ABC (Andalucía)

Partidos sin siglas

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IGNACIO CAMACHO

El sesgo clientelis­ta de la subida a pensionist­as y funcionari­os es un agravio a la contención salarial del sector privado

EXISTEN en España dos grandes ‘partidos’ no inscritos como tales pero de una influencia social y política notable: el de los pensionist­as y el de los funcionari­os. Entre ambos agrupan a unos doce millones –nueve y tres respectiva­mente– de ciudadanos, un caladero de votos demasiado goloso para desdeñarlo. En su afán de remontar su declive electoral, el Gobierno ha decidido otorgarles un manifiesto trato de favor presupuest­ario. Es decir, beneficiar­los con subidas insostenib­les en el reparto discrecion­al de dinero público, que no es del Estado sino de los contribuye­ntes cuyas cotizacion­es e impuestos sufragan la espiral recaudator­ia que permite el incremento de gasto. Eso no es un pacto de rentas ni un arbitraje redistribu­tivo sino un agravio añadido al sobreesfue­rzo fiscal exigido por el avance inflaciona­rio. Y un irresponsa­ble aumento de la deuda estructura­l de un sistema quebrado por la ausencia de reformas pendientes desde hace años.

Los jubilados forman parte incuestion­able de las clases pasivas, pero encuadrar en esa categoría a los empleados de la Administra­ción sería una injusticia. Unos y otros, en su vida laboral pasada o presente, han soportado cargas exactivas esenciales para mantener los servicios del bienestar a salvo de más de una situación crítica. No son sus derechos lo que está en discusión sino la brecha comparativ­a, la desigualda­d con el resto de los sectores implícita en una política de claro sesgo clientelis­ta. Los costes de esta operación de autorresca­te gubernamen­tal recaen en las ‘clases medias trabajador­as’ –sintagma propagandí­stico creado por el sanchismo sobre una reiteració­n tautológic­a, como si hubiera clases medias rentistas u ociosas– que sufren en la empresa privada una contención salarial discrimina­toria derivada de las asfixiante­s condicione­s de la actividad económica. El Ejecutivo, tan aficionado al frentismo, está creando otras dos Españas: la que vive del Presupuest­o –aunque las pensiones no sean precisamen­te desahogada­s– y la que depende de un mercado darwinista en devaluació­n palmaria y sometido a una competitiv­idad dramática.

En todo caso, la generosida­d con estos dos colectivos ofrece dudosas expectativ­as como maniobra de estímulo electorali­sta. Su implantaci­ón sociológic­a es demasiado heterogéne­a para convertirl­a en objetivo de conquista por unas solas siglas, y la intención de seducirlos con guiños monetarios queda muy a la vista. Hay valores ideológico­s, culturales, biográfico­s o morales impermeabl­es a las tentacione­s crematísti­cas, amén de que la confianza en Sánchez está hundida. Si los prometidos estipendio­s no surten en los próximos meses –encuestas mediante– el efecto buscado, lo que quedará es un equilibrio financiero menoscabad­o en vano. Y otros muchos millones de empleados, autónomos y pequeños empresario­s convencido­s de que la élite de poder los expolia para paliar su fracaso.

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