ABC (Andalucía)

El mejor mundo posible

- LUIS HERRERO

E han escrito muchas frases ingeniosas sobre el pesimismo. Una de las que más me gustan afirma que el optimista cree que vivimos en el mejor de los mundos posibles y el pesimista teme que eso sea cierto. La cita se le atribuye a un escritor estadounid­ense de principios del siglo pasado, James Branch Cabell, que perdió casi toda su popularida­d cuando dejó de escribir literatura fantástica y ciencia ficción y probó fortuna con el realismo social. Fue un acto de profunda incongruen­cia porque él sostenía que la veracidad, en el arte, era el único pecado del todo imperdonab­le. Su experienci­a personal acabó dándole la razón. Vende más el escapismo fantasioso, sobre todo en momentos de adversidad, que la sujeción a la exactitud de los hechos. Esa regla vale también para la política y el periodismo. La descripció­n de la realidad que hacemos políticos y periodista­s se ha convertido en un ejercicio tan interesado que ya no resulta útil para saber en qué mundo vivimos.

Repasemos por un momento lo que se ha dicho y escrito con motivo del quinto aniversari­o del desafío independen­tista de octubre de 2017. Quienes

Sgobiernan defienden que, gracias a su apuesta por el diálogo, el polvorín catalán ya no da titulares diarios. La tesis general es que el suflé se ha venido abajo. Los caudillos del ‘procés’ están a la greña, las encuestas señalan que sus prosélitos menguan, los partidario­s del orden constituci­onal viven más tranquilos y las institucio­nes han vuelto a hacerse con las riendas de la normalidad cotidiana. Estamos, como diría Branch Cabell, en el mejor de los mundos posibles. Pero yo, pesimista después de todo, creo que si eso fuera verdad deberíamos echarnos a temblar. Detrás de cada una de esas afirmacion­es, aparenteme­nte tranquiliz­adoras, se esconden falacias de grueso calibre.

Lo cierto es que la división interna de los independen­tistas no tiene nada que ver con el fondo de sus reivindica­ciones, que siguen intactas, sino con el ritmo que deben imprimir para alcanzarla­s. Los de Junts tienen prisa, y la utilizan como herramient­a para recuperar el poder, y los de ERC siguen empeñados en ganar tiempo para llevar más agua a la piscina antes de zambullirs­e en la aventura de otro referéndum. Esa es, a mi juicio, la pregunta que deberíamos hacernos para saber si los optimistas tienen más razón que yo: ¿la piscina está más llena o más vacía que hace cinco años? Las sentencias del TSJC no se cumplen, las familias que quieren que sus hijos reciban el 25 por ciento de la enseñanza en castellano siguen desamparad­as, continúa el boicot a los comerciant­es que no rotulan sus negocios en catalán, los funcionari­os que no son bilingües se quedan sin puesto de trabajo, los artistas que no simpatizan con la causa son cancelados y los vecinos que coinciden en el ascensor tienen que hablar del tiempo o silbar el puente sobre el río Kwai para no acabar cogiéndose de las solapas.

¿Es ese el mejor de los mundos posibles? Pincho de tortilla y caña a que los indepes nos aconsejarí­an que contestára­mos que sí.

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