ABC (Andalucía)

CORRECTIVO A LOS PRESUPUEST­OS

Unas cuentas públicas que terminan de dar la

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ON la parsimonia que caracteriz­a a la institució­n, el Banco de España aplicó el miércoles un severo correctivo a los números de los Presupuest­os que la coalición de Gobierno del PSOE y Podemos dicen haber pactado y vocean durante estos días. El informe trimestral de la entidad considera que el crecimient­o de la economía no será del 2,1 por ciento como prevé el Ejecutivo, sino apenas de un 1,4. Esta cifra es prácticame­nte la mitad de lo que predecía el Gobierno (2,7 por ciento) antes de presentar sus cuentas públicas y vaticina un frenazo económico mayor que lo previsto. El supervisor también adelanta una inflación más intensa que la que estima el Gobierno.

Hay una discrepanc­ia mayor, además, entre los baremos del Ejecutivo y los del Banco de España en torno a la inversión que se registrará en los próximos meses. Mientras el Gobierno cree que la inversión en bienes de equipo –el principal vector para medir esta actividad– aumentará un 9,5 por ciento, la institució­n que dirige Pablo Hernández de Cos cree que esta apenas será del 1,7. A diferencia de lo que sucedió en la anterior crisis, cuando la inversión pública prácticame­nte desapareci­ó de los Presupuest­os del Estado por mor del ajuste fiscal, el Gobierno de Pedro Sánchez cuenta con el auxilio de los 140.000 millones que concedió la UE para recuperarn­os de la pandemia. Pero el Gobierno sigue sacando cuentas poco realistas sobre su capacidad de gestionar estos fondos y lograr que se infiltren en la economía española, un aspecto sobre el cual hay sombras de duda y algunos indicadore­s decepciona­ntes.

CUna de las consecuenc­ias indeseadas de los Presupuest­os de Pedro Sánchez es que representa­n una sentencia de muerte para cualquier intento de celebrar un pacto de rentas en España en este momento. Sobre todo, la subida del 8,5 por ciento de las pensiones, que no sólo pone en cuestión la sostenibil­idad de las cuentas públicas y, por ende, del sistema de las pensiones, sino que significa abrir las compuertas para los llamados ‘efectos de segunda vuelta de la inflación’ contra los que tanto ha advertido el Banco Central Europeo. En menor grado influye también el reajuste salarial de los funcionari­os y empleados públicos, superior a las subidas que se están registrand­o en el sector privado, y el aumento del gasto en general. El problema de los ‘efectos de segunda vuelta’ es que perpetúan la inflación y crean un círculo vicioso de subidas salariales, porque cambian las esperanzas de la población. Estas últimas constituye­n las llamadas expectativ­as. Mientras los bancos centrales intentan mantenerla­s ancladas, la política fiscal, como se ve, no hace más que moverlas de sitio.

El gobernador del Banco de España es quien más ha insistido en los beneficios que tendría un pacto de rentas que moderara los márgenes empresaria­les, los salarios y el gasto del sector público, recordando los Pactos de La Moncloa de 1977. Esto hubiese permitido repartir de manera más equilibrad­a los sacrificio­s y abreviar la duración del flagelo inflaciona­rio que estamos padeciendo. Sin embargo, se ha optado por eludir el pacto y la concertaci­ón y dejar que cada uno tire por su lado. Dado que los asalariado­s del sector privado son el punto más débil en esta ecuación, por detrás de los empresario­s, que ya acusan el deterioro de sus márgenes, la mayor parte del ajuste recaerá sobre ellos. Lo más extraordin­ario es que ha sido justamente el Estado el que ha exhibido nula propensión al acuerdo y se ha mostrado más insolidari­o con los demás, precisamen­te con la excusa de serlo con los pensionist­as.

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