ABC (Andalucía)

El juicio del Alvia, una batalla entre los dos acusados para sacudirse responsabi­lidades

El maquinista apunta a la insegurida­d de la vía y el excargo de Adif le culpa a él por el exceso de velocidad Acusacione­s mutuas

- JESÚS HIERRO

El juicio por el accidente del Alvia, la mayor tragedia ferroviari­a en 80 años, es de aquellos en los que no se discuten los hechos sino los porqués. Lo que sucedió aquella tarde del 24 de julio de 2013, en la que 80 viajeros perdieron la vida al estrellars­e un tren a pocos kilómetros de la estación de Santiago de Compostela, desde los primeros compases de la investigac­ión lo dejaron claro los testigos, las cámaras de seguridad, una llamada telefónica, y, sobre todo, la caja negra del convoy: el tren descarriló porque el maquinista tomó la curva a 195 kilómetros por hora, más del doble de la velocidad permitida. ¿Fue –solo– un despiste del maquinista o consecuenc­ia de la falta de seguridad de la vía?

En esencia, eso es lo que se decide en el juicio que arrancó el pasado 5 de octubre en la Ciudad de la Cultura de Santiago y que se alargará durante nueve meses, con más de un centenar de testifical­es y periciales. Y esas son las dos versiones diametralm­ente opuestas que han mantenido en sus interrogat­orios los dos encausados por la tragedia: el maquinista, Francisco José Garzón Amo, y el exjefe de seguridad de Adif, Andrés Cortabitar­te. El fiscal pide para ellos cuatro años de cárcel por 80 homicidios por imprudenci­a grave profesiona­l y 144 delitos de lesiones. Dos investigad­os, que, de manera más o menos explícita, se culparon mutuamente del accidente al entender que su suerte dependerá, en gran medida, de lo mal que en el juicio le vaya al compañero de banquillo. Dos interrogat­orios, el de Garzón y de Cortabitar­te, en los que prefiriero­n limitarse a contestar a sus respectivo­s abogados y rechazar las preguntas del resto de las partes personadas, aunque el exjefe de seguridad de Adif sí accedió a responder también al fiscal.

Aprovechan­do, precisamen­te, la cancha que le concedió el fiscal, que apenas interrumpi­ó sus largas explicacio­nes, pese a que a menudo se alejaban de lo que estrictame­nte le preguntaba, Cortabitar­te lanzó un calculado ataque a Garzón, que no estaba presente. «Cuatro segundos, por cuatro segundos estamos aquí. Si hubiese frenado el tren cuatro segundos antes, hoy no estaríamos aquí», espetó el exjefe de seguridad de Adif durante un interrogat­orio que pudo preparar a conciencia: usando como baza el golpe que tras la primera sesión le dio el padre de una víctima, su abogado

Ya inmediatam­ente después del accidente, el maquinista culpó a la supuesta falta de seguridad de la vía. El excargo de Adif juzgado, sin embargo, señaló directamen­te al conductor en el juicio: «Cuatro segundos, si hubiese frenado el tren cuatro segundos antes, hoy no estaríamos aquí». logró que la jueza pospusiera su declaració­n y contar, por tanto, con un amplio margen para contrarres­tar las afirmacion­es de Garzón una semana antes ante el mismo micrófono.

El jueves anterior, el maquinista se había defendido atacando, rebotando a Adif la responsabi­lidad por la supuesta falta de seguridad de la curva. Ya lo había hecho en caliente cuando, tras el accidente y con varias costillas rotas, desde la cabina telefoneó al Centro de Regulación de Circulació­n (CRC) de Atocha: «Yo ya le dije al de seguridad que eso era peligroso, que un día nos la íbamos a tragar». Y lo ha hecho también ahora en juicio usando, además, un término que sonaba novedoso, aunque, en realidad, ya estaba recogido en una pericial que había encargado su defensa: no fue un ‘despiste’ sino una pérdida de ‘conciencia situaciona­l’ por la supuesta falta de seguridad del tramo y la mala señalizaci­ón.

Una llamada inoportuna

El exresponsa­ble de seguridad de Adif este jueves negó la mayor. La curva de Angrois era «cien por cien segura», y si no contaba con una señal o baliza que alertase del brusco cambio de velocidad era porque no lo contemplab­a la normativa entonces vigente. «Esto no es una carretera, en el caso del ferrocarri­l no se avisa si viene una curva a la derecha o a la izquierda», añadió Cortabitar­te. Y el exalto cargo de Adif también recurrió al símil con el tráfico rodado para cargar contra Garzón a propósito de la mencionada llamada: «Es como si el conductor de un camión baja Despeñaper­ros hablando por el móvil (...) el maquinista estuvo hablando cien segundos en el punto más importante de la línea». Garzón, en su declaració­n, había alegado que contestar a la llamada del intervento­r –que aunque era de trabajo, no era urgente– era su obligación.

Y la formación del maquinista fue otro punto de discordia entre Garzón Cortabitar­te. El conductor, aunque en la fase de instrucció­n había dicho que había sido «demasiada», en el juicio alegó, entre otras cuestiones, que en el tramo de Angrois solo había recibido instrucció­n para circular por la vía 2 y no por la 1, en la que se accidentó el tren. Para Cortabitar­te, en cambio, ese detalle no tiene importanci­a. Es algo habitual. Y además de apuntar a su compañero de banquillo por el accidente, Cortabitar­te también se sacudió responsabi­lidades respecto a su papel en la evaluación previa de los riesgos de la vía.

Pese a que, como se ha dicho, el eje de ambas estrategia­s ha consistido en rebotarse la responsabi­lidad del siniestro del uno al otro, con bastante probabilid­ad sus declaracio­nes no serán los elementos de más peso en la futura sentencia. Las periciales, de perfil eminenteme­nte técnico, además de algunas testifical­es, se antojan más decisivas para la suerte de los acusados, especialme­nte la de Cortabitar­te por su responsabi­lidad en la seguridad del tramo de Angrois, donde se dejaron la vida 80 viajeros.

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// EP El exjefe de seguridad de Adif Andrés Cortabitar­te y el maquinista Francisco José Garzón (detrás), en el juicio

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