Cataluña: misión imposible
Soy catalán por haber nacido en Barcelona, donde me formé como doctor Ingeniero Industrial, trasladándome a Madrid cuando tenía 34 años para concurrir y ganar las oposiciones al Cuerpo Superior de Ingenieros Industriales al servicio del Ministerio de Industria. Las tres cuartas partes de mis apellidos son catalanes, remontándose todos ellos al siglo XIII –de lo cual no puede envanecerse el separatista catalán Romeva, nacido en el distrito madrileño de Chamberí–.
Mi sorpresa es que Cataluña aspire a la independencia, dando la espalda al resto del Estado español, a sabiendas de que ello es totalmente imposible. En efecto, ello supondría renunciar aquélla a su mar territorial, pues éste pertenece al Estado español y no a las regiones ribereñas, de conformidad a lo establecido en las leyes internacionales sobre esta materia.
El mar territorial es un espacio marítimo adyacente al territorio de un
Estado, donde sólo éste ejerce su soberanía absoluta, que alcanza el espacio aéreo, el lecho y el subsuelo, con una extensión de hasta 12 millas (22,2 Km) a partir de las líneas de base. Se considera zona de servicio de los puertos de competencia estatal –como son los de Barcelona y Tarragona– el conjunto de los espacios de tierra incluidos en la zona de servicio ya existente a la entrada en vigor de la ley internacional que rige en la actualidad.
La pertenencia de España a la UE presupone que las aguas territoriales españolas forman parte de las de la citada Unión. Por consiguiente, si Cataluña consiguiera –es un decir– desgajarse del resto de España, perdería el acceso a dichas aguas territoriales, así como el acceso portuario.
En cualquier caso, la UE no consentiría la independencia de Cataluña, pues sentaría un inaceptable