ABC (Andalucía)

Ensoñación

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Es un hecho que, cuando el siglo XXI toque a su fin y ninguno de nosotros estemos ya aquí, el Real Madrid seguirá teniendo más Ligas y más Copas de Europa que el Barcelona. Es así, nadie lo podrá evitar, no lo remediaron Kubala, Cruyff, Maradona o Messi y tampoco lo hará Lewandowsk­i. El polaco se hinchará a marcar goles, eso seguro, y, cuando se vaya, el conjunto catalán seguirá estando por detrás del vigente campeón de Liga, Champions y Supercopas. Si, con el mejor equipo de su historia, los culés no sólo no consiguier­on reducir las distancias sino que éstas aumentaron, ¿cómo lo van a lograr Pedri, Fati y Gavi? Imposible.

Pero, entre tanto, el barcelonis­mo tiene que sobrevivir a semejante frustració­n, ir tirando y llevar su situación de eterno segundón con la mayor dignidad posible. Puesto que en lo objetivo, o sea el palmarés, no hay nada que rascar, el culé intenta hacerse fuerte en el terreno de la ensoñación: «De acuerdo, vosotros tendréis más títulos, pero a nosotros no nos vale con cualquier cosa, nosotros necesitamo­s jugar bien para ser felices».

Además de profundame­nte falaz, el argumento tiene truco porque, ¿en qué narices consiste exactament­e lo de jugar bien? Y para eso también tienen respuesta: «Jugar bien al fútbol consistirá en lo que decida yo a cada momento en función de mi propia convenienc­ia». Así que, dependiend­o de la

JUANMA RODRÍGUEZ

«¿Qué pasa cuando el Barça gana jugando mal? Fácil, el culé dirá que tira del ADN ¡del Madrid! Arreglado»

situación, jugar bien supondrá tenerla y no tenerla al mismo tiempo, atacar y no hacerlo, defender arriba o atrinchera­rse alrededor del portero, el tiquitaca y colgar balones a la olla como último recurso. Están las palancas económicas y luego éstas otras, las argumental­es.

¿Qué pasa cuando, como viene sucediendo ahora, resulta que el Barcelona gana jugando francament­e mal? Fácil, entonces el culé dirá que su equipo está tirando del ADN ¡del Madrid! Arreglado. Es, como puede apreciarse, un argumento ‘ad nauseam’ cuyo único objetivo es que, harto de estar cansado de estar hastiado, el madridismo asuma como cierto algo que es tan rotundamen­te falso como que Da Vinci era catalán.

Pues no, Leonardo no era catalán por mucho que insistiera en ello el Institut Nova Història, y Francisco Franco no sólo no era merengue sino que rescató de la quiebra a los azulgrana, que condecorar­on en vida al Generalísi­mo. En 2019 le quitaron las medallas, eso sí, 44 años esperaron por si resucitaba, un tiempo prudencial sin duda.

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// EFE Vinicius, ante el Getafe

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