¿Múnich o Danzig?
La idea de ceder ante Putin tiene cierto atractivo si no existiera el precedente de 1939. Me refiero a la Conferencia de Múnich
L Agran cuestión actual en las cancillerías y los círculos diplomáticos occidentales es qué respuesta hay que dar al desafío de Vladímir Putin, que tras invadir Ucrania se ha anexionado, ya de manera oficial y solemne, cuatro regiones de aquel país, a partir de una serie de referendos de independencia que son una burla de la democracia. Peores incluso que el amañado por los secesionistas catalanes, que terminó en ‘boomerang’ contra ellos. Menos mal que el Gobierno Frankenstein los sacó de la cárcel a través de un indulto a su medida. Pero esa es otra historia, ¿o es la misma, corregida y aumentada? Porque el mismo Vladímir Putin que aseguró que invadía Ucrania para liberarla del nazismo está ahora machacando a los ucranianos que intentan escapar como pueden. Mal se debe vivir bajo el comunismo ruso, o puede que de cualquier signo, cuando la gente se juega la vida para escapar de él. Aunque no es la primera vez, y por desgracia no será la última.
El dilema, moral y político, para los líderes occidentales es qué hacer ante ello, cómo reaccionar ante estos crímenes contra la humanidad, como han testificado los observadores internacionales que han presenciado las atrocidades cometidas por las tropas rusas. Más, cuando estamos ante un sátrapa que ha enarbolado sus armas atómicas, añadiendo que no es ningún farol.
Hay en Occidente quien dice que conviene dejar abierta a Vladímir Putin una puerta de escape, dando a entender que podría permitírsele retener las provincias que acaba de apropiarse, donde se habla ruso, como ya se le permitió quedarse con la península de Crimea en 2014, tras organizar un referéndum de independencia, mandar sus tropas y anexionarse su territorio, entonces sin encontrar respuesta militar de la comunidad internacional.
La idea tiene cierto atractivo si no existiera el precedente de 1939. Me refiero a la Conferencia de Múnich, en la que Inglaterra y Francia quisieron poner freno al expansionismo de Adolf Hitler, que ya se había merendado Austria con una ‘reunificación’, permitiéndole ademas quedarse con Bohemia, Moravia y, de hecho, con Checoslovaquia, para calmar su apetito. Era el ‘apaciguamiento’ de Mr. Chamberlain. Pero resulta que, al contrario, se lo había aumentado, y el 1 de septiembre de 1939 Hitler invadía Polonia con el pretexto de que se negaba a cederle un corredor terrestre hasta Danzig. Era la gota que colmaba el vaso y Francia e Inglaterra salieron en defensa de Polonia, iniciándose la Segunda Guerra Mundial. Se cumplía la profecía de Winston Churchill: «Preferisteis el deshonor a la guerra. Pues bien, tenéis el deshonor y la guerra». Aunque Churchill sólo podía ofrecer a su país «sangre, sudor y lágrimas». Esperemos que no se repita. Pues a individuos como Adolf Hitler y Vladímir Putin no se les apacigua. Se les vence.