La única incógnita, la fecha de las elecciones
o único que queda por saber en la política catalana es el día concreto de 2023 para el que Pere Aragonès va a convocar las próximas elecciones autonómicas. El resto lo sabemos todo.
El próximo presidente de la Generalitat será Salvador Illa Roca (La Roca del Vallès, 1966), que gobernará con Podemos y la parte cuerda de Junts, que se habrá hecho con el partido o habrá fundado otro.
Por el camino, Illa se consolidará como única alternativa a la degradación y al caos. Ofrecerá su apoyo a los presupuestos de Aragonès para demostrar responsabilidad, altura política, y que no tiene prisa para quitar a los otros y ponerse él. Lo que en el fondo estará haciendo es asegurarle a Pedro Sánchez el apoyo de ERC a los Presupuestos Generales. Pero no lo hará gratis y las exigencias serán tangibles. “Es que
Lhacer las cosas gratis sería anticatalán”, ha ironizado una persona de su entorno. Nombrar a un nuevo director de TV3 o forzar a los republicanos a que se comprometan en público a favorecer la investidura de la lista más votada podrían ser algunas de las contrapartidas. Una vez más, gana Pedro Sánchez y una vez más pierden los cristales rotos, y espectrales, de Convergència. Son los dos fenómenos más asombrosos de la política española: la capacidad del presidente de sobrevivir en las más agónicas situaciones, y la brutalidad con que CiU se ha autodestruido desde que Artur Mas tomó las riendas del partido.
Aragonès no quiere convocar elecciones, por lo menos inmediatamente, y sabe que está condenado a entenderse con los socialistas. El president entiende la lógica del momento mucho mejor que Junqueras, que ayer rechazó cualquier apoyo del PSC por considerar que «no está comprometido con el fin de la represión». El exconvicto, que aún no ha digerido que fue a la cárcel por su farol, forzando una declaración de independencia fake sabiendo que no había nada preparado (entre otras cosas porque él era el encargado de prepararlo, y no había preparado nada), no parece entender que precisamente el irredentismo es lo que ha inutilizado al independentismo y luego a Junts, y que lo mismo le sucederá a Esquerra si la aleja de la realidad y la adentra en el bosque de los fantasmas, como han hecho con los restos de Convergència Mas, Puigdemont, Torra o Laura Borràs.
A Illa le queda un año para contemporizar y ayudar a Pedro Sánchez; a Aragonès le queda el mismo tiempo para ayudar a su partido a tener un buen resultado en las municipales e intentar algún golpe de timón que le ayude a acercarse a las expectativas electorales de Illa, lo que no parece probable; y al sector tranquilo de Junts, si es que todavía existe, que lo dudo, le quedan estos meses para inventar un relato que ahora mismo cuesta de imaginar cuál podría ser, porque la derecha en Cataluña ya ha decidido que su candidato es Illa, los independentistas realistas están en Esquerra, y en el irredentismo de Puigdemont Borràs y la CUP hay demasiadas pocas cabras para tanto pastor errante.