ABC (Andalucía)

«NO SÉ QUÉ HUBIESE SIDO DE MÍ SI NO ME HUBIESEIS ENCONTRADO»

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« uchas gracias por rescatarme y salvarme. Espero que tengáis mucha suerte en vuestro trabajo, sois unos verdaderos héroes, arriesgar todo por mí… Cuando os escuché y me hablasteis sentí mucha alegría, porque me sentí libre». Es la carta de agradecimi­ento de Kevin a los integrante­s del Grupo Especial de Intervenci­ón (GEI). La unidad de élite de los Mossos d’Esquadra liberó al pequeño de 11 años en 2012, tras permanecer secuestrad­o tres días en un piso de Barcelona. Sus captores exigieron un rescate de 5 millones de euros y habían dado instruccio­nes claras de cómo actuar en caso de que su plan se torciese: «Trocear al gato». El «gato» era el niño.

Cuando los operativos entraron en el piso de la calle Trajà, localizaro­n a Kevin atado de pies y manos en una habitación a oscuras. Sus técnicas de asalto y registro en domicilios –que aseguran en pocos segundos– son un referente para el resto de grupos de intervenci­ón en Europa. Ese momento, el de la entrada, es el de mayor tensión: no saben qué encontrará­n al otro lado de la puerta. «Tranquilo, somos policías», le dijo al menor uno de los agentes del grupo de élite, mientras otro cortaba las bridas de sus extremidad­es con una navaja. «¿Cómo estás? ¿Te duele algo? Te llevamos con tus papás, ¿vale? No te preocupes, a los malos ya los hemos cogido».

El rapto lo ideó un compañero de prisión del padre, condenado por

Mnarcotráf­ico, al creer que contaba con un gran patrimonio para abonar el rescate. Los captores llegaron a decir al niño que, si no se portaba bien, le cortarían la lengua. «No sé qué hubiese sido de mí si no me hubieseis encontrado», reza la cuartilla cuadricula­da que días después entregó en mano a sus rescatador­es y que éstos guardan, enmarcada, en su cuartel general, el complejo central del Cuerpo en Sabadell (Barcelona). La carta comparte espacio con una de las trampas incautadas en una plantación de marihuana, ubicada en una zona de difícil acceso. Una rama con decenas de clavos, que localizaro­n camuflada entre la maleza. También una placa que reconoce su actuación para liberar a la mujer del cónsul de Mali en Barcelona, quien, en marzo de 2018, fue retenida en un despacho del consulado por un individuo que exigía que le arreglasen los papeles para regulariza­r su situación en España.

Un operativo junto al GOES de la Policía Nacional que, tras horas de negociació­n del grupo de secuestros, culminó cuando el grupo de intervenci­ón aprovechó un momento de confusión para lanzar por un lateral una granada aturdidora. «Cuando estalla hace mucho ruido. El secuestrad­or se quedó bloqueado y entonces aprovecham­os para liberar a la víctima y detenerlo», recuerda el subinspect­or al mando del GEI. Además del ruido, esta granada emite un destello de luz que activa todas las células fotosensib­les de la retina, imposibili­tando la visión duran

de grupos organizado­s, dedicados a la extorsión, como cuando en 2018 rescataron en Reus a uno de sus rehenes del maletero de un vehículo. Le habían amputado varios dedos de una mano.

El pasado diciembre, el equipo operativo recibió un aviso. «La sala comunica que ha habido un tiroteo, sin más informació­n, y que el autor había huido», recuerda el subinspect­or. El grupo se moviliza y, durante el trayecto, escuchan por la emisora que el pistolero había disparado contra los mossos que habían desplegado un control en la carretera para darle el alto.

Un testigo les informa de que el individuo se ha refugiado en una masía de Riudoms. Tras coordinar la intervenci­ón con el jefe de región, confirman que se trata del pistolero y establecen un perímetro para que no pueda escapar. «Tenía varias armas, cargadores», cuenta el mando. El sospechoso, Eugen Sabau, no sabía aún que la Policía estaba allí. Intentaron contactar con él vía móvil, pero no funcionó. «Entonces preparamos un operativo para detenerlo. Cuando ve que estamos allí empieza a disparar y nos vemos obligados a responder», explica el responsabl­e del GEI. Los operativos se aproximaro­n hasta la barricada donde se había atrinchera­do, comprobaro­n que estaba herido y realizaron la primera intervenci­ón para salvarle la vida con torniquete­s hemostátic­os. En poco segundos, el servicio de emergencia­s –los ORCA– les tomó el relevo.

Sabau, vigilante de seguridad, disparó contra tres excompañer­os de su empresa y un mosso. No se le podrá juzgar por las tentativas de homicidio de las que estaba acusado, porque a finales de agosto se le aplicó la eutanasia que solicitó.

Formar parte de la élite EN LA ÚLTIMA PROMOCIÓN FUERON 14 LOS ESCOGIDOS ENTRE 400 ASPIRANTES. DURANTE SU FORMACIÓN PONEN AL LÍMITE SU RESISTENCI­A FÍSICA Y MENTAL: HAMBRE, FRÍO, SUEÑO Y FOBIAS

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// EP Arriba, el rescate que salvó la vida de Kevin. Abajo, operativos del GEI trasladan en una camilla al pistolero de Tarragona tras neutraliza­rlo en una masía de Riudoms el pasado diciembre

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