La nueva clase
Los dispendios que se está permitiendo el señor presidente sobrepasan con mucho lo que va a llegar de Bruselas
Y Aconocemos la última triquiñuela de Pedro Sánchez: se ha inventado una nueva clase a su disposición, la media-trabajadora. O se la han inventado, porque ideas propias no tiene, vive de las ajenas que adopta y adapta a sus conveniencias. Como las cosas se le están poniendo mal, no se anda con chiquitas y arrambla con dos clases sociales a la vez pese a meter la pata, semánticamente, pues da la impresión de que por un lado están los trabajadores, ya domesticados con un Podemos que ha encontrado gusto a las poltronas y está dispuesto a tragar sapos con tal de seguir en ellas, y por el otro, la clase media para la que trabajan esos trabajadores en sus empresas grandes o pequeñas, hasta ahora enfrentadas, aparte del funcionariado con sus ínfulas burguesas. Conviene decir que clase media no la hubo en España hasta los años sesenta del pasado siglo, cuando nuestra economía, impulsada por tres vientos, el reajuste de la peseta a su valor real, las inversiones extranjeras que empezaron a llegar con el dinero norteamericano de las bases y las remesas de divisas que enviaban nuestros trabajadores en el extranjero. Nada de extraño que en esa década nuestro índice de crecimiento solo fue superado por el de Japón y sirviera de cimiento al desplegado durante la Transición, una vez visto que se hacía pacíficamente.
El problema hoy es muy distinto. Como en el mundo entero. No hace falta que les enumere las crisis que aquejan, no ya a nuestro país, sino a Europa, Asia y América. Sobran conflictos y falta dinero. Sobre ellos va a derramar nuestro presidente los manguerazos que le llegan de Bruselas, que deben de permitirnos sobrevivir un otoño y un invierno que se presentan tan atroces como lo fueron la primavera y el verano. ¿Llegarán?
Antes de contestar a esta pregunta, que nadie puede responder con certeza, permítanme un par de reflexiones sobre el dinero, que es el que está al fondo del asunto. El dinero que recibe un agricultor, un fabricante o un experto en cualquier actividad viene avalado por un producto que se consume o exporta, pero el dinero regalado como el maná que mantuvo a los israelíes cuarenta años en el desierto mano sobre mano, no produce nada. Tuvieron que llegar a la tierra prometida para ponerse a hacer país y luchar por él, en lo que aún están. Algo bastante parecido ocurrió con los ERE andaluces, dinero destinado a los parados, a no ser que las juergas que se corrieron con ellos se tomen como actividad laboral y se olviden las sentencias judiciales que intentan anularse. Aparte de que los dispendios que se está permitiendo el señor presidente sobrepasan con mucho lo que va a llegar de Bruselas. Con decir que la subida de las pensiones va a llevarse un tercio del mismo está dicho todo. Por no hablar de lo que se está llevando la inflación.