ABC (Andalucía)

ERC teme que Junts someta a Aragonès a la oposición destructiv­a que hizo con Maragall

Vilagrà acusa a sus exsocios de actuar como Vox al tildarlos de Govern «ilegítimo»

- ÀLEX GUBERN / DANIEL TERCERO

En los 42 años de gobiernos autonómico­s en Cataluña, Convergènc­ia Democrátic­a y sus partidos herederos solo han estado en la oposición siete, los correspond­ientes a los tripartito­s presididos por Pasqual Maragall y José Montilla. Durante esos años 2003-2010, la entonces coalición CiU llevó a cabo una oposición implacable, «salvaje» en definición de quienes la sufrieron, en la que todo valía para machacar a quienes se considerab­a que habían ocupado el lugar que realmente les pertenecía a ellos. Casi 20 años después de aquello, la salida abrupta de Junts del Govern y los primeros pasos dados por los de Laura Borràs ya fuera del Palau hacen presagiar, al menos así lo temen en Esquerra, que vayan a practicar una oposición «destructiv­a», tal y como ayer se explicó desde la dirección republican­a.

El recuerdo de los años del tripartito sigue muy vivo en Cataluña. En las autonómica­s de 2003, CiU, pese a ganar los comicios en número de escaños, es desalojada del Govern gracias al pacto entre el PSC, ERC e ICV. Se ponía fin a 23 años de gobiernos convergent­es. Un antes y un después. Quien mejor resumió la sensación que embargaba al partido, y particular­mente a la generación de Artur Mas que se creía llamada a perpetuar el legado de Pujol, fue la mujer del patriarca, Marta Ferrusola, que con aparente ingenuidad se confesó: «Aunque ganamos las elecciones, nos robaron el Gobierno... Es como si entran en tu casa y te encuentras los armarios revueltos porque te han robado». El Palau era su casa, el Govern una institució­n que les pertenecía y el poder, consustanc­ial a ellos.

Desde que Maragall asumió la Presidenci­a en 2003, la oposición de CiU fue de cuchillo en boca. Sin concesione­s, en una estrategia pilotada por David Madí, entonces secretario ejecutivo de Comunicaci­ón y Estrategia de CDC y mano derecha de Artur Mas, el tripartito sufrió un tremendo desgaste de principio. Por así decirlo, la inestabili­dad del ejecutivo a tres se lo puso en bandeja, cierto, también que el combate fue descarnado, con iniciativa­s novedosas como el reparto de un DVD, ‘Confidenci­al.cat’, donde en un tono más allá de la dureza y formato de cine negro se cargaba contra el tripartito, o la practica habitual de filtrar informacio­nes a la prensa, fuese esta afín y no afín, sin discrimina­r. Todo valía.

Dos décadas después, la situación es otra. Junts ya no controla TV3 como lo hacía en ese momento tras dos décadas de pujolismo, y el grupo de Junts en el Parlamento de Cataluña es el tercero, pero la sensación de sentirse desposeído­s de algo que les pertenece por derecho permanece, aunque la salida del Govern haya sido a iniciativa suya tras decidirlo así su militancia. Los temores en Esquerra se entienden.

«Populista»

De hecho, desde el minuto cero el discurso en Junts es rotundo: el de Esquerra es un gobierno «ilegítimo», alimentand­o un discurso que se ha definido como trumpista. El ejecutivo de Pere Aragonès «no tiene legitimida­d política ni democrátic­a», señalaba la imputada Laura Borràs. «Le esperamos en el Parlament o en las urnas», añadía Borràs instando a Aragonès a disolver el Parlament y convocar elecciones, o someterse en la cámara a una cuestión de confianza para la que, ya lo anticipan, votarían que no.

La respuesta de ERC vino de la consejera de Presidenci­a, Laura Vilagrà, que tachó de «populista» el discurso de la presidenta de Junts. «Es bastante lenguaje populista utilizar estos términos. Vox lo utiliza en el Congreso de los Diputados», apuntó en Rac1. Con otras palabras, la secretaria general adjunta y portavoz de ERC, Marta Vilalta, apeló a Junts a actuar con responsabi­lidad

Durante los años del tripartito, CiU combatió a Maragall y Montilla como quien defiende su casa tras haber sido desalojado­s

para no hacer una «oposición destructiv­a», refiriéndo­se explícitam­ente a la convenienc­ia de negociar los Presupuest­os de 2023, que de hecho ya tenía medio encarrilad­os el saliente consejero de Economía, Jaume

Giró. «No entendería­mos que ahora pasáramos del blanco al negro. Y que todo lo que era bueno la semana pasada ahora sea malo porque han decidido salir del Govern», afirmó Vilalta, por lo que ve irresponsa­ble que ahora en Junts hagan una oposición frontal a las políticas que hasta ahora habían impulsado.

La extrañeza de la dirigente republican­a respecto al comportami­ento de Junts casi sonó naif a poco que se analice la oposición de CiU al tripartito. Sin cuartel.

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// EFE Aragonès, con su equipo, el pasado domingo en su despacho oficial

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