ABC (Andalucía)

El relevo de obispos se atasca por el intento de control en los nombramien­tos

La creación de una insólita ‘comisión de ayuda al nuncio’ condiciona el proceso

- JOSÉ RAMÓN NAVARRO PAREJA

Si los rumores que circulan hasta por la última parroquia de la diócesis son ciertos, mañana se hará público el anunció de que el Papa acepta la renuncia del arzobispo de Valencia, el cardenal Antonio Cañizares y nombra como sustituto a Enrique Benavent, ahora obispo de Tortosa. No es una mala opción para Valencia, pero la noticia pone en evidencia dos cuestiones sobre el nombramien­to de obispos en nuestro país.

La primera, obvia, es que la Santa Sede debe revisar su política de secreto pontificio con la que trata de impedir que esta informació­n se conozca antes del día del anuncio. Por si no lo han advertido todavía, un aviso: no funciona. Y la segunda, es que la peculiar política de nombramien­tos de obispos, apoyada con una ‘comisión de ayuda al nuncio’, lejos de conseguir su objetivo, está paralizand­o el proceso. Un año después de instituirs­e, la renovación de los obispos está igual de atascada. Una de cada cinco diócesis sigue pendiente de la llegada de un nuevo pastor.

A fecha de hoy, de las 70 diócesis españolas cinco están vacantes y nueve a la espera de que el Papa acepte la renuncia del obispo (por haber cumplido 75 años) y nombre a su sucesor. Si sumamos la decena que están obligados a jubilarse el próximo año, nos encontramo­s con que la Conferenci­a Episcopal de 2024, la que tendrá que elegir a la nueva cúpula directiva, debería tener un tercio de caras nuevas. Un objetivo que, a día de hoy, parece difícil de alcanzar por el lastre que supone la comisión impuesta por Roma que, además, se entromete en las funciones que el Derecho Canónico establece para el nuncio.

SANTIAGO DE COMPOSTELA

Soterradas influencia­s

En la práctica, los nuncios siempre han tenido que recurrir a su escuela diplomátic­a para mediar con las presiones de los prelados más influyente­s. Pero en el caso español, todavía se ha complicado más al oficializa­r estas soterradas influencia­s al crear esta comisión, a la que pertenecen, aunque no haya un nombramien­to público, el arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferenci­a Episcopal, el cardenal Omella y el vicepresid­ente y arzobispo de Madrid, el cardenal Osoro. También se ha ubicado en ella en algún momento al hoy arzobispo emérito de Valladolid, el cardenal Blázquez; al arzobispo de Zaragoza, Carlos Escribano; y al obispo de León, Luis Ángel de las Heras. El jesuita Germán Arana, muy cercano al Papa y a Omella, también ha colaborado con la comisión.

Todos eclesiásti­cos de caché pero con un problema: no se ponen de acuerdo. Las diferencia­s sobre cómo debe ser el episcopado de la próxima década son evidentes entre ellos, en especial entre Omella y Osoro que, paradójica­mente, están entre los obispos que ya presentaro­n su renuncia al Papa. No sólo tienen en sus manos la decisión sobre los futuros obispos, sino también sobre

MÉRIDABADA­JOZ

MADRID

PAMPLONA Y TUDELA quién les sucederá, quién será el arzobispo que les acoja, ya en calidad de eméritos, cuando inicien su jubilación. Otro hecho insólito.

Las consultas con el presidente de la Conferenci­a Episcopal y con los arzobispos metropolit­anos siempre han estado en el proceso, como un paso ordinario, aunque la elección final de la terna que se envía a Roma recaía en el nuncio. Pero ahora, el legado pontificio se ve condiciona­do por esa lucha en la ‘comisión de ayuda’ y a pactar con ellos los nombres que presenta al Papa. Así, el retraso es comprensib­le. A esa lentitud, se suma el planteamie­nto cortoplaci­sta que se intuye en algunos casos. Da la impresión de que algún nombramien­to está más dirigido a sacar al candidato de la carrera para una diócesis clave que a cubrir a la que es enviado. Un ejemplo es el proceso de renovación del arzobispo de Valladolid. Si Argüello hubiera llegado al final de su mandato, en noviembre de 2023, como secretario general de la Conferenci­a, habría sido el candidato indiscutib­le para sustituir a Osoro como arzobispo de Madrid. Pero al ser enviado a Valladolid, la puerta está cerrada. En la llegada de Benavent a Valencia cabe una interpreta­ción similar. Sobre el papel es el candidato ideal para sustituir a Omella en Barcelona, cuando deje la presidenci­a de la Conferenci­a en 2024, pero quedará fuera si sustituye a Cañizares. En ambos casos, la comisión frenó la progresión natural.

Tortosa

VALENCIA

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