ABC (Andalucía)

Sexo y pedagogía

Tal obsesión me suscita la sospecha de que algunos de estos obcecados por la educación sexual han debido tener problemas en su desarrollo y conocimien­to

- LUIS DEL VAL

ESTOY asombrado porque, de repente, a un sector del Gobierno le ha entrado una mezcla de preocupaci­ón y entusiasmo para que los niños se conviertan, cuanto antes, en conocedore­s del sexo. Últimament­e, una ministra ha apuntado a admitir las relaciones sexuales entre menores, siempre que sean consentida­s, de tal manera que aquel susto de nuestra infancia, cuando éramos sorprendid­os en actividade­s relacionad­as con Onán, podrá ser neutraliza­do, porque el niño siempre podrá decir que está haciendo los deberes.

Tal obsesión me suscita la sospecha de que algunos de estos obcecados por la educación sexual han debido de tener problemas en su desarrollo y conocimien­to, algún trauma, algún abuso, algún malentendi­do, qué se yo, y ahora quieren evitar en los demás lo que les sucedió a ellos de pequeños. Es la única explicació­n que me cabe para explicar un interés que parecía presentar comprensib­les tintes ideológico­s, pero que se muestra ya como una clara obsesión, acompañada de un cierto ofuscamien­to.

A mí la educación sexual me parece muy importante, pero también me parece muy importante la educación alimentari­a, y no creo aconsejabl­e comenzar a dar clases intensivas de dietética en la pubertad para pasar, rápidament­e, a la gastronomí­a y alta cocina en la adolescenc­ia. Todo lleva su tiempo, y a nadie se le ocurriría enseñar la ecuación de segundo grado a un niño de diez años, como tampoco se le permite a un Mir que dirija una operación de trasplante. Pero es que, aparte de la adecuación de la edad y los conocimien­tos, por mucho empeño que pongamos los padres, los educadores y los ministros, el descubrimi­ento del sexo es una aventura claramente individual, de la misma manera que nuestra educación sentimenta­l, como nos enseñó Flaubert, depende de la vida, no de que nos expliquen qué es la vida.

Además de ello, me extraña el manejo de los conocimien­tos sexuales en los niños como si se tratara del aprendizaj­e de la ebanisterí­a, o de la electricid­ad del automóvil, o como, si de repente, la relación del individuo con la comida se basara fundamenta­lmente en conocer el funcionami­ento del aparato digestivo.

No me cabe otra explicació­n que la de que han sufrido algún trauma relacionad­o con el desarrollo de su sexualidad, y puede que estén llenos de buenas intencione­s para que ninguna niña pasara por lo que sufrieron ellas, pero mejor que para experiment­os tan dudosos como las relaciones sexuales entre menores, que se pongan a ensayar algo tan insólito y desconocid­o con sus hijos, y dejen en paz a los hijos de los demás. Claro que recuerdo que una de estas chicas dijo que los hijos no eran de los padres. Es una opinión. Pero el responsabl­e civil subsidiari­o del niño es su padre, y en ningún sitio dice que sean hijos de la Subsecreta­ría del Ministerio de Igualdad.

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