Latiguillos
LGUNAS semanas, con escasas esperanzas, ojeo los proyectos legislativos que se van a discutir en las Cortes, y no veo atisbos de que se vaya a multar, o encarcelar, a aquellos que concluyen o comienzan un párrafo con la frase «como no podía ser de otra manera». La cárcel, obviamente, se reservaría para profesores, académicos, catedráticos, periodistas, y tertulianos en general, mientras las multas se reservarían
Apara los bachilleres, estando exentos todos los españoles que han salido desalfabetizados de cualquiera de las reformas educativas que ha puesto en marcha el PSOE.
Sin cárcel, pero con fuertes multas, creo que es necesaria una reforma legislativa para los ciudadanos, con derecho a voto, que para alabar cualquier cosa o circunstancia digan: «Bueno, no: lo siguiente». Vamos a ver, lo siguiente de bueno es buenísimo y mejor, y lo siguiente de mejor, mucho mejor, óptimo, insuperable, inmejorable, superior, etcétera. Si se supone que el ciudadano ha ido a la escuela algún que otro curso, se supone asimismo que conoce que es mucho más sencillo y propio decir «mejor» que «lo que sigue», cuando lo que sigue igual es maravilloso, o excelente, o sublime.
Asimismo, urge poner coto a los guionistas de series y películas, con el noble objeto de tratar de disminuir el adjetivo «puto», antecediendo a cualquier sustantivo. Se trata de un uso, importado de los guionistas estadounidense, que en los diálogos de los actores, precedieron el término «fucking» a cualquier designación, con lo que, ricos y pobres, cultos e incultos, se pasan las secuencias diciendo «fucking job», «fucking boss», «fucking Chritsmas». Si el actor debe decir que tiene que ir a recoger su automóvil al taller, el guionista pondrá: «Lo siento, pero tengo que llevar el puto coche al puto taller».
El problema podría quedar constreñido a los guiones, pero como una gran parte de la población no lee nada después de salir de la escuela, imita lo que escucha en las series y, de repente, en España, resulta que todo es puto incluidas las puestas de sol.
Entiendo que este es un pensamiento totalitario, pero cuando me siento en un bar con mi mujer, y pido dos riojas, y la amable camarera asiente con la cabeza y dice «genial», me siento molesto, porque no es genial, ni placentero, ni estupendo, sino normal.
Sé que este artículo es totalitario, pero mejorar el cateto lenguaje coloquial, en los medios y en la calle, sería «genial», «bueno, no, lo siguiente», y algunos millones de intolerantes, como yo, nos sentiríamos tranquilos, «como no podía ser de otra manera».
¡Ah! Se me olvidaba una frase que se inició en los hoteles, pasó al comercio y, ahora, es otro latiguillo: sufrido lector, «que tenga un buen día». (Y si quiere curarse de latiguillos, y encontrar frases estimulantes, lea ‘Gravedad Cero’, de Woody Allen).