Las ricas no lloran
Tamara es un buen ejemplo de feminista en acto, de mujer que se ha resuelto a sí misma mediante el trabajo y no mediante los teoremas
D Elos patrocinadores del poliamor, que es el amor de los jetas o de los que aman de forma altruista a la humanidad, de forma que no aman a nadie en concreto, hemos aprendido que hay que refundar la pareja. Este nuevo orden moral se adula a sí mismo y se vanagloria de que ya no concede espacio a las pasiones del amor tradicional. Pero, para bien o para mal, toda España ha oído a Tamara Falcó decir que ella para los cuernos es «muy cuadriculada» mientras mandaba al novio a tomar vientos con el abanico.
Armoniosa tragedia o divina comedia, que nos devuelve al romanticismo con un toque de ‘glamour’ y unas raíces en lo popular. «Románticos somos… ¿Quién que Es, no es romántico?», se preguntaba Rubén Darío. Por lo menos, el romanticismo era una etapa de la vida cuando todavía no éramos posmodernos ni posnovísimos ni nada. Una traición de amor unida a una mentira es una doble traición desde que el mundo es romántico. Pero Tamara no se ha quedado en casa llorando porque considera que el trabajo es «un pilar fundamental». Tras estas declaraciones, ascendió a los cielos y se instaló en la conciencia existencial de España. Las feministas de antes pensaban que la alineación era puramente económica y algo de verdad hay en ello. Tamara es un buen ejemplo de feminista en acto, de mujer que se ha resuelto a sí misma mediante el trabajo y no mediante los teoremas.
Esta semana el Gobierno anunciaba un impuesto a las grandes fortunas, y ahí está Tamara, haciendo campaña contra los cuernos (a favor de la fidelidad conyugal, matrimonio desde una perspectiva canónica y conservadora) y trabajando para hacer caja. El mismo día leía que la asociación PETA propone que las mujeres se pongan en huelga cuando sus parejas coman carne. Si la infidelidad de Íñigo cuenta como comer carne ya estamos todos por primera vez de acuerdo en algo, pero mientras las señoras modernas se ponen con sus teoremas de la huelga, Tamara trabaja y hace caja. Sopesemos el resultado de ponernos en huelga cada vez que nuestra pareja picotea una loncha de jamón, o cada vez que no doblegamos el instinto primate que ha llevado a Tamara a decir basta. Ninguna mujer trabajaría en España, y el Gobierno socialista no podría sacar su latiguillo de los impuestos.
Quizás el deseo, el anhelo de lo inalcanzable, en cierto modo impulsara que el hombre romántico se elevara y transformara el mundo de los sentimientos para que la virtud humana fuese posible, superando el instinto animal. Pero además, para que la sociedad funcione, la gente tiene que poner el despertador e ir a trabajar. Esta es la lección de Tamara, que con su actitud triunfadora nos recuerda que las ricas nunca lloran. La aristócrata, sin querer, ha sustituido a todas las señoras modernas en nuestra idolatría feminista. El verdadero feminismo se ve todos los días en la vida, en la calle, en declaraciones directas, ejemplos vivos, mujeres que ilustran la teoría, la tanta y tan contradictoria teoría feminista que hoy se nos impone.