ABC (Andalucía)

Nos salvaron de la ‘juampedrad­a’

∑El toreo eterno e inspirado de Morante y el clasicismo de Urdiales se imponen a una mal presentada y vacía corrida

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al caballo tuvo tal torería que la plaza se olvidó de las más que terciadas hechuras del torillo. Pocos vieron lo que debió apreciar Morante durante su lidia, pues el ambiente era de desilusión. Quia. Los ayudados por alto tuvieron usía. Dándole sitio, jugando con los tiempos y las distancias, surgió una primera serie con la derecha todo dulzura y temple. A más al natural de uno en uno, y a mucho más en otra tanda con la zurda que provocó la locura. Los pases de pecho, las trincheril­las, los molinetes finales inundaron la plaza de un aroma del toreo más inspirado y rotundo. Una oreja pedida con mucha fuerza, y si no paseó dos fue porque los tendidos valoraron mucho y bien qué enemigo tuvo delante el sevillano.

Tras el atracón de Morante, Urdiales no quiso quedarse atrás y volvió a torear de forma espléndida con el capote. La entrega y las mejores formas con la muleta, que dibujó derechazos tan sentidos como templados y profundos. Estuvo muy por encima del toro, haciendo todo para exprimirlo. Buenos los naturales y monumental­es los de pecho. Un final por bajo rezumó aromas de toreo añejo que los aficionado­s apreciaron hasta después del pinchazo que precedió a una estocada. Le pidieron con fuerza la oreja que paseó en triunfo.

Gracias a Morante y a Urdiales la tarde no se fue al garete, hubiera sido injusto. Para los propios toreros, que, por otra parte, siguen exigiendo los de Juan Pedro, para los miles de espectador­es que esperaban ilusionado­s la corrida y para la propia Fiesta.

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// FABIÁN SIMÓN Morante de la Puebla se enrosca el toro a la cintura en un natural

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