Eutímides vs. Eufronios: firmar una vasija y dejar mal a tu colega
oficializada. El Renacimiento redescubre esos duelos entre artistas a la luz pública. Sobre todo el «divino» Miguel Ángel fue tomado como modelo a seguir y contra el que medirse por parte de sus contemporáneos. Su desafío con Leonardo quedó plasmado en el concurso de las batallas del Palacio Viejo de Florencia, ideado por Maquiavelo, una tarea que ninguno pudo terminar. Dos representaciones del secuestro de Ganímedes se ofrecen en la exposición como comparación directa y como ejemplo de este juego de egos del que participó el mismísimo Rubens. Ni siquiera Roma sería la Ciudad Eterna si no fuese por la batalla de ingenio y estilo que protagonizaron los arquitectos Bernini, autor de la Basílica de San Pedro, y Borromini, que posiblemente llevó al suicidio a este último.
Rona Goffen, en «Rivales del Renacimiento», detalla también con afán exhaustivo la competencia entre Lorenzo Ghiberti y Filippo Brunelleschi en la decoración de la Puerta del Baptisterio de la catedral de Florencia, en el año 1400. Quizá haya agrandado la leyenda en enfrentamiento entre Tintoretto y Tiziano, el gran duelo por la ciudad de Florencia, que solo quedaría finalmente
Eutímides, uno de los mejores pintores de vasijas de su época, en torno al siglo V a. C., firmó con orgullo su trabajo en el frente de una de sus deliciosas piezas. Pero también se tomó la molestia de escribir en el reverso un mensaje para desacreditar a su principal rival artístico: «como nunca Euphronios
[podría haberlo pintado]», dice una inscripción. Por lo tanto, afirmó que su trabajo era mejor que el de su colega quien, hasta donde se sabe, era la referencia estética en la Atenas de su tiempo.