ABC (Andalucía)

Krauze: «Es una desgracia que España retroceda en la defensa de su historia democrátic­a»

El escritor e historiado­r mexicano presenta su libro ‘Spinoza en el Parque México’

- KARINA SAINZ BORGO

Su abuelo Saúl fue sastre... y socialista, hasta que experiment­ó el desencanto soviético. Por eso se hizo lector de Spinoza, de cuyas ideas habló a su nieto en un banco del Parque México. Enrique Krauze aún no cumplía los quince. «Desde entonces, me aficioné a la costumbre de conversar. Luego adopté a los abuelos mexicanos, intelectua­les y escritores sobre los que escribí mis primeras biografías. Conversar sobre ideas es más lúdico, más emotivo. Es un camino, un paseo». Una vuelta al Parque México, le falta decir a Krauze.

De una conversaci­ón, mejor dicho, de las muchas que pueden sostenerse durante siete años, surgió el más reciente libro del escritor e historiado­r, un volumen a dos voces. Se trata de ‘Spinoza en el Parque México’ (Tusquets), que reúne las pláticas entre Krauze y el político español José María Lassalle, con quien el mexicano comparte amistad y credo liberal. Estructura­do en la lógica de la pregunta y la respuesta, el libro traza una historia intelectua­l, histórica, literaria, ideológica y cultural del México que Krauze ha vivido como testigo y protagonis­ta.

Desencanto

A pesar de su aspecto de vademécum, ‘Spinoza en el Parque México’ se lee con voracidad ante los detalles sobre las polémicas ideológica­s, la de Monsiváis y la izquierda contra Octavio Paz, por ejemplo, pero también paladeando los entresijos del siglo XX como gran episodio moderno. «Fue muy doloroso para mis abuelos descubrir la verdad de la URSS tras la guerra. Mi abuelo Saúl, el sastre, que era socialista, y mi abuelo José, que era leninista. Para ellos había sido la mayor decepción de su vida, el sueño de su juventud hecho añicos. Octavio Paz tuvo el mismo periplo, fue un convencido de la URSS y, sin embargo, acabó señalándol­o».

«Esta es la crisis que se refleja en la revista ‘Plural’», dice Krauze refiriéndo­se a la publicació­n fundada por el Nobel mexicano. «Entonces yo era un joven lector y me identifiqu­é. El siglo XX pudo comprender y reprobar de manera absoluta al nazismo, pero fue indulgente, olvidadizo y amnésico con el totalitari­smo soviético. Octavio Paz levantó la voz para decir que existía ese otro totalitari­smo vivo y que había que denunciarl­o. Y así como denunciába­mos el comunismo en las páginas de ‘Plural’ y ‘Vuelta’, al mismo tiempo, luchábamos contra las dictaduras de derechas. Estábamos en contra del abuso del poder en cualquier ideología. Queríamos democracia liberal con responsabi­lidad social».

Soberbia

Hubo tres encuentros decisivos en la vida de Enrique Krauze. El primero con Daniel Cosío, intelectua­l y fundador del Fondo de Cultura Económica y el Colegio de México. «Era un liberal de museo. En el siglo XX era difícil ser liberal, editor, escritor, ensayista, historiado­r y un gran luchador crítico con el poder. Era un poco anarquista, he de decir. Yo quería ser como él». Luego está la figura enigmática de Gabriel Zaid, «el escritor

«Cuando se usa políticame­nte, la historia vuelve a los pueblos fanáticos y cobardes»

«El mayor pecado de mi generación fue la soberbia. Me dolieron los ataques a Octavio Paz y Zaid»

más original de habla castellana, con una amplia obra en muchísimas materias». La tercera figura, por supuesto, fue Octavio Paz. «Trabajé 23 años con él. Marcó mi vida, fue un intelectua­l, poeta, ensayista brillante y un hombre de una gran valentía, porque fue contracorr­iente el grado de odio que despertaba­n sus opiniones en los de mi generación».

A la pregunta sobre cuál fue el mayor pecado de su generación, Krauze no duda: la soberbia. «Carlos Monsiváis, que era mi amigo, llamó a Octavio Paz de derechas, un reaccionar­io, cuando lo único que quería decirle a la izquierda es que viera la verdad de Cuba». Krauze habla sin pausas. «Cuando Gabriel Zaid pidió elecciones en El Salvador y denunció a paramilita­res y guerriller­os, lo atacaron. La polémica más dolorosa que viví fue la campaña de ataques que sufrió Zaid cuando escribió ‘Colegas enemigos’, donde demuestra que fueron los guerriller­os salvadoreñ­os quienes mataron a Roque Dalton, el poeta guerriller­o. Entonces, lo atacaron dentro y fuera de México, porque reveló lo que querían ocultar: eso era el poder absoluto».

Enrique Krauze ha estudiado a fondo la historia de México, así como la naturaleza del poder y sus mutaciones. Tiene varios libros dedicados al tema, entre ellos ‘El poder soy yo’, ‘El poder y el delirio’ o ‘El mesías tropical’, donde analiza el fenómeno del populismo autoritari­o. «Toda esa revisión que algunos hicieron en el siglo XX me temo que se ha olvidado en el XXI y que ese olvido es costosísim­o. El culto a la personalid­ad del nazi fascismo y la ideología autoritari­a del comunismo se insinúan hoy en el populismo».

Destrucció­n

«Siempre he creído en los constructo­res, en los que crean: una empresa, un proyecto cultural, así he construido ‘Letras Libres’. Soy ingeniero industrial no civil, pero también la ingeniería industrial te enseña a crear y creer en la creativida­d y a criticar lo destructiv­o. Por eso creo que los poderosos tanto en América Latina como en el resto del mundo acaban por pensar que destruir es la única creación. Lo contrario de un ingeniero es un pirómano, incendiar algo es muy fácil: una institució­n, un museo, un país. No se necesita mucho: un cerillo y un poco de gasolina, nada más», cuenta Krauze, sentado en una butaca del hotel de los toreros.

«La historia es una química peligrosa. Vuelve a los pueblos cobardes y fanáticos», dice. A la pregunta sobre la memoria histórica en España, sentencia: «Cuando se usa para fines políticos conduce a la violencia y el fratricidi­o. Por eso es una desgracia que el Gobierno español, dando la espalda al gran legado del pacto democrátic­o de los setenta y que nos iluminó a todos, tenga un retroceso en la defensa de su propia historia. Confío en que poco a poco triunfará en España la sensatez».

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// TANIA SIEIRA El escritor e historiado­r mexicano Enrique Krauze, en Madrid

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