Los dictadores no mejoran
JOSÉ M. DE AREILZA
La anunciada «alianza sin límites» entre Rusia y China se ha complicado
El Partido Comunista Chino entronizará a Xi Jinping en el congreso que comienza mañana. Recibirá un nuevo mandato de cinco años, destinado a convertirse en vitalicio y eliminará de su entorno a rivales y asesores prorrusos. La acumulación de poder de Xi tiene lugar al tiempo que China inicia un período más introspectivo, con una economía en turbulencia y un menor deseo de influencia global. Siguen adelante sus proyectos de expansión económica y construcción de infraestructuras en la nueva ruta de la seda, pero con menos ímpetu. El régimen chino se centra cada vez más en cuestiones domésticas, con el reto de modificar –sin que lo parezca– una política Covid cero fracasada y volver a índices de crecimiento económico que aseguren la estabilidad social.
La anunciada «alianza sin límites» con la otra gran dictadura asiática se ha complicado mucho. Rusia tiene un futuro aún más enmarañado que China. Las sanciones occidentales, además, dañan de forma indirecta las posibilidades de recuperación rápida del crecimiento chino, la clave para mantener sus estándares de vida. Ninguno de los dos países asiáticos quiere que Estados Unidos y sus aliados vuelvan a escribir las reglas del juego de la globalización. Pero en la invasión de Ucrania han infravalorado la unidad occidental y su capacidad de reacción.
Joe Biden sabe que a estas alturas no puede perder frente a Rusia si quiere contener a China. El concepto del Indo-Pacífico es utilizado por Estados Unidos para estar cada vez más presente en Asia. Se trata de un giro estratégico al que los europeos debemos prestar toda la atención posible, con el fin de mantener nuestra condición de aliados de Washington con suficientes capacidades globales. Xi Jinping preferiría que terminase cuanto antes una guerra desatada sin preparación suficiente por parte rusa, una enseñanza que aplica a su cerco a Taiwán. Es posible que en algún momento reclame un alto el fuego, sin culpar a Putin de su clamorosa incompetencia. Pero el final del conflicto tardará en llegar. Los dictadores no mejoran y al hombre fuerte de Moscú no se le puede dar nunca lo que pide.