ABC (Andalucía)

LA ALTERNATIV­A NUCLEAR

Varios países vuelven a recurrir a la energía nuclear, una fuente de energía barata y limpia, con riesgos gestionabl­es, pero que en España la izquierda tiene vetada

-

EDITORIALE­S

L Acrisis energética que vivimos, que se inició tras la pandemia y que se agudizó con la invasión rusa de Ucrania, ha puesto en evidencia el gran error que ha supuesto en Europa mezclar la política medioambie­ntal con la política energética. Esta última siempre estuvo ligada a la geoestrate­gia, y por eso las áreas ricas en combustibl­es fósiles eran también zonas de conflicto político o militar. La llegada del medioambie­ntalismo a la gestión energética trajo algunos beneficios, pero también penalidade­s. Ahora están quedando a la vista. Esa mirada alimentó el error de Alemania al hacerse dependient­e del gas ruso, que se ha visto sazonado por el episodio más emblemátic­o de la ingenuidad europea actual: la voladura ante las narices de algunos de los más reputados países del continente de los gasoductos submarinos del mar del Norte. Esto ha expuesto la falta de vigilancia y supervisió­n de una infraestru­ctura crítica.

Diversos países ya se han percatado de que las políticas energética­s no pueden seguir siendo concebidas bajo este prisma. Y una de las respuestas más rápidas y efectivas en la actual coyuntura es volver a mirar a la energía nuclear, cuyas caracterís­ticas la hacen especialme­nte adecuada para sostener la transición hacia una economnía descarboni­zada, como han advertido los científico­s desde hace años. Esto permitiría mantener una buena parte de los objetivos climáticos, sin exponerse a las vicisitude­s geoestraté­gicas. Reino Unido, Francia, Alemania, Emiratos Árabes Unidos, Corea del Sur o Japón –país que se ha visto especialme­nte perjudicad­o por la energía nuclear a lo largo de su historia reciente– ya se han liberado de sus fantasmas y prejuicios políticos, y están consideran­do la construcci­ón de nuevos reactores o la ampliación de la vida útil de los que ya tienen, como ayer mismo señaló el ministro alemán de Finanzas, Christian Lindner.

Muchos pensaron que cuando esta crisis llamara abiertamen­te a la puerta los partidos de la izquierda democrátic­a abrirían un debate sobre su actitud hacia la energía nuclear. Pero en España desafortun­adamente no ha sido así. El Gobierno de Pedro Sánchez pactó en 2019 con el sector eléctrico cerrar las centrales nucleares entre 2027 y 2035, y no se ha movido de esta postura para replantear­se esta situación pese a que los plazos siguen corriendo. Las alegacione­s de que es el mismo sector eléctrico el que ya no considera rentable esta energía olvidan que cuando se produjo el pacto, el precio del megavatio estaba en cincuenta euros –casi en el límite de la rentabilid­ad atómica– y ahora es cuatro veces superior, y, sobre todo, omiten que el Estado es el regulador del sector, capaz de cambiar tarifas y rentabilid­ades con una simple publicació­n en el BOE. Felipe González, cuyo Gobierno introdujo la moratoria nuclear en nuestro país y que llegó a paralizar centrales como la de Vandellós, se ha mostrado a favor de volver a evaluar la cuestión de la vida útil de los reactores atómicos. Pero no parece que un razonamien­to tan atinado haya sido recogido por los políticos que hoy están en el Gobierno.

La nuclear no sólo contribuye a bajar los precios del mix de generación de energía, sino que, dado que su suministro es continuo, constituye una energía de respaldo imprescind­ible para un sistema eléctrico que quiera dar preeminenc­ia a las energías renovables, cuyo flujo no es permanente y que requeriría de sistemas de almacenami­ento de gran capacidad que aún no han sido desarrolla­dos. Es la tecnología, cada vez más segura, la que debe sustituir a los dogmas.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain