Un trébol de verónicas para asomarse al mundo
Siguió a rajatabla la letra de Extrechinato que lucía la camiseta de un chaval de Puerto de Béjar y se ajustó su sombrero de ala ancha «para no ver las cosas que ver no quiero». Y allí, desde el burladero de apoderados, abrió los ojos de par en par cuando dijo el toreo a la verónica en un lenguaje ralentizado. Porque el genio nos devolvió a todos entonces las ganas de asomarnos de nuevo al mundo. Qué manera de torear, qué manera de sentir en un solo trébol de lances: dos y la media. Porque sin sentimiento no hay paraíso. Al edén trasladó a la verónica que revelaba sin tapujos la torería. Solo tres, pero tan inmensas que aún se escucha el murmullo de su mar sin olas, con una cadencia abisal. Sus partidarios de la grada se levantaban del asiento y se desabotonaban la
Paula Morante Rafael de
camisa, la misma que dos horas después se abrocharían con cara de demonios de Tasmania. No era para menos: ese quite fue el oasis en el desierto de casta de su infumable lote. Porque, claro, los lances fueron a un rival que no era el suyo. «Va a tener que pedir prestado el toro a otro, que aquí no le embiste ni uno», espetó un viejo abonado. Razón no le faltaba: ni el carretón que sacara acudiría por derecho a sus telas.
Cubatista, que así se llamaba el primero, correspondió a que se picó y se plantó por chicuelinas de cante y baile. «Qué sabor», dijo uno del barrio de Usera. Capaz y torero se sacó el madrileño al del Puerto hasta el tercio. Lástima que el ejemplar charro puntease los engaños de Uceda, leal a su clase. Unos ayudados
El torero de las cien corridas sorprendió con un pase cambiado en homenaje a los cien años de Bienvenida
Florito José Ignacio,
rodilla en tierra epilogaron el poso. Volaron los pañuelos blancos, pero el palco se guardó el suyo en medio de una atronadora bronca. «¿Te crees que te van a cortar la tuya?», soltaron en la fila 4 de sol y sombra.
Hablaban entre toro y toro de la subida del precio de las entradas. «Toda la polémica que usted quiera, pero cuando algo interesa se llena». En esa conversación andábamos, cuando apareció el manso segundo, con más ganas de saltar las tablas que
de saltarse las reglas del (ex)noviazgo con Renqueante de los cuartos traseros, por milésimas no mandó a la enfermería a y «Qué desastre todo», comentó con su inseparable bastón. A la cabeza del toro quería tirarlo. Qué mal estilo lucía Langosto, al que se limitó a quitar las moscas.
Onieva Lili Tamara. Araujo. Francisco
Doce minutos faltaban para las ocho cuando apareció el quinto. Como un tigre saltó sobre el capote morantista. Por abajo lo lidió a la vera del 7 mientras recorría el anillo por el callejón, su único refugio de los focos rosas que lo perseguían en la puerta. Tras desmonterarse
en banderillas –«¡qué grande es!»–, de pronto, como si nada, su matador sorprendió con el pase cambiado de como aquel de la cornada con el toro de Trespalacios. Lo recordaba en su palco autor de ‘Todas las suertes del toreo’. No fue el único guiño del sevillano al maestro de la naturalidad, también lo hizo al enfundarse ese terno verde ‘bienvenida’ y oro. Como en San Miguel. Cien años del torero por excelencia de Madrid en la temporada de las cien corridas de Morante, al que sigue sin embestirle un toro en la capital. A quien sí le embistió fue a que no lo sometió nunca.
Llovían las almohadillas cuando se marchó Morante –una foto con gesto de pocos amigos, cara a cara con
circulaba en las redes–, pero los que se cubrían eran los tres aficionados del tendido alto que hubiesen robado el sombrero a Paula con tal de no asomarse de nuevo al mundo, que puede llegar a ser incluso más decepcionante que una corrida de toros. Y ya es decir...
Ortega Cano Antonio Bienvenida, José Luis Ramón, Miguel Abellán, Ángel Téllez,
Lunin
Carvajal
Militao (82) Rudiger
Alaba Tchouaméni Modric Camavinga (82) Valverde Vinicius Rodrygo (88)
Nacho (82) Asensio (82) Mariano (88)
m.48; Correa; m.66;