Warmongers
Yanqui: la desestabilización del enemigo
A guerra continúa con las manifestaciones habituales cuando los americanos andan de por medio. A la lucha en el frente se añade el goteo terrorista.
Una de las cosas más extrañas leídas últimamente en España fue la justificación, cuando mataron a la hija de Dugin, del terrorismo ucraniano en Rusia. Se lo leí a Arcadi y era extraño porque tirando del hilo se asumían las luchas de Daesh y Al Qaida (razón por la que pienso en Al-Qadi Espada cuando aparece el nombre del respetable periodista proscrito, por cierto, del paraíso ‘muahaha’ de Onda Cero con sus huríes consensuales). A la guerra y el terror se suma otra especialidad yanqui: la desestabilización del enemigo, y para muestra un botón, o un ‘boltón’, el exembajador en la ONU (con Bush) y consejero de Seguridad Nacional (con Trump) John Bolton, que ha pedido un golpe en Rusia, echar a Putin, como ya hizo, por cierto, otro republicano, Lindsey Graham, que años antes había estado de la mano con McCain en Ucrania garantizando el apoyo americano para la guerra.
Ucrania formaba parte del feliz consenso entre republicanos y demócratas perturbado por Trump, entre cuyos errores estuvo Bolton, al que echó porque, según sus palabras, de haber seguido sus consejos iríamos ya por la Sexta Guerra Mundial. Es un belicista, un ‘warmonger’. Bolton escribió después un libro contando que Trump ni siquiera sabía dónde estaba Ucrania, cosa que, bien mirado, lo acercaba bastante al americano medio. Ahora Trump exige una inmediata negociación en Ucrania ante el peligro de la escalada nuclear y sabemos lo que allí dirán de él, lo que llevan años diciendo, que le paga Putin, pero abre una vía muy clara que la derecha europea no sabemos si será libre de tomar. Queda interpelado Vox, pues globalismo es ‘woke’ dentro y neoliberalismo ‘neocon’ fuera, divisivos los dos.
Bolton cuenta en su libro que fueron a visitar un hospital con soldados heridos y que Trump, en lugar de conmoverse con el valor y el sacrificio de los militares, salió espantado por la gravedad de las heridas. Ni ardor guerrero ni espíritu marcial tenía, lo que no estaba tan mal.
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