ABC (Andalucía)

Jugarse la vida

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JOSÉ F. PELÁEZ

Si queremos ser honestos hay que ser valientes y no buscar el aplauso del lector sino su respeto

HACE dos semanas, Gay Talese le decía a Luis Enríquez que para hacer buen periodismo hay que estar dispuesto a sufrir, tener el valor para ser percibido como un peligro y contar con la fortaleza para soportar que te llamen traidor y seguir a lo tuyo, es decir, dando voz a los que no la tienen, ofreciendo otros puntos de vista, buscando el ángulo bueno y poniendo la verdad por encima de todo. Yo no soy periodista –¿por quién me toman?– pero le entiendo. Talese quiere que nos la juguemos, pero sucede que el tipo tiene 90 años y cuando habla lo hace desde situación mental concreta que no encaja del todo con la actual. Él se imagina como un superhéroe que está del lado del lector y en contra el poder, aguantando intentos de soborno y amenazas de asesinato. Este escenario hoy no tiene tanto sentido porque el mundo es otro, el poder da igual y sus presiones son salvables.

El problema es que la valentía ya no se demuestra enfrentánd­ose al poder sino a un tipo de lector, el inquisidor, el que no quiere conocer la verdad sino profundiza­r en la trinchera, en su maniqueísm­o, que no tiene dudas de nada y que trabaja como apóstol arruinando cenas familiares, grupos de WhatsApp o cualquier otro lugar al que su sectarismo le lleve. Y que amenaza, intimida, persigue y eventualme­nte cancela. Esto también lo comentaba Talese, que admite que hoy no habría podido escribir la mayor parte de lo que escribió en su momento. Así es, pero en el momento en el que esta situación nos lleve a recular y a decir lo que quieren oír, habremos muerto. Porque en el momento en el que nuestra tranquilid­ad esté por encima de nuestra integridad dejaremos de decir lo que debemos para decir lo que resulte más sencillo.

Yo no estoy aquí para dar la razón al lector o para profundiza­r en sus fobias. Yo estoy aquí para dar mi opinión. Y para que esa opinión sea verdaderam­ente mía lo mejor es no leer a muchos más, porque corres el riesgo de escribir para responder. Y entonces ya no tratas el tema que quieres tratar sino el que otro quiere que trates. Sobre todo: dejas de construir sobre un positivo para hacerlo desde un negativo. Y eso nunca funciona, para saber lo que está mal primero tienes que saber lo que está bien y por qué. Camacho profundiza­ba en este matiz el sábado pasado: si jerarquiza­mos basándonos en lo viral, estamos poniendo la prensa al servicio del algoritmo. Y yo creo que se trataba de llevar el periódico a las redes, no las redes al periódico.

Si queremos ser honestos hay que ser valientes y no buscar el aplauso del lector sino su respeto. Y respetarlo es tratarle como un ser inteligent­e y ofrecer tus reflexione­s para que ellos formen su propio criterio. Es más fácil tirar carnaza, pero pasa lo que pasa: que una parte de los lectores ya no quiere que la prensa les proteja del político, sino que el político les defienda de la prensa. Y ahí estamos, si el populismo existe es porque funciona. Así que OK, Gay. Nos jugaremos la vida. ¿Pero exactament­e por quién?

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