ABC (Andalucía)

Corea del Norte intimida a Japón con un misil que cruza su territorio

▶Los ciudadanos de Hokkaido se despertaro­n con las alarmas antiaéreas y mensajes en los móviles apremiando a cobijarse en los refugios

- PABLO M. DÍEZ CORRESPONS­AL EN ASIA

Entre la pandemia de Covid y la guerra de Ucrania, hace ya casi tres años que nadie le presta apenas atención a Kim Jong-un. Para volver a captar el interés de la comunidad internacio­nal, y sobre todo de Estados Unidos, Corea del Norte escaló ayer un grado en su ya tradiciona­l ‘diplomacia de los misiles’. Después de disparar siete proyectile­s de corto alcance desde el 25 de septiembre, el régimen comunista de Pyongyang subió su apuesta con un misil que atravesó Japón y voló 4.600 kilómetros antes de caer en el océano Pacífico. De todos los proyectile­s lanzados por Corea del Norte hasta ahora, es el que ha recorrido la mayor distancia y, si hubiera sido disparado en otra dirección, podría haber llegado hasta la isla de Guam, importante enclave militar de EE.UU. en el Pacífico.

Todo ello sin contar el miedo que metió en el cuerpo a los japoneses. En Hokkaido, la isla más al norte del archipiéla­go nipón y fronteriza con Rusia, se despertaro­n con el sonido de las alarmas antiaéreas y mensajes en los móviles apremiando a cobijarse en los refugios. Pero la alerta no se debía a un ataque de Rusia en medio del revuelto clima internacio­nal, sino a un misil de Corea del Norte.

Según informa la agencia de noticias Kyodo, un proyectil balístico de rango intermedio (IRBM, en sus siglas en inglés) atravesó el norte de Japón durante un minuto a las 7.30 de la mañana (0.30, hora peninsular española), desatando el miedo en Hokkaido y Aomori, la prefectura más septentrio­nal en la isla principal de Honshu. Tal y como detectó el Alto Mando Conjunto de Corea del Sur y Estados Unidos, el misil norcoreano fue lanzado desde Mupyongri, en la provincia nororienta­l de Jagang, a las 7.23 de la mañana, recoge la agencia Yonhap. Veintiún minutos más tarde, y tras cruzar los cielos de Japón, caía al Océano Pacífico después de recorrer unos 4.600 kilómetros y elevarse 970 kilómetros sobre la atmósfera a una velocidad máxima de Mach 17 por encima de la barrera del sonido.

Con esta nueva provocació­n, que vuelve a violar las resolucion­es de la ONU, Kim Jong-un redobla su reacción a las maniobras militares que llevaron a cabo la semana pasada Corea del Sur y EE.UU., en las que participó el portaavion­es Ronald Reagan, y al ejercicio trilateral antisubmar­ino en el que también intervino Japón. Además, la vicepresid­enta de EE.UU., Kamala Harris, viajó la semana pasada a Corea del Sur, donde visitó la Zona Desmilitar­izada del Paralelo 38 que hace de frontera con el Norte.

Hwasong-12

A pesar de la frecuencia con que Pyongyang suele lanzar sus proyectile­s, se trata de una escalada por el peligro que entraña atravesar el cielo de Japón, con la consiguien­te amenaza para su población. Una intimidaci­ón que Corea del Norte ya ha practicado siete veces, pero la última fue en septiembre de 2017. Aunque el régimen disparó en enero su último misil de rango intermedio, un proyectil del tipo Hwasong-12 que voló 800 kilómetros y alcanzó una altura máxima de 2.000, en esa ocasión no cruzó Japón. Con una trayectori­a elíptica para salir de la atmósfera y probar luego su reentrada sin desintegra­rse, todo apunta a que el proyectil de ayer era también un Hwasong-12 y no impactó contra ningún avión ni barco, cayendo al mayor fuera de la zona económica exclusiva de Japón.

En respuesta, Corea del Sur y EE.UU. desplegaro­n cuatro cazas F-15K y otros tantos F-16 que bombardear­on a modo de ensayo un objetivo en una isla deshabitad­a del mar Amarillo. Mientras el presidente surcoreano, Yook Suk-yeol, amenazaba con endurecer las sanciones a Pyongyang y la Casa Blanca condenaba la prueba, el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, expresaba su más «enérgica protesta» contra esta provocació­n «intolerabl­e». En Corea del Sur, el Alto Mando Conjunto reforzó «la vigilancia y el Ejército se mantiene totalmente preparado en estrecha colaboraci­ón con EE.UU.», informa Yonhap.

De todos los proyectile­s disparados por Kim Jong-un es el que recorre mayor distancia y pone a tiro la base de EE.UU. en Guam

El régimen norcoreano ya ha practicado esta provocació­n siete veces sobre el espacio aéreo nipón

Por si el mundo no tenía ya suficiente con la guerra de Ucrania y las amenazas de Putin, Kim Jong-un sigue llamando la atención con su ‘diplomacia de los misiles’ para retomar las estancadas conversaci­ones con Washington sobre desarme nuclear a cambio de reconocimi­ento diplomátic­o y ayuda económica. Al igual que ocurrió en 2017, cuando otro misil norcoreano sobrevoló Japón, el temor ahora es que el joven dictador siga elevando la mano y recurra a su ‘diplomacia atómica’ con un nuevo ensayo nuclear después de cinco años de pausa.

Washington, Seúl y Tokio temen que el siguiente paso de Kim Jong-un sea llevar a cabo un nuevo ensayo nuclear, que sería el séptimo ya. Así lo hizo en 2017 y consiguió reabrir las negociacio­nes con Corea del Sur y EE.UU., propiciand­o un deshielo que culminó con la histórica cumbre de Trump y Kim en Singapur en junio de 2018. Pero aquel acercamien­to acabó con el fracaso de su segundo encuentro en Vietnam en febrero de 2019, que estancó sus conversaci­ones sobre desarme nuclear a cambio de normalizar sus relaciones diplomátic­as y de recibir ayuda económica y humanitari­a. Entre 2006 y 2017, primero con el ‘Querido Líder’ Kim Jong-il y luego con su hijo, Corea del Norte llevó a cabo seis pruebas atómicas para demostrar su poder militar y disuadir a la Casa Blanca de un cambio de régimen. A pesar de la cascada de sanciones que sigue a cada ensayo nuclear y de misiles, Pyongyang se aferra a su «diplomacia atómica» para mantener su anacrónico y ruinoso sistema. Más aislada del mundo por la pandemia, Corea del Norte sobrevive gracias al apoyo de su exiguo comercio con China, que evitó condenar esta nueva provocació­n.

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// EFE Una pantalla gigante en Tokio muestra la trayectori­a del misil
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