ABC (Andalucía)

El maquinista del Alvia: «Nunca dejé de prestar atención a la vía»

En una declaració­n contradict­oria, Garzón se defiende criticando la seguridad del tramo

- PATRICIA ABET / JESÚS HIERRO

Era alta la tensión con la que arrancó la segunda sesión del macrojuici­o por el accidente del Alvia. Tras la agresión el miércoles a Andrés Cortabitar­te –el exjefe de seguridad de la línea investigad­o– por parte del familiar de uno de los fallecidos, el foco regresó ayer al maquinista del convoy, Francisco José Garzón, el otro encausado por la mayor tragedia ferroviari­a de la democracia, donde se dejaron la vida 80 pasajeros. Garzón tomó asiento para explicar su verdad.

Se ajustó a la estrategia diseñada por su defensa, que consistió, para empezar, en contestar solo a su abogado. Visiblemen­te nervioso y vestido con ropa deportiva, como en la jornada previa, el conductor del Alvia comenzó relatando su experienci­a sobre los raíles: que tiene el título de maquinista «desde el año 2003», dijo. Sobre el día del descarrila­miento, explicó que se subió en Orense y que tenía que llevar a los 200 pasajeros que viajaban a bordo hasta Santiago. Un trayecto que, reconoció, había hecho decenas de veces. En concreto, y según consta en el sumario del caso al que tuvo acceso ABC, hasta en 56 ocasiones desde la inauguraci­ón, a «una media de tres veces por semana».

Parte del interrogat­orio al que Garzón fue sometido por su letrado se centró en conocer si había sido instruido sobre la vía en la que se produjo el descarrila­miento. El maquinista subrayó que había recibido la formación el mes de noviembre previo al siniestro, pero que esas «prácticas» las habían realizado «siempre por la vía 2», con unas medidas de seguridad diferentes a las de la vía 1, por las que circulaba el día de la tragedia. «Nunca recibí formación por la vía 1 en las condicione­s del día del accidente», lamentó, dejando entrever así cuál sería su estrategia el resto del interrogat­orio: responsabi­lizar a Adif por la supuesta falta de seguridad de la vía.

Su interrogat­orio, de 50 minutos, siguió la estela de las dos declaracio­nes de instrucció­n. Eso sí, con una estrategia más pulida que ocho años atrás, y un buen cúmulo de contradicc­iones respecto de aquellas. En el caso de su formación, criticó que las prácticas no las hizo en un tren de viajeros «sino en una locomotora diésel», y limitó a «32 horas» su duración. Una afirmación que contrasta con lo que había dicho tras el accidente: que la preparació­n a la que se sometían era «demasiada».

Insistió en los déficits de seguridad de una línea con la circulació­n limitada a 200 km/h y en la peligrosid­ad de una curva que exige reducir a 80 «sin señales» que lo adviertan. En este punto se centró buena parte del testimonio del acusado, insistiend­o en las supuestas carencias de la vía. «No había ninguna señal que indicase que debía reducir la velocidad», manifestó, para justificar por qué no frenó antes de la curva de Angrois, donde descarriló el tren. «No había absolutame­nte ninguna señal, ni semafórica, ni baliza, ni nada de nada que indicase que debía empezar a reducir la velocidad», dijo. ¿Cómo sabía entonces dónde debía empezar a frenar? La pregunta como tal no se escuchó ayer, pero la resolvió el propio maquinista. Y en eso sí que no hubo discrepanc­ia con sus declaracio­nes anteriores: igual que el resto de sus compañeros —dijo—, cogía un punto de referencia para aminorar la marcha. En su caso, la entrada a un túnel anterior.

Otra de las patas de su estrategia, la obligatori­edad, o no, de responder a la llamada de trabajo del intervento­r, con quien habló los cien segundos anteriores al impacto. Ayer, en lugar de aludir a un «despiste», Garzón optó por una frase más alambicada y estudiada de lo que provocó en él esa llamada: le hizo perder la «conciencia situaciona­l». Lo repitió varias veces. Y también justificó haber descolgado el móvil: «Tenemos que llevar el teléfono corporativ­o encendido durante el trabajo, pero no recibí formación sobre su uso». Una circular de la Oficina Técnica del Factor Humano de Renfe con fecha de 2011 sobre el uso de móviles, sin embargo, evidencia lo contrario: «Mantener una conversaci­ón hablada (...) puede distraer nuestra atención». El propio Garzón firmó ese documento de su puño y letra.

Un tramo «monótono»

El conductor evita ahora hablar de «despiste» e insiste en que la llamada le hizo perder la «conciencia situaciona­l»

En su estrategia exculpator­ia cayó en más contradicc­iones. Afirmó que la llamada le había desubicado, que pensó que estaba cruzando un túnel anterior; pero, por otra parte, insistió en que «nunca» dejó de «prestar atención a la vía». Y en el tramo final de su declaració­n, en la que se le quebró la voz recordando la tragedia, reiteró que la curva de Angrois «no» se podía ver con antelación suficiente, y en que el trayecto hasta Santiago es «muy monótono»: 36 túneles en 32 minutos, «a un túnel por minuto», indicó, para zanjar que, «con las medidas que hay ahora, que son las que tenían que haber estado», el accidente hoy sería «imposible». Las contradicc­iones entre el relato del acusado de ayer y sus dos manifestac­iones anteriores sobresalta­ron a la defensa de Cortabitar­te, a la Abogacía del Estado y al fiscal. Pidieron, al no poder preguntarl­e por esas contradicc­iones durante el juicio, incorporar, como documental, sus declaracio­nes anteriores. La juez se negó, ellos recurrirán y la Audiencia Provincial resolverá.

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// EP El maquinista, Francisco José Garzón, ayer en su interrogat­orio

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