ABC (Andalucía)

Los italianos votan con la mirada puesta en sus bolsillos

El desencanto de los electores, preocupado­s por el alto coste de la vida, hace prever una gran abstención

- CORRESPONS­AL EN ROMA

Italia vota hoy para elegir un nuevo gobierno que estará encabezado, si las encuestas no fallan, por Giorgia Meloni, presidenta de Hermanos de Italia, en coalición con Matteo Salvini, secretario de la Liga, y Silvio Berlusconi, líder de Forza Italia, además de un par de pequeños partidos centristas.

Ante la profunda división del centro izquierda, la unión del centro derecha se ve muy favorecida por una ley electoral que premia las alianzas. Necesita lograr alrededor del 40 por ciento de los votos para obtener la mayoría absoluta en el Parlamento. Si no, tendrá dificultad­es para lograr la mayoría, sobre todo en el Senado.

Miedo a la crisis

Un sondeo muy reciente muestra que las principale­s preocupaci­ones de los italianos, cansados tras una campaña agresiva, se centran en cinco cuestiones que afectan a su bolsillo. En primer lugar, el alto coste de la vida y la crisis energética. Y después, por este orden, los impuestos, los salarios, estancados desde hace tres décadas y por debajo de la media europea, y la pobreza, con unos seis millones de personas que son pobres absolutos. Por detrás de estas cinco cuestiones económicas, en el interés de la campaña quedaron bastante relegados temas como la inmigració­n, el medio ambiente y los derechos.

Los partidos no han sabido distinguir­se entre ellos ofreciendo soluciones sólidas y convincent­es. De ahí el desencanto de muchos electores, lo que hace prever que será alta la abstención, superior a la de los comicios del 2018, cuando no votó el 27,1 por ciento del electorado.

Ha habido una excepción a la hora de transmitir un mensaje que cale en los electores: el Movimiento 5 Estrellas (M5E) se ha movilizado en el sur, la región pobre del país, centrando su atención en la pobreza. Su líder, el ex primer ministro Giuseppe Conte, defendió la que fue bandera electoral del M5E con excelentes resultados en el 2018 (entonces ganó las elecciones con el 32 por ciento de los votos), la llamada renta de ciudadanía, un subsidio para desemplead­os y personas en graves dificultad­es. Lo perciben 1,6 millones de italianos; de ellos, dos tercios en el sur. Conte ha sido muy hábil en utilizar esa palanca, hasta el punto de que inició la campaña con un 10 por ciento en intención de voto y hoy podría superar el 15 por ciento.

Lo cierto es que en la campaña italiana ni siquiera ha habido un solo debate en televisión entre los candidatos principale­s. A falta de una seria confrontac­ión sobre propuestas, han estado a menudo presentes las relaciones entre la futura política del probable gobierno de la derecha y el contexto europeo e internacio­nal.

Desde Bruselas, las cancillerí­as europeas, Washington y todos los medios internacio­nales, se observa con especial interés estas elecciones italianas, porque supone una gran novedad la probable llegada al Palacio Chigi, la sede de la Jefatura del Gobierno, de la candidata Giorgia Meloni, envuelta en polémicas por sus orígenes posfascist­as. El tema del fascismo como tal, del que ella abjuró, estuvo ausente de la campaña electoral.

En el terreno de política exterior, las preocupaci­ones se han centrado, sobre todo, en una cierta ambigüedad de Meloni sobre la Unión Europea; en su apoyo y el de su aliado Matteo Salvini al primer ministro húngaro, Viktor Orbán, lo que ha suscitado feroces enfrentami­entos con otros partidos; o en las disensione­s que existen en la coalición sobre la guerra provocada por Putin en Ucrania. Meloni sigue una muy línea atlantista de apoyo a las sanciones contra Rusia, mientras Salvini es crítico y partidario de levantarla­s.

Fondo euroescépt­ico

Los analistas creen que estos temas relacionad­os con la política internacio­nal tendrán poca incidencia a la hora del voto. Según el politólogo y profesor de Historia Contemporá­nea en la Universida­d Luiss de Roma, Giovanni Orsina, «en Italia, los conflictos sobre política exterior y europea acaban siendo más litúrgicos que sustancial­es, por la sencilla razón de que, así como el país no puede hacer frente a la inflación o la crisis energética por sí solo, y cualquier promesa que las partes hagan al respecto sonará hueca, de la misma manera Italia solo puede seguir siendo solidaria con la Unión Europea y la Comunidad Atlántica».

«Se acabó el recreo», dijo Meloni en la campaña electoral, reflejando que, en el fondo, es euroescépt­ica. En Bruselas, su propósito es defender los intereses de Italia en Europa, «como hacen franceses y alemanes», dijo en una larga entrevista con ABC.

Pero con la inmensa deuda exterior de Italia (2,7 billones de euros, el 150 por ciento del PIB), el margen de maniobra de Meloni es estrecho. Así lo cree Nathalie Tocci, directora del Instituto Italiano de Asuntos Internacio­nales: «El contexto internacio­nal realmente no permite mucho juego, a menos que quieras llevar al país a la bancarrota», explica. «Estamos en plena crisis y los mercados tienen los ojos puestos en Italia. La van a estar observando a cada paso», concluye.

La coalición de centro derecha está dividida en su postura ante Rusia. Meloni defiende las sanciones, pero Salvini las cuestiona

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