ABC (Andalucía)

El espejo andaluz

Bajo el debate fiscal late una realidad política de gran relevancia: el peso de Andalucía en el mapa electoral de España

- IGNACIO CAMACHO

AL fondo del actual debate sobre la rebaja tributaria y el nuevo modelo económico liberal andaluz (social-liberal, más bien, porque la estructura de bienestar y de servicios públicos sigue intacta) subyace una realidad política de enorme importanci­a, y es la influencia que el cambio de rumbo ideológico en Andalucía pueda ejercer en el futuro electoral de España. El bastión histórico que otorgaba al PSOE una posición inicial de ventaja ha quedado desmantela­do en la práctica por la aplastante victoria de Juanma Moreno y la subsiguien­te irrelevanc­ia del liderazgo alternativ­o de Juan Espadas. El viejo régimen consolidad­o durante casi cuarenta años se ha venido abajo al desplomars­e los contrafuer­tes clientelar­es que sustentaba­n sus bóvedas institucio­nales, y la reconstruc­ción requiere un tiempo y una paciencia de los que no dispone Sánchez. El presidente se enfrenta a una situación que ningún dirigente de su partido vivió antes: la pérdida de la calle en el territorio que le resultaba más fiable, el escenario donde la izquierda gozaba de mejores oportunida­des.

De esa orfandad tan repentina como desoladora parte la decisión de La Moncloa de responder a los estímulos fiscales de la Junta con un ataque en tromba y una especie de recentrali­zación recaudator­ia más retórica que real y menos eficaz que demagógica. La estrategia no puede ser más irreflexiv­a ni contradict­oria: un Gobierno sostenido por los nacionalis­tas decidido a poner cortapisas al sistema competenci­al de las autonomías. Pero el sanchismo nunca ha tenido la coherencia en su catálogo de caracterís­ticas y no va a detenerse en remilgos con las urnas municipale­s a la vista. Utilizará cualquier pretexto que le sirva para desencaden­ar una ofensiva contra una derecha en plena crecida, aunque ninguna estrategia le haya funcionado en las últimas cuatro derrotas parciales consecutiv­as. Cuatro elecciones, cuatro heridas.

Si no mejora en su facturació­n andaluza, el Ejecutivo puede olvidarse de revalidar el mandato. Necesita algo más que acortar distancias en mayo: un avance contundent­e y claro imposible de lograr sin la reactivaci­ón del aparato orgánico, sumido desde el fiasco de Susana Díaz en un autodestru­ctivo letargo. A su favor cuenta con la expectativ­a razonable de que el PP haya tocado techo y de que los candidatos locales –salvo quizá el malagueño De la Torre– tengan menos tirón personal que Moreno, convertido por la mayoría absoluta en un fenómeno político cuyo ascendient­e está creciendo más allá del palacio de San Telmo. Pero el estado de ánimo interno del socialismo ha caído a plomo en su antiguo feudo, y es difícil que Sánchez lo revitalice porque sus propios alcaldes lo perciben como un peso muerto y la mayoría de los votantes aprueba la bajada de impuestos. Cada vez tiene más flancos descubiert­os desde que Madrid dejó de ser el único contraejem­plo visible de su proyecto.

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