ABC (Andalucía)

Las filtracion­es de la CIA abren grietas entre Washington y Kiev

∑Moscú recibe con satisfacci­ón las conclusion­es de EE.UU. de que el Gobierno de Ucrania estuvo detrás del atentado contra la hija del ideólogo de Putin, Alexander Duguin

- JAVIER ANSORENA

Desde el comienzo de la agresión de Rusia a Ucrania, EE.UU. ha mostrado un apoyo inquebrant­able al Gobierno de Kiev. La Administra­ción Biden ha liderado la respuesta de la comunidad internacio­nal a la invasión, ha armado hasta los dientes al Ejército ucraniano –ha enviado casi 17.000 millones de dólares en ayuda militar– y ha suministra­do inteligenc­ia sobre las posiciones y actividade­s de las fuerzas rusas muy valiosa para ganar ventaja en el frente.

El apoyo se ha reiterado una y otra vez, en las abundantes llamadas entre los presidente­s de ambos países, Biden y Zelenski, y en los contactos oficiales entre sus jefes diplomátic­os y líderes militares. De puertas adentro, sin embargo, Washington ha expresado su frustració­n a Kiev por la falta de transparen­cia sobre sus planes militares y sus operacione­s encubierta­s. De forma paradójica, EE.UU. conocía con más cercanía los movimiento­s militares de Rusia –tiene inteligenc­ia extensiva al respecto– que los de su aliado.

Daño colateral

Esta incomodida­d no se había expresado de forma pública con claridad hasta ahora. Pero la paciencia de la Administra­ción Biden se ha rebasado con el atentado a Daria Dúguina el pasado agosto en Moscú. Dúguina es hija de Alexander Duguin, un agitador ultranacio­nalista, aliado férreo de Vladímir Putin, ideólogo de la Rusia imperial y defensor de una respuesta agresiva hacia Ucrania. Su hija murió por una bomba instalada en su coche, pero todo hace pensar que el objetivo del ataque era él.

Esta semana, EE.UU. ha filtrado a través de ‘The New York Times’ que su inteligenc­ia ha concluido que el Gobierno de Ucrania estuvo detrás del ataque. Desde el principio, el régimen de Putin determinó que el atentado era obra de los «servicios especiales ucranianos» y acusaron a una mujer ucraniana de colocar la bomba y huir después a Estonia. Hubo otras versiones, como que los responsabl­es fueron miembros del llamado Ejército Nacional Republican­o, que se atribuyero­n el atentado. Kiev negó en todo momento su participac­ión. Mijailo Podoliak, asesor de Zelenski, aseguró que las acusacione­s de Moscú reflejaban el «mundo de ficción» en el que vive el Gobierno de Putin. La conclusión de EE.UU. es que al menos parte del Gobierno de Zelenski autorizó la operación, aunque no tiene certidumbr­e sobre si el propio presidente ucraniano participó en la decisión.

Más fuego al conflicto

La filtración podría ser un castigo frente a una operación que Washington ve con malos ojos, por la posibilida­d de echar todavía más fuego al conflicto. Después del atentado, las autoridade­s estadounid­enses reprendier­on a sus socios ucranianos por la operación.

Desde el comienzo de la guerra, la Administra­ción Biden busca un equilibrio de ofrecer un soporte decidido a Ucrania en el frente, pero sin que le lleve a una confrontac­ión directa con Rusia. Por esa razón se ha negado al envío de ciertos armamentos –como los cazas de combate que exigía Kiev para proteger sus cielos– y no ha ofrecido inteligenc­ia sobre altos cargos rusos para cometer ataques encubierto­s como el de Dúguina.

Ucrania ha perpetrado otras operacione­s encubierta­s, como ataques a depósitos de municiones o sabotajes en zonas fronteriza­s rusas. Por ejemplo, en Crimea, el territorio de Ucrania que Rusia anexionó en 2014, o en la ciudad rusa de Belgorod, cerca de la ucraniana Járkov.

El coche bomba a Dúguina, del que Washington no tuvo informació­n sobre su preparació­n, ha sido la operación de este tipo de mayor calado y ha abierto al puerta a respuestas similares por parte de Moscú contra altos cargos y personalid­ades ucranianas.

A juicio del Kremlin, es «positivo» que la inteligenc­ia de EE.UU. haya situado al Gobierno ucraniano detrás del atentado, informa desde Moscú. Comentando la filtración publicada por el diario neoyorquin­o, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, dijo

Rafael Mañueco

ayer a los periodista­s que «si esto no es falso, ya que después de todo vivimos en un mundo de falsificac­iones, es en efecto positivo que la inteligenc­ia estadounid­ense esté de acuerdo con esa versión», aunque, según su opinión, «se han dado cuenta un poco tarde, pero bueno, están de acuerdo» con la apreciació­n avanzada en su día por los servicios secretos rusos.

«Quiero creer que esto no sea un intento de nuestros colegas estadounid­enses, que en poder de cierta informació­n, pretendan liberarse de la responsabi­lidad de los preparativ­os de futuros actos terrorista­s en los que el Estado ucraniano, el régimen ucraniano pueda participar», agregó Peskov.

Ucrania vuelve a negarlo

Ucrania, a través del secretario del Consejo Nacional de Seguridad, Oleksei Danilov, volvió a negar esta semana la implicació­n de su Gobierno: «No tenemos nada que ver con el asesinato de esa mujer».

El enfado que denota la filtración a ‘The New York Times’ no ha impedido la persistenc­ia de la colaboraci­ón entre EE.UU. y Ucrania. Un alto cargo ucraniano aseguró ayer a la cadena CNN que el asunto no fue tratado en la reunión de esta semana en Estambul entre el asesor de seguridad nacional de Biden, Jake Sullivan, y el jefe de gabinete de Zelenski, Andrei Yermak. La Casa Blanca tampoco reveló si Biden y Zelenski, que han hablado por teléfono esta semana, trataron sobre la filtración.

Según la informació­n oficial, por ahora esta Comunidad Política es «una plataforma de coordinaci­ón política que no reemplaza ninguna organizaci­ón, estructura o proceso existente y tampoco pretende crear otros nuevos en esta etapa». Es decir, se trata de un foro que idealmente puede reunirse dos veces al año y en el que se discuten aspectos de coordinaci­ón genérica sobre asuntos de actualidad. Por ejemplo, en esta primera reunión se hablará de la guerra de Ucrania y de la crisis energética en el continente.

La cuestión de si se trata de la antesala o la sala de espera de la UE no parece la más exacta, porque el proceso de ingreso es único para cada país y, por otro lado, parece claro para todos que no puede haber una nueva ampliación de la Unión si no se cambian antes los Tratados para impedir que las institucio­nes se bloqueasen. El debate sobre la incorporac­ión de nuevos países divide profundame­nte a los Veintisiet­e, mientras que la idea de esta Comunidad Política Europea se ha abierto paso en cuestión de meses. Segurament­e porque más bien se trata de una versión imaginativ­a del sempiterno concepto de la Europa a dos velocidade­s, una que camina hacia una integració­n cada vez más intensa y otra en la que orbitan aquellos países que solo se interesan por la cooperació­n genérica en áreas de interés mutuo. El hecho de que Liz Truss haya aceptado volver a una reunión europea bajo esta fórmula es bastante ilustrativ­o, porque podría considerar­se también como una Europa a medida para el Reino Unido.

Plataforma para Ankara

Para otros países como Turquía, que tiene ambiciones hegemónica­s en la zona del Mediterrán­eo Oriental y el Cáucaso, esta también es una plataforma que le puede permitir expandir su influencia. De hecho, se propone aprovechar la ocasión para celebrar una reunión con el presidente armenio, país con el que mantiene cerrada la frontera, de la mano de su principal aliado en la zona, Azerbaiyán.

El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, dijo que la reunión era muy importante para todos los países que «compartimo­s el mismo continente y enfrentamo­s los mismos desafíos». El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, saludó por su parte la posibilida­d de «construir una nueva estructura de seguridad en Europa», teniendo en cuenta que muchos de los países que participan de esta iniciativa y que no son miembros de la UE lo son de la OTAN. Borrell también dejó claro que por ahora «esto tiene que hacerse sin Rusia. No porque no queramos que Rusia sea parte de Europa, sino porque Putin se ha excluido a sí mismo de la comunidad europea».

La parte menos vistosa de la reunión es que no se había previsto que hubiera una declaració­n final ni que se creasen estructura­s legales o siquiera administra­tivas para este proyecto de organizaci­ón. Los líderes europeos se quedan hoy en Praga para celebrar el consejo europeo informal.

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// REUTERS Cruce de un subterráne­o durante una alerta aérea en Zaporiyia
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// AFP El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en Kiev
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