ABC (Andalucía)

Tras el descanso

Que no aprovecha ocasiones muy claras

- SALVADOR SOSTRES Barcelona Celta

El Barça local, aldeano, regional, autonómico volvió a su registro español que es el único que le alcanza. Y ni eso, como al final de la noche quedó demostrado. Ante un rival como el Celta, menor, todo le lucía más, menos Ferran, que empezó fallando, fiel a su estela de delantero nefasto. Lewandowsk­i pareció volver a la vida, tras su apagón milanés, el mismo que tuvo en Múnich. Qué triste es fichar estrellas en decadencia que además sólo sirven para impresiona­r a la vecindad. Un Barça como deprimido se desenvolví­a con torpeza, sin gracia ni luz, como regresado a los tiempos de Koeman en los que nadie tenía esperanza.

De todos modos, y para que no se diga que las demás comunidade­s no son solidarias con Cataluña, el Celta ayudó al club más arruinado de Europa, y que más ha gastado esta temporada, a no hacer un ridículo también provincian­o, y le regaló el primero a Pedri, en un intento de rechazo que acabó siendo un maravillos­o centro. Con la lata abierta, o medio abierta, el Barça no mejoró pero la noche se le volvió como propicia, aunque tampoco demasiado. El Celta no bajaba los brazos e intentaba hacer lo suyo, que era bien poco. Pero el Barça estaba tan triste y tan perdido que parecía igual de probable el 2 a 0 que el empate. Bueno, igual de probable tampoco, pero el simple hecho de que fuera una posibilida­d indicaba la gravedad del momento azulgrana.

Como algunas esposas a partir de una cierta edad –los esposos no sé qué hacemos porque no he tenido nunca– el Barça hablaba mucho para no decir nada. Palabras y más palabras dichas sin ninguna informació­n ni ningún sentido, ese ruido tan molesto y tan estéril: lo mismo el Barça con toques y más toques que no llevaban a ninguna parte, ni significab­an nada, no tenían ningún destino que pudiera tomarse ni medianamen­te en serio. Primera parte frustrante, antiestéti­ca, espantosa. La victoria no parecía peligrar pero tampoco estaba asegurada.

La segunda parte empezó con Jordi Alba fallando como una vieja renqueante, que ya sólo habla con sus gatos, y el Celta desaprovec­hando lo que cuando se desperdici­a en el Camp Nou te condena a la derrota. Pero eran encomiable­s los gallegos, que pese a los errores lo volvían a intentar y el Barça parecía aún más desorienta­do que en la primera mitad. Ter Stegen se hizo daño saliendo a por uvas, grotesco el alemán, e hizo la comedia de hacerse atender por los masajistas para disimular la vergüenza

Ter Stegen Balde (77) Piqué

Marcos Alonso Alba (86) Busquets

Gavi

Pedri (63) Raphinha (63) F. Torres (63) Lewandowsk­i

Dembélé (63) Ansu Fati (63) De Jong (63) S. Roberto (77) Eric García (86) 13

5 494 68

1

6

16 58% m.17: Pedri (Comité andaluz). Amonestó a Unai Núñez, Aidoo, Óscar, Alba, Busquets

Remates Remates a portería Pases buenos Pases fallados Fueras de juego Saques de esquina Faltas cometidas Posesión 14 3 329 71 3 3 9 42% por su nefasta intervenci­ón: en la repetición de la jugada se apreciaba la cantada, pero no el momento en que pudo lesionarse. El Barça no se hacía con el balón y el Celta no sabía qué hacer con él cuando lo tenía. Lo poco que tenían los de Xavi se encargaba Ferran de desbaratar­lo. Ya no es que fallara, que fallaba, sino que en el 50 se inventó una nueva manera de hacer el ridículo, la más humillante, que consistió en rechazar los disparos de sus compañeros que entraban, como fue el caso de uno del señor de Chía. Es ya oficial que Ferran Torres es una negación de jugador, un atentado contra el fútbol, más gafe que Artur Mas. Como todo lo que nos ha vendido Guardiola, es un caballo de Troya para el Barça. El Celta se adueñó del partido pero no sabía transforma­r los regalos que se le hacían, que fueron diversos y de una gran generosida­d. De Jong, Ansu y Dembélé entraron por Pedri, Ferran, y Raphinha. Cambios previsible­s, y previstos, pieza por pieza, sin tener en cuenta el partido. Pedri era el único que podía iluminar la noche y la decisión fue quitar la bombilla. El peligro de naufragar en Europa es que te deprimes y acabas naufragand­o también en España. Como dice Felipe González, uno que sólo sirve para ser alcalde de su pueblo probableme­nte no sirva ni para ser el alcalde de su pueblo. Era tan absurdo pensar que el Celta podía empatar que ni los gallegos parecían creérselo, y remataban con timidez sus buenos ataques. En el 69 marcaron pero en fuera de juego. Era un primer aviso, pero aún así costaba de creer que llegara el segundo. Lewandowsk­i, desapareci­do en combate. Nada, nada. Ter Stegen se redimió salvando un gol cantado de Aspas.

El Barça volvió a la depresión, al desmentimi­ento de cualquier euforia, a la sensación de que además de sin dinero nos hemos quedado sin equipo. Innoble sufrimient­o, de club menor y extraviado, sin rumbo cierto. El Celta no empató porque Ter Stegen y Dios no quisieron.

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// REUTERS Pedri, en el momento de rematar para inaugurar el marcador

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