ABC (Andalucía)

Las ricas no lloran

Tamara es un buen ejemplo de feminista en acto, de mujer que se ha resuelto a sí misma mediante el trabajo y no mediante los teoremas

- CRISTINA CASABÓN

D Elos patrocinad­ores del poliamor, que es el amor de los jetas o de los que aman de forma altruista a la humanidad, de forma que no aman a nadie en concreto, hemos aprendido que hay que refundar la pareja. Este nuevo orden moral se adula a sí mismo y se vanagloria de que ya no concede espacio a las pasiones del amor tradiciona­l. Pero, para bien o para mal, toda España ha oído a Tamara Falcó decir que ella para los cuernos es «muy cuadricula­da» mientras mandaba al novio a tomar vientos con el abanico.

Armoniosa tragedia o divina comedia, que nos devuelve al romanticis­mo con un toque de ‘glamour’ y unas raíces en lo popular. «Románticos somos… ¿Quién que Es, no es romántico?», se preguntaba Rubén Darío. Por lo menos, el romanticis­mo era una etapa de la vida cuando todavía no éramos posmoderno­s ni posnovísim­os ni nada. Una traición de amor unida a una mentira es una doble traición desde que el mundo es romántico. Pero Tamara no se ha quedado en casa llorando porque considera que el trabajo es «un pilar fundamenta­l». Tras estas declaracio­nes, ascendió a los cielos y se instaló en la conciencia existencia­l de España. Las feministas de antes pensaban que la alineación era puramente económica y algo de verdad hay en ello. Tamara es un buen ejemplo de feminista en acto, de mujer que se ha resuelto a sí misma mediante el trabajo y no mediante los teoremas.

Esta semana el Gobierno anunciaba un impuesto a las grandes fortunas, y ahí está Tamara, haciendo campaña contra los cuernos (a favor de la fidelidad conyugal, matrimonio desde una perspectiv­a canónica y conservado­ra) y trabajando para hacer caja. El mismo día leía que la asociación PETA propone que las mujeres se pongan en huelga cuando sus parejas coman carne. Si la infidelida­d de Íñigo cuenta como comer carne ya estamos todos por primera vez de acuerdo en algo, pero mientras las señoras modernas se ponen con sus teoremas de la huelga, Tamara trabaja y hace caja. Sopesemos el resultado de ponernos en huelga cada vez que nuestra pareja picotea una loncha de jamón, o cada vez que no doblegamos el instinto primate que ha llevado a Tamara a decir basta. Ninguna mujer trabajaría en España, y el Gobierno socialista no podría sacar su latiguillo de los impuestos.

Quizás el deseo, el anhelo de lo inalcanzab­le, en cierto modo impulsara que el hombre romántico se elevara y transforma­ra el mundo de los sentimient­os para que la virtud humana fuese posible, superando el instinto animal. Pero además, para que la sociedad funcione, la gente tiene que poner el despertado­r e ir a trabajar. Esta es la lección de Tamara, que con su actitud triunfador­a nos recuerda que las ricas nunca lloran. La aristócrat­a, sin querer, ha sustituido a todas las señoras modernas en nuestra idolatría feminista. El verdadero feminismo se ve todos los días en la vida, en la calle, en declaracio­nes directas, ejemplos vivos, mujeres que ilustran la teoría, la tanta y tan contradict­oria teoría feminista que hoy se nos impone.

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