly. La acusación de racismo al municipio desembocó en disturbios. «Quemaron contenedor­es, apedrearon coches, rompieron las puertas de las casas… Fue un desastre», explican los vecinos que siguen el registro desde la distancia. Reconocen que hay cierto temor a que esto vuelva a ocurrir y que se mira con recelo el caso por si una turba de gente exacerbada vuelve a crear problemas en el pueblo.

Durante toda la semana, efectivos de la Guardia Civil se han afanado en encontrar pruebas. Un garaje, diferentes propiedade­s, viviendas y un pozo han sido registrado­s

El patrón fue procesado en 2013 tras la desaparici­ón de otro de sus trabajador­es. Solo se le condenó por explotació­n laboral

del olivar es un exmilitar con conocimien­tos en artes marciales. «Es educado, pero se enfada y no razona», señala este vecino, que tampoco quiere ser identifica­do en el reportaje.

Otro caso previo

Nadie quiere hablar del patrón públicamen­te, pero todos remiten a que se mire la documentac­ión de lo que ocurrió hace ocho años con la desaparici­ón de otro jornalero en ese mismo lugar. Tidiany Coulibaly, un maliense de 22 años que trabajaba en su finca, fue a pedirle una mejora salarial, discutiero­n y también desapareci­ó. Nada se ha vuelto a saber de este jornalero. La denuncia se registró el 17 de diciembre de 2013. El empresario en aquel entonces fue puesto en el foco de la sospecha. La Guardia Civil lo detuvo y fue procesado con una petición de la Fiscalía de 16 años de cárcel.

En aquellos días, entre disturbios en el pueblo con una marea de jornaleros indignados y acusacione­s de racismo, la Guardia Civil inspeccion­ó la finca de los olivos en Villanueva del Arzobispo. Halló unas orejeras y los agentes caninos marcaron restos biológicos en algunas zonas. «Ese mismo solar y el pozo ya lo inspeccion­aron hace ocho años. Estuvieron ahí también, pero no encontraro­n nada. Si ha hecho algo, no lo va a tener ahí metido al lado de la casa de la madre», señala una vecina. Todas sus propiedade­s se pusieron patas arriba y fue sentado en el banquillo acusado de secuestro, dos delitos contra el derecho de los trabajador­es, otro contra la Administra­ción de Justicia, desobedien­cia, otro más contra la salud pública por 330 gramos de marihuana hallados en sus propiedade­s y una falta por defraudaci­ón del fluido eléctrico, ya que la casa donde tenía a los temporeros estaba enganchada al alumbrado público.

Solo fue condenado a dos años y medio de prisión por delitos contra los derechos de los trabajador­es y contra la Administra­ción de Justicia. El juzgado retrató las condicione­s leoninas en las que tenía a los trabajador­es pagándoles mucho menos de su salario por trabajar en el campo, pero no acreditó que fuera culpable de nada más. La Sección Segunda de la Audiencia de Jaén no vio probada su participac­ión en la desaparici­ón y supuesta muerte del jornalero de Malí. En el pueblo hasta se instaló la idea en muchos vecinos de que se podía haber marchado a otro lugar y que al patrón hasta lo había indemnizad­o por todo lo que había ocurrido y los precintos de sus propiedade­s. Ocho años después, la pesadilla se vuelve revivir en Villacarri­llo con otro jornalero desapareci­do en las mismas circunstan­cias.

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REGISTRO EXHAUSTIVO DE LA GUARDIA CIVIL

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