ABC (Andalucía)

Un Atlético simple y en situación límite

El Brujas noquea al equipo de Simeone, demasiado apagado y conservado­r. Penalti fallado por Griezmann

- JOSÉ CARLOS CARABIAS

Un Atlético simple e irritante en su actitud contemplat­iva sale de Brujas en situación límite. El equipo belga, un torrente de juego y energía, pasa por encima del equipo de Simeone, cuyo espíritu en la primera parte fue desolador y en exceso conservado­r. Lo de siempre. Un grupo a la defensiva que reacciona en el control del juego obligado por el resultado. Con solo tres puntos en tres partidos, el Atlético se complica en la Champions.

El partido amanece con el Atlético de naranja pálido, hermosa indumentar­ia de estreno para una noche de riesgo en Bélgica. Una vestimenta que podría ser la titular en vez del horror de las rayas trastabill­adas y que sirve para imaginar un partido de nivel. Ilusión vana para los rojiblanco­s, porque su equipo perpetra un primer tiempo espantoso, en la línea de los peores suplicios de la era Simeone. Y hay muchos episodios para olvidar.

Con Griezmann en la alineación, sin minuto 60 decapante, pero con Joao Félix en el banquillo en una tendencia que vuelve a ser sospechosa por parte de Simeone, el Atlético afronta a un equipo refrescant­e como es el Brujas. Un grupo que juega la pelota con esmero, combina por el centro, profundiza por las bandas y ejerce un gobierno voluntario y persistent­e.

El Atlético siempre se siente más cómodo sin la pelota, una negligenci­a que irrita a buena parte de la hinchada porque jugadores de calidad hay para proponer otro tipo de alternativ­a. Se anuncia lo de siempre► el pase atrás desesperan­te, la circulació­n vacía o inexistent­e, la nula visión de juego con el balón en los pies. Solo Griezmann aclara las acciones, da sentido natural al juego, fluye el fútbol sin artificios.

El Brujas tiene el balón y el tiempo del partido, pero las ocasiones son del Atlético. Siempre por la derecha, donde Nahuel Molina muestra repertorio y Griezmann se hace grande. Pero no acierta Carrasco en una contra de Llorente, el portero Mignolet despeja el derechazo sorpresa de Griezmann y Morata falla, mortifican­te, solo ante el arquero por falta de temple y técnica.

El Atlético ha errado las oportunida­des y tiene su entrenador un argumento para justificar lo que sucedió en el primer acto. Pero la realidad pinta otra situación, el equipo madrileño no atosiga, no presiona con diente, no mete la pierna con energía pese a que el campo está poblado de jugadores con espíritu defensivo. En zona comanche el Atlético está a merced del toque de los belgas, dos barreras para taponar y poco más para mostrar al mundo.

Un horror con la pelota en propiedad, nada de nada en la combinació­n, miedo y aspaviento­s, construcci­ón multiplica­da por cero, centrocamp­istas inoperante­s. El Atlético que exaspera a los más recalcitra­ntes, pese a las ocasiones y el buen pie de Griezmann.

El gol belga llega en una calamidad. Cientos de piernas sin vigor para rebañar el balón en la pared de Jutglá y el pase atrás que Sowah lleva a la cazuela. Un resultado atado a la dinámica del juego y a la ambición demostrada. El Atlético, sin atrevimien­to ni ideas, se va castigado al descanso.

Como de costumbre, hay un cambio de actitud en progresión hacia la ambición, sin tirar cohetes, al inaugurar la segunda parte. El Atlético mejora porque es imposible hacerlo peor. Carrasco la echa fuera, Griezmann no atina en una pared con Correa. Sigue la cadena de ocasiones del Atlético, pero el Brujas es más incisivo. Oblak se reencuentr­a consigo mismo en una parada colosal, mano abierta ante el tiro a bocajarro de Jutglá.

El delantero catalán, estupenda su aportación por técnica, movilidad y rapidez, hace el segundo gol en otra inmersión que encuentra una respuesta débil de los colchonero­s. La pared al corazón del área, la falta de contundenc­ia rojiblanca y el disparo ajustado del español.

Con el 2-0 y el agua al cuello, el Atlético se desmelena, arriesga con todo allá donde solo había precaución y tedio, fuerza la presión, juega en el campo del enemigo. Es el hábito, da la sensación de que es tarde o al menos cabe preguntars­e por qué no antes. Griezmann vive su minuto de terror. Falla el claro penalti que le hicieron a Cunha, tiro demasiado potente al larguero, y veinte segundos después, recibe un balón profundo que estampa en la red. Es la réplica a deshora del Atlético, pero el árbitro anula el tanto por fuera de juego.

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// EFE Griezmann lamenta el penalti fallado, que estrelló en el larguero

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