Cinco pies
Si la fotografía nos fascina es porque funciona igual que la memoria; el tiempo queda abolido y el pasado se convierte en un eterno presente
LO importante no es la cámara, sino el ojo. La frase es del fotógrafo alemán Alfred Eisenstaedt. La fotografía es el arte de la mirada, un género que detiene el movimiento y fija en una imagen el devenir incesante del tiempo. Escribía Susan Sontag que la fotografía es una trampa en la medida que abstrae la realidad y la neutraliza. Una imagen puede transformar el dolor humano en pura estética. Esto es lo que estamos viendo en la guerra de Ucrania, donde la devastación se ha convertido en espectáculo.
Las fotografías de la voladura del puente de Kerch en Crimea envuelto en las llamas y con lenguas de humo elevándose hacia el cielo suscitan el mismo sentimiento que una ópera wagneriana en la que la caída de los dioses proporciona un deleite estético.
Si la fotografía nos fascina y nos seduce es porque funciona igual que la memoria. Ambas crean la ilusión de atrapar el instante y fijar la huidiza realidad. El tiempo queda abolido y el pasado se convierte en un eterno presente, generando la sensación de inmortalidad. A través de la cámara, no vemos lo que hay sino lo que el encuadre y la luz recrean para nuestros ojos. Un puro espejismo de la mirada, indefensa ante la evidencia apabullante de las imágenes.
En este sentido, hay una foto de Francesc Català-Roca en la que aparecen cinco pies de personas que están sentadas sobre unos tablones. Está tomada en 1954 en un pueblo de Cuenca. El principal elemento de perplejidad que suscita es dónde está el sexto pie que no se muestra en la representación.
Nada sabemos de las personas a las que corresponden esos pies, ni el momento ni las circunstancias en la que fue captada. Ni siquiera se nos ofrece ninguna pista sobre el entorno. Es una pura abstracción, pero a la vez nada más real que esas extremidades cuya evidencia es tan física como las teclas del ordenador en el que estoy escribiendo.
Muchas de las imágenes tomadas por el fotógrafo catalán, fallecido en 1998, crean esa sensación de engañosa realidad. Él mismo subrayaba que su arte era puramente documental cuando es más cierto que reinventaba el mundo con su mirada. Nada hay, nada, de fidedigno en sus prodigiosas imágenes. Son puro artificio, arte en el sentido anglosajón de dominio de una técnica.
Los cinco pies de Català-Roca expresan el carácter ilusorio de la fotografía al que hace referencia Susan Sontag. Y plantean el interrogante metafísico sobre la naturaleza de lo real y si resulta posible captar la esencia de las cosas. Hume y Kant creían que el conocimiento humano no puede acceder a las causas últimas de lo que percibimos. Es en el poder de seducción de la cámara donde reside su mayor peligro: el de hacernos confundir lo que vemos con lo que es. Ya lo afirmaba Kundera: la memoria no guarda películas, guarda fotografías. Yo diría que tiempo.