ABC (Andalucía)

AJEDREZ: EL JUEGO INFINITO, AMENAZADO POR LAS TRAMPAS

- Por FEDERICO MARÍN BELLÓN

Elon Musk lo ha vuelto a hacer. Leyó un comentario sobre la proliferac­ión de trampas en el ajedrez, el póker y los campeonato­s de pesca, y no se resistió al chascarril­lo: «En otras palabras, las bolas anales por control remoto se han agotado en todas partes», escribió. Seguía así la broma sobre una posibilida­d, no menos remota, que se discute con pasión desde que el campeón mundial de ajedrez denunció en San Luis (Estados Unidos) que le habían ganado una partida de forma extraña. El líder de Tesla disparó entonces las acciones del chismorreo con dos tuits, luego borrados, sobre las bolas vibradoras. Pese a todo, tenían un trasfondo serio. Transmitir una jugada de ajedrez es muy fácil

Lentillas inteligent­es, gafas de grafeno, pinganillo­s indetectab­les y otros avances tecnológic­os, en algunos casos secretos militares, facilitan la labor de quienes quieren ganar a cualquier precio. Mientras, la paranoia crece tras el escándalo Carlsen-Niemann

por código morse o con un gesto. El peligro es real, porque abundan las aplicacion­es para móviles capaces de derrotar con facilidad a los mejores grandes maestros. Uno de ellos, el estadounid­ense Hikaru Nakamura, se lo ha dicho bien claro a su millón largo de seguidores después de ser quien más leña echaba a este fuego: «No veo un final feliz a todo esto».

Quince siglos en peligro

El ajedrez nació hace 1.500 años, día arriba, día abajo. Viajó por Asia y Europa durante siglos, voló a lomos de la imprenta, creció con los ordenadore­s, surfeó internet como nadie e incluso aprovechó una pandemia para subir la fiebre, acentuada desde la ficción por una pelirroja aficionada a las pastillas y los gambitos. Hasta que Magnus Carlsen despertó a todos del sueño: «Me han hecho trampas y esto es muy serio», vino a decir el noruego, dispuesto a liderar la batalla contra un fraude que solía barrerse bajo los tableros. El ajedrez, último reducto del juego limpio, se resquebraj­aba en directo.

Al campeón le indignó perder contra un jovenzuelo de 19 años con mala fama y peores gestos. Abandonó el torneo de San Luis y se dejó ganar días después una partida por internet, de nuevo contra Hans Niemann.

Movió un caballo para esquivar la incomparec­encia y se rindió en señal de protesta. Si no les gustan sus principios, no tiene otros. Lo malo es que dejándose ganar corría el riesgo de adulterar la competició­n y, peor aún, desataba una caza de brujas contra un colega que es inocente mientras no se demuestre lo contrario.

Magnus escribió luego un comunicado ‘a prueba de abogados’ para justificar­se. No tiene pruebas, pero tampoco dudas► considera a Niemann un fullero y no puede sentarse tranquilo frente a alguien que ha confesado hacer trampas, aunque fuera de pequeño, por internet y sin dinero en juego. «Ha hecho más trampas y más recienteme­nte de las que admitió en público», afirma el número uno. «No quiero jugar contra gente que haya hecho trampas en el pasado porque no sé de lo que son capaces en el futuro», añadió.

Magnus ha abierto un caso digno de debatirse en los tribunales más altos, legales y morales► ¿tiene derecho a rehusar el enfrentami­ento por albergar sospechas o por los pecados prescritos del rival? El noruego explica que en la partida que perdió notó un comportami­ento inusual. Sus dudas parecen sinceras, pero también que se precipitó en la denuncia► «Tuve la impresión de que Niemann no estaba tenso o totalmente concentrad­o en posiciones críticas, mientras me superaba con negras de una manera que solo un puñado de jugadores puede hacer», alega.

Como es natural, el caso CarlsenNie­mann ha dividido los tableros. Grandes maestros y aficionado­s se reparten en dos bandos sin apenas dejar espacio a una tercera vía► que Niemann sea un tramposo y que Carlsen haya actuado mal, como autoprocla­mado sheriff en una ciudad sin ley. Garry Kasparov se lo ha recriminad­o y hay quien pide incluso un castigo para Magnus, por no respetar la presunción de inocencia y por señalar a un jugador joven cuyo futuro es incierto; mientras dure la incertidum­bre, casi ningún organizado­r lo invitará a sus torneos, aunque él está dispuesto a jugar desnudo. La propia Federación Internacio­nal de Ajedrez (FIDE) ha abierto una investigac­ión después de dar un pequeño tirón de orejas a Carlsen, pero parece difícil que vaya más lejos.

A Niemann lo miran todos con lupa. Un ejército de expertos rastrea sus partidas en busca de jugadas ‘de máquina’, fuera del alcance de la mente humana. De momento, no se han hallado evidencias delictivas incontesta­bles, pero sí una facilidad sorprenden­te para jugar ‘demasiado’ rápido en posiciones complejas. Por ahí huele mal, pero los métodos estadístic­os, que comparan las jugadas de los sospechoso­s con los de los ordenadore­s, no bastan para atrapar a un tramposo astuto, que solo ‘copie’ en las preguntas difíciles.

El gran maestro español Paco Vallejo, número uno de España, es de los que sospechan. «He visto algunas partidas asombrosas y de momento solo veo dos opciones► tiene el mayor talento de la historia o recibe ayuda externa». Entre sus seguidores, tres de cada cuatro apuestan por la segunda posibilida­d.

Sistemas de detección

En ese caso, ¿cómo pudo pasar Niemann los controles? En los grandes torneos, los jugadores se someten a un escáner electrónic­o. Otro análisis térmico impide, en teoría, esconder la más pequeña pieza de plástico en alguna parte del cuerpo, no digamos las famosas bolas vibradoras.

En realidad, hacer trampas en ajedrez es lo más fácil del mundo y por internet es una plaga casi imparable. Solo en las competicio­nes con medios se usa una doble cámara► la del ordenador que enfoca la cara del jugador y otra para ver la habitación de juego. Vallejo cree que incluso esos torneos deberían celebrarse en clubes vigilados. A los jugadores les piden a veces que enseñen algo concreto y están obligados a compartir con los árbitros la pantalla de su monitor, pero ninguna medida parece suficiente.

Las plataforma­s de juego tienen sus propios programas espía, que detectan si se utiliza otra aplicación durante la partida. Sus métodos son secretos y cada día expulsan de sus salas (Chess.com, Chess24, Lichess, ICC, ChessBase...) a cientos de tramposos, todo ello en partidas en las que solo está en juego el orgullo. Se sabe, por ejemplo, que pillaron a muchos que usaban un programa que colocaba siempre las piezas en el centro exacto de las casillas. Ninguna mano humana que maneje un ratón o utilice una tableta o un móvil es capaz de hacer esto tres veces seguidas, sin desviarse ni medio milímetro. Cuando esto se divulgó, los programas tramposos empezaron a simular también los movimiento­s humanos, más aleatorios e imperfecto­s en un sentido mecánico.

Deep Blue logró el hito de ganar a Kasparov hace un cuarto de siglo, pero era un mamotreto que no cabía en un minipiso. La inteligenc­ia artificial solo necesita ahora un teléfono barato para sembrar el pánico. La mayor dificultad para los tramposos es transmitir la partida –algo que hacen gratis algunas plataforma­s– y recibir las jugadas ganadoras con ayuda de algún cómplice.

La mejor arma contra el fraude es emitir las competicio­nes con retardo. El tramposo necesita entonces enviar él mismo la señal o contar con alguien del público o un entrenador, que sí ven la partida en directo. En este apartado, las medidas de seguridad son más laxas, de momento.

A partir de ahí, y dejando a un lado las apestosas bolas anales, la tecnología ofrece soluciones diabólicas. En las instalacio­nes militares de algunos países se ha detectado la utilizació­n de gafas de grafeno, con multitud de aplicacion­es. Un lector de documentos clasificad­os ya puede llevárselo­s ‘puestos’ por la patilla, nunca mejor dicho, sin necesidad de fotografia­rlos.

Tecnología para el mal

Al alcance de cualquiera

En internet se anuncian dispositiv­os indetectab­les, sistemas de transmisió­n de vídeo en tiempo real► «Nuestros clientes lo usan para copiar en exámenes, realizar funciones de vigilancia oculta, detectives privados, etcétera». Un botón de la camisa capta la señal. No es difícil imaginar su utilidad en un torneo de ajedrez. En el último CES de Las Vegas, la mayor feria tecnológic­a del mundo, se presentaro­n unas lentillas inteligent­es, que hacen mucho más que mejorar la vista del usuario.

Si esto va a más, el ajedrez clásico estaría herido de muerte y solo nos quedarían, con suerte, las partidas más rápidas, en las que en teoría no da tiempo a consultar con las máquinas.

Entretanto, Hans Niemann vuelve hoy mismo a los escenarios, ya que participa en el Campeonato de Estados Unidos, que se celebra de nuevo en San Luis, donde derrotó a Carlsen. Será un éxito de público.

En las próximas horas, Chess.com difundirá también un informe con nuevos datos sobre su propia investigac­ión sobre el caso. Se espera que aporten pruebas sobre sus acusacione­s anteriores, en las que decían que el joven estadounid­ense había hecho trampas más veces de las confesadas. Por si acaso, Hans Niemann lleva unos días muy callado.

¿Todo esto es malo para el ajedrez? No necesariam­ente. Si la cruzada de Carlsen encuentra el buen camino y sirve para que la FIDE se tome en serio el problema y disipe las sospechas, será una catarsis positiva, no solo la mayor crisis vivida en las últimas décadas por este juego milenario.

EN INTERNET SE ANUNCIAN APARATOS IMPOSIBLES DE DETECTAR, SISTEMAS DE TRANSMISIÓ­N DE VÍDEO PARA COPIAR EN EXÁMENES Y OTROS USOS ILÍCITOS

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Hans Niemann (arriba) ha sido acusado por Magnus Carlsen de hacer trampas más veces de las que ha confesado. El primero dice que solo lo hizo en internet, cuando tenía 12 y 16 años
¿QUIÉN ES LA VÍCTIMA? Hans Niemann (arriba) ha sido acusado por Magnus Carlsen de hacer trampas más veces de las que ha confesado. El primero dice que solo lo hizo en internet, cuando tenía 12 y 16 años
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