ABC (Andalucía)

Un cierre en falso que empodera a Buxadé

- ANA I. SÁNCHEZ

Es probable que la salida de Javier Ortega Smith de la secretaría general de Vox no sea el último capítulo de la crisis interna que vive la formación. Santiago Abascal confía en que retirar a su amigo de la gestión nacional evitará que en el futuro se puedan producir casos similares al de Macarena Olona, o otros derivados de prácticas cuestionad­as a nivel interno. Pero esa empresa no va a resultar fácil de conseguir para el joven Ignacio Garriga, elegido para sustituir a Ortega Smith.

Dos son los motivos. El más banal es físico. El nuevo secretario general de Vox va a tener que compaginar esta tarea con otra que no permite ni un solo segundo de descuido: seguir siendo el líder de su partido en la región más difícil, Cataluña. El problema no es la distancia que existe entre Madrid y aquella autonomía sino el elevado volumen de trabajo que requiere hacer frente a un gobierno independen­tista que cuestiona y ataca los derechos de más de la mitad de la población, a la que precisamen­te Garriga prometió defender. Vox arrolló al Partido Popular y a Ciudadanos en las últimas elecciones catalanas (febrero de 2021). De hecho, no solo les adelantó sino que logró más diputados (11) que la suma de aquellos dos. Y aunque se encuentra a mucha distancia de los socialista­s catalanes, ERC y Junts, el partido de Santiago Abascal es la cuarta fuerza política de aquel Parlamento e Ignacio Garriga es su portavoz. Si de algo se jacta Vox es de cumplir la palabra dada a sus votantes por lo que no cabe que Garriga abandone esa posición tan solo año y medio después de haberla asumido.

La segunda razón que hace pensar en que el relevo puede terminar cerrando en falso la crisis de Vox es una cuestión de filiación. Del perfil del nuevo número dos destaca su juventud (35 años) y el haber crecido políticame­nte al calor del tándem formado por Ortega Smith y Jorge Buxadé (portavoz y vicepresid­ente de la formación). Dentro del partido hay quien le señala como el protegido de este último con el que comparte no solo el origen catalán sino su cercanía al Opus Dei, admiración por la disciplina castrense a la hora de dirigir y una posición política más extremada que la de otros cargos del partido como Iván Espinosa de los Monteros (portavoz en el Congreso), situado en una órbita más liberal.

A esta filiación hay que añadir que Garriga carece de equipo en Madrid y que el plan, al menos el conocido ayer, es que herede el equipo de Ortega Smith. No hay más cambios en la estructura organizati­va y eso implica que el número dos del anterior secretario general, Tomás Fernández Ríos, continúe en su puesto.

No es un detalle menor porque quienes cargan contra Ortega Smith por gestionar el partido ‘manu militari’ también dirigen su munición hacia su equipo más directo. A Fernández Ríos, vicesecret­ario de Organizaci­ón, se le achaca, por ejemplo, el haber tejido una red de delegados territoria­les encargada de comunicarl­e cualquier conato de crítica hacia la dirección nacional, y ser el brazo ejecutor –en el mal sentido– del anterior secretario general.

Hay una pregunta lógica ante el movimiento de ayer. ¿Si el nuevo secretario general es un hombre de Buxadé y éste sale empoderado con el relevo, por qué Abascal no le dio la secretaría general al portavoz? Hay varias versiones aunque la más lógica es que el presidente de Vox conoce que Buxadé genera las mismas fobias que Ortega Smith. «Abascal ha buscado un cambio que no subleve a nadie. Garriga es un hombre de Buxadé pero no es Buxadé», comentaba ayer un cargo del partido, conocedor de los difíciles equilibrio­s internos con los que convive el presidente. Un cambio, por tanto, para cambiar muy poco.

Garriga ha crecido en el partido al calor del portavoz, con el que comparte posiciones políticas escoradas

El nuevo secretario general de Vox hereda el equipo de su predecesor al no haber más relevos en la estructura

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