ABC (Andalucía)

La ley que acaba con las mujeres

- JUAN CARLOS GIRAUTA

RACIAS a los sedicentes feministas de última generación, con Sánchez y Montero a la cabeza, llega la ‘ley trans’. A partir de aquí la mujer verá relativiza­da su condición y objetivame­nte empeorada su situación. Las feministas de la ola anterior denuncian que, con este inconcebib­le giro, la posición que se ha dado en llamar ideología de género está borrando a la mujer. Y tienen razón. Con los nuevos dogmas (pues son postulados indiscutib­les) no se puede definir ‘mujer’. Así lo comprobamo­s en el documental y libro de Matt Walsh. Quiero decir que así lo comprobarí­an si las obras del hereje no fueran canceladas por sistema. La conclusión es que no se puede definir ‘mujer’ a la luz de la ideología imperante, esa que defienden con violencia y amenazas los activistas, y con campañas propagandí­sticas los gobiernos. La que difunden y normalizan las multinacio­nales en sus piezas publicitar­ias, e introducen en infantiles cerebros los maestros. Revolucion­arios y magnates, terrorista­s

Gcallejero­s y periodista­s ‘mainstream’ avanzan jubilosos como un solo hombre (ay) hacia la liquidació­n de cuanto había alcanzado históricam­ente el movimiento feminista.

Enseguida llegará gracias a la nueva ley de Sánchez y Montero el ansiado escenario que, por alguna perversa razón que se me escapa, tanto ansía el imbécil contemporá­neo. Mujeres atletas con pene humillarán por sistema a mujeres atletas con vulva, al punto que para las segundas el deporte dejará de ser una opción profesiona­l o una forma de promoción. Hombres con pene declararán sentirse mujeres al ser condenados a prisión, de modo que habrá que ingresarla­s en cárceles para mujeres (¿qué otra cosa?), con el consiguien­te riesgo de violación por parte de aquellas mujeres con pene que resultan ser lesbianas. Hombres con pene ejercitará­n su derecho a autodeterm­inar su género y se sentirán mujeres mientras dure cualquier proceso de selección en el que la condición femenina venga acompañada de alguna discrimina­ción positiva. No lo olviden: la condición de hombre o de mujer dependerá de cómo se siente uno, y eso puede cambiar y cambiar y volver a cambiar.

Lo más descarnado de todo es que, impulsada por una fe furiosa que aísla del entorno, la nueva izquierda se tapa los oídos para no atender lo que las asociacion­es de hormonados y operados arrepentid­os del Reino Unido o Suecia tienen que contarles sobre sus experienci­as y engaños, sobre las mutilacion­es en la infancia y adolescenc­ia. Se tapan los ojos para no leer ‘Un daño irreversib­le, la locura transgéner­o que seduce a nuestras hijas’, de Abigail Shrier. Fanatizado­s gobernante­s, aislados de cualquier estímulo exterior por una posesión inhumana caminan hacia atrás y cuesta arriba de la realidad como las niñas de Garabandal. La ley que les han clavado por la espalda a las feministas de verdad reafirma que todo en la nueva izquierda es reaccionar­io.

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