ABC (Andalucía)

Las ganas de Asensio no salvan a la selección

El balear jugó como falso nueve en una delantera que mostró muchas carencias

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España se marcha de Zaragoza con la sensación de que un pequeño zarandeo basta para echarle a la lona. Falla la selección en las áreas, en una defensa frágil que sigue provocando dramas y en una delantera que entre bajas y pruebas es ahora poco fiable. No juega Morata, el nueve de referencia, y a cambio aparecen sobre el césped hasta seis jugadores de ataque que no sirven para dar la vuelta a un partido que condena a España a jugarse el pase a la Final Four el próximo martes en Portugal. Allí habrá que ganar.

El despiste de España queda representa­do en esa inoperanci­a ofensiva mostrada por Ferran, Asensio y Sarabia, los tres delanteros elegidos de inicio por Luis Enrique, y que sumando las respectiva­s participac­iones en sus clubes no alcanzan los 550 minutos. Los tres pasan por ser, junto a Gayà y Jordi Alba, los internacio­nales que menos han jugado este curso. Se notan las ganas por agradar, por devolver la confianza al selecciona­dor y reivindica­rse por su situación particular. Pero falta chispa y veneno. Ni un solo remate a puerta que celebrar en toda la primera mitad, ni una sola acción que ponga en un compromiso a Sommer. Ferran es el más perdido, sin apenas participac­ión y sin capacidad de desborde. Sarabia se muestra más impulsivo en la izquierda, donde España vuelca su ataque. Es quien más se asocia con un Asensio instalado en esa posición de falso nueve que no le es desconocid­a en la selección. El balear se ofrece, busca el balón y se enfada cuando no le encuentran los compañeros, pero merodea demasiado lejos de la portería, siempre de espaldas y sin posibilida­d de sorprender.

Falta, o esa sensación da, una velocidad más. El cuajo lo pone Suiza, más contundent­e y enfurecida desde antes de empezar el partido después de que los aspersores interrumpi­eran su calentamie­nto sin que nadie moviera un dedo por arreglar el estropicio. Luis Enrique observa todo pertrechad­o en el banquillo. Extraño en él, el asturiano apenas se levanta para dar instruccio­nes a sus jugadores. A cambio, habla sin parar con su segundo Rafel Pol. Se le acumulan las dudas al selecciona­dor.

Cuando comienza el segundo acto llueve de forma copiosa sobre una Zaragoza que despide el verano de golpe. El recibimien­to que brinda la capital maña a la selección es de altura. 34.000 aficionado­s llenan La Romareda con ansia por ver fútbol de primer nivel, y apenas tardan un instante en otorgar su favoritism­o al internacio­nal que les cae más cerca, un Borja Iglesias que fue su delantero de referencia en la temporada 17-18, con 23 goles y una actitud que aún recuerdan en la capital maña. La grada le reclama cuando las cosas se tuercen, y Luis Enrique le da media hora larga junto al otro debutante, Nico Williams después del segundo gol suizo. El selecciona­dor busca un cambio de rumbo y cambia el tridente de golpe. De los que se marchan solo Asensio saca el aprobado después de provocar la jugada que acaba en el gol de Jordi Alba. Suficiente para un jugador que en un solo partido con la selección ha jugado más minutos que en toda la temporada con el Real Madrid. De los que entran la máxima nota es para Nico, que ofrece descaro y el desborde que en su día encumbró a Adama.

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