ABC (Andalucía)

TITULARES A LAS CINCO DE LA TARDE

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ño natural protege la chimenea. Del arco sale Talese, pletórico. Ni rastro de los achaques que uno espera en un hombre de 90 años. Luce un traje de tres piezas azul purísima, camisa a rayas rojas y blancas con cuello blanco, corbata pistacho con topos, pañuelo gris y zapatos marrones de cordones. El lector pensará lo que quiera pero a uno le pareció el hombre más elegante desde que el príncipe Carlos era el príncipe Carlos. «¡Aquí está nuestro gran hombre! ¿Quieres un güisqui antes de empezar?». La recepción no podía ser otra.

Entramos en el comedor mientras el equipo termina de iluminar y probar sonido y, justo en ese momento, uno comprende que está ante Talese y que es él quien hace las preguntas: «¿Qué estudiaste? ¿A qué se dedicaba tu padre? ¿Y tu abuelo? ¿De qué parte de España sois? ¿Tenéis patrimonio que heredar?». A uno le parecieron automatism­os. Una especie de comportami­ento reflejo que ni siquiera piensa, como esas señoras que podrían jugar al Bridge con los ojos cerrados. El reportero nunca descansa.

Aplazamos la entrevista inversa y nos sentamos a la mesa baja del salón para empezar con la batería de titulares que nuestro hombre tiene en el cargador. Está convencido de que la cultura de la cancelació­n y el miedo han acordonado la libertad de expresión en Estados Unidos y piensa que no tendrá muchas más oportunida­des para hablar libremente. Una muestra: antes de empezar, pregunta si es apropiado que el güisqui que tiene en una mesa auxiliar de madera a su izquierda salga en pantalla. La respuesta es obvia: los reporteros beben, fuman, viven de noche. Él mismo respondió a esa pregunta mucho tiempo atrás en ‘El reino y el poder’: «Lo que va a acabar con el ‘Herald Tribune’ es el alcohol pero la perdición de ‘The New York Times’ son las mujeres».

Comienza la conversaci­ón con una pregunta retórica basada en el inicio de la mencionada biografía de ‘The New York Times’. Clifton Daniel, al llegar a la dirección del periódico, pide disculpas por no haber

La entrevista se celebró en el comedor de la casa de Talese en New York. Debajo, otro momento del encuentro enmarcado por la imponente biblioteca del periodista publicado en su momento los documentos que acreditaba­n el inminente desembarco en Bahía de Cochinos. ¿Qué es prioritari­o, la seguridad nacional o el derecho de informació­n? A partir de ese momento quedan claras las reglas del juego: él va a hablar largo y de lo que le parezca, por tanto, a uno sólo le queda la función de los buenos subalterno­s, tener el toro en suerte sin dar un capotazo de más. Talese entra en la pregunta cuestionan­do qué es aquello que se considera seguridad nacional. Cree que son excusas de los gobiernos para tapar sus errores. A partir de ahí abre fuego. «No quedan opciones que respaldar con el voto. Soy afiliado del partido demócrata pero no voté a Hillary. No comprendo la política exterior de Estados Unidos y el NYT, que presume de plantear la informació­n desde todos los puntos de vista, ignora la perspectiv­a de Venezuela, de Irak, de Afganistán o de Rusia. ¿Alguien cree que Estados Unidos se quedaría indiferent­e ante el ingreso de México o Canadá en un organismo militar liderado por China?». Y sigue: «Los periodista­s tienen que estar dispuestos a caer mal, a ser señalados por sus vecinos, a ser considerad­os traidores, a perder amistades. Hoy en día no lo están porque provienen de buenas familias y tienen una muy buena educación. Van a Harvard, a Princeton, a Brown. Tienen demasiado que perder». Esto último recuerda lo que se dice de los toreros de segunda generación: no triunfan porque no han pasado hambre y, para jugarse la vida, hay que tener la certeza de que no se tiene nada que perder.

No rehúye el racismo. «Cuando en el 61 el gobernador Wallace impidió la entrada de aquellos dos chicos negros en la Universida­d de Alabama, se pensaba que aquel estado era el paradigma de la segregació­n. No es cierto. Yo estuve en Alabama en aquellas fechas y no había allí más segregació­n que en cualquier otro estado. Johnson aprobó la ley de derechos civiles en el 66 y, en realidad, no sirvió para nada. Hoy sigue habiendo el mismo racismo que entonces. El tema radica en la vivienda. Dime cuántos barrios interracia­les conoces en Nueva York. Los vecindario­s son el termómetro».

Sigue con periodismo. «Es imposible separar la informació­n de la opinión por mucho esfuerzo que se ponga porque, al final, siempre están presentes los pre

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