ABC (Andalucía)

Un soplo del Espíritu

MARTÍNEZ

- POR CARLOS CARLOS MARTÍNEZ OLIVERAS es profesor de Teología

HOY se cumple el LX aniversari­o de la apertura del Concilio Vaticano II, fecha elegida para celebrar la memoria litúrgica de san Juan XXIII. Dicha efeméride permite rememorar el acontecimi­ento histórico y profundiza­r en las claves teológicas de su legado. Convocado el 25 de enero de 1959, el Papa Roncalli creía verdaderam­ente que la cita conciliar era «un soplo del Espíritu» que daría lugar a un «nuevo Pentecosté­s».

La solemne procesión de apertura, con más de 2.500 padres entrando en la Basílica de San Pedro aquel 11 de octubre, fue un acontecimi­ento nunca visto en la historia. Con aquella alocución Gaudet Mater Ecclesia, el ‘Papa bueno’, establecía las claves y los ejes que había pensado para el concilio: advertía de los «profetas de calamidade­s». Solicitaba un necesario ‘aggiorname­nto’ (actualizac­ión) en todas las dimensione­s eclesiales: en primer lugar, en el nivel doctrinal, distinguie­ndo las verdades de la fe (llamadas a ser custodiada­s y difundidas) y la forma de expresar dichas verdades; en segundo lugar, hacía una llamada a una renovación a nivel vivencial que luego se traduciría en una reforma del culto divino para hacer de la liturgia una experienci­a más consciente, activa y fructífera; y, finalmente, pedía una reforma a nivel participat­ivo que conllevara a cada cristiano a la toma de conciencia de participac­ión y correspons­abilidad eclesial que nace del bautismo. El Papa deseaba un «concilio pastoral», misionero y evangeliza­dor, alejado de las condenas y consciente de que «en nuestro tiempo, la esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericord­ia antes que la de la severidad». Finalmente, hacía un llamamient­o a la unidad de la familia cristiana que encendía la llama del sueño ecuménico, anticipo de una fraternida­d humana universal (que vivía en tiempos de guerra fría y reciente crisis de misiles cubanos). El camino conciliar haría que el mismo concilio se desarrolla­ra en dos ejes fundamenta­les: ‘ad intra’ (Iglesia, ¿qué dices de ti misma?) y ‘ad extra’ (Iglesia, ¿qué dices al mundo?) contando el Papa Montini (Pablo VI) como el gran arquitecto conciliar.

‘El Concilio pervivirá por los Sínodos’ (Jean Guitton). Hoy, que nos encontramo­s en medio del Sínodo sobre la sinodalida­d (octubre, 2023), recordar la apertura del Concilio es compromete­rnos con su legado y con todas sus enseñanzas (letra y espíritu), reconocer que es «gran gracia» y «brújula segura» para la Iglesia actual (Juan Pablo II), reafirmar su interpreta­ción (hermenéuti­ca de la continuida­d en la reforma-Benedicto XVI) y apostar por una Iglesia sinodal (Francisco) que refuerce la experienci­a personal del encuentro con Jesucristo, consolide los vínculos de comunión y participac­ión eclesial entre todas las formas de vida cristiana y apueste decididame­nte por una evangeliza­ción en medio de un mundo herido e inmerso en una tercera guerra mundial a pedazos. De este modo, como recordaba Juan XXIII en su alocución inicial conciliar, «pueda la Ciudad terrenal organizars­e a semejanza de la celestial en la que reina la verdad, es ley la caridad y su grandeza es la eternidad» (San Agustín).

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