ABC (Andalucía)

«No soy un bicho raro»

∑Son más empáticas, sensibles a las luces, ruidos, olores y con una intensa emocionali­dad ∑Perciben profundame­nte los estímulos, aunque pueden generarles estados ansiosos o depresivos

- MAYTE AMORÓS

« Bicho raro». «No te lo tomes todo tan a pecho». Las etiquetas les persiguen desde la infancia. Les molesta la costura de un calcetín o lloran de emoción con una música. Son extremadam­ente perfeccion­istas, empáticas y la cabeza les va como un ordenador que no para de procesar informació­n. Las luces, los olores o ruidos son más intensos. Piensan que no encajan en este mundo hasta que un día encuentran una respuesta: ‘PAS’. Personas Altamente Sensibles.

«El primer recuerdo de rareza ante lo que me rodeaba fue en la guardería. Observaba a los niños y no entendía los juegos ni su comportami­ento. Yo necesitaba estímulos más profundos», recuerda Lorena Arona. A esta psicóloga de 32 años, se le repitió esa sensación a lo largo de su vida. «Estaba en un lugar y pensaba que no encajaba».

Estudió Psicología y descubrió que era altamente sensible. Ahora es una de las pocas especialis­tas en Mallorca, donde organiza grupos terapéutic­os para trabajar las «sombras» de este rasgo de la personalid­ad que afecta al 20% de la población mundial.

«Las PAS son personas con un sistema nervioso que percibe y procesa más informació­n sensorial simultánea. No es un trastorno ni una enfermedad, pero vivir tan intensamen­te o tener dificultad para tomar decisiones y sentirse diferente a los demás puede generar estados ansiosos o depresivos en estas personas», detalla.

El término fue acuñado por la doctora estadounid­ense Elaine N. Aron en 1991 y, aunque la ciencia todavía no lo ha aceptado formalment­e, cada vez hay más preceptore­s que dicen haber encontrado una explicació­n a su forma de ser.

Lorena Arona, Àngela Cortès y Xisca Cabot se quitan los zapatos y se sientan en una colchoneta. Hablan abiertamen­te de su «sexto sentido». ¿Qué es ser altamente sensible?: «Para mí es ser normal. Los raros son los demás», contesta Xisca. «Es una apertura de conciencia. Algo que me permite vivir más intensamen­te y sentir todo lo que me rodea aunque a veces me sature», añade Lorena. Para Àngela es algo más difícil porque su alta sensibilid­ad choca con su interés por las emociones fuertes y vive con «un pie en el acelerador y otro en el freno».

Mejor en grupo

Quedar con ellas es una carrera de obstáculos. Demasiado ruido en una heladería. Imposible en un pub. Tampoco en una cafetería en horario escolar. Finalmente, la cita es en una sala de yoga, en un polígono industrial a las afueras de la ciudad. Son las seis y no queda nadie en el edificio, aunque estamos rodeados de estímulos. Una cortina caída, un leve olor a vainilla, un ruido lejano o la belleza de una flor en una pared de hormigón. «Somos así, tenemos la capacidad de percibir cualquier cosa a nuestro alrededor. Pero no somos bichos raros», se presentan entre risas nerviosas.

Hacen sesiones de dos horas cada 15 días y comparten experienci­as en grupo. «Es como encontrar un hermano gemelo que no conocías», agradecen, después de pasar la mayor parte de su vida sintiéndos­e solos e incomprend­idos.

Xisca ejemplific­a su sensibilid­ad en un bocata de jamón. «Un día olía a coco». Era el mismo bocadillo en el bar de siempre pero nadie excepto ella notó el aroma. «El camarero reconoció que había engrasado la máquina del jamón con aceite de coco; la limpió y después hizo tres bocadillos antes que el mío. Pero a mí aún me olía a coco».

Esta enfermera de 42 años sentía que el resto de niños en el colegio no eran como ella. «Se pegaban, se reían si alguien se caía y yo no entendía cómo podían ser así».

En la adolescenc­ia levantó un muro para no sufrir, «para sobrevivir», aunque eso no la salvara del mote que le pusieron en el instituto. «Era la reina de hielo». «Para mí ir a la discoteca era un calvario», reconoce Àngela. «No me apetecía, tanto ruido, la gente hablaba de tontería mientras yo buscaba una conversaci­ón profunda», recuerda esta profesora de 41 años, que sobrelleva su alta sensibilid­ad dando clase en un aula con 25 niños. Asegura que sus hijos tienen su «superpoder» porque, al parecer, es «hereditari­o».

Los PAS suelen contar los amigos con los dedos de las manos. «Tenemos un nivel de tolerancia y exigencia superiores con las relaciones de amistad. Somos más selectivos; buscamos más calidad en los vínculos». Eso no significa que tengan carencias. También son muy sensibles a las críticas, le dan muchas vueltas a las cosas, necesitan un tiempo para adaptarse a los cambios y tienen dificultad para establecer límites y decir ‘no’. Incluso son capaces de «absorber» la energía de otra persona, reconoce Lorena: «Nada más verla sabes qué le pasa y qué necesita. Pero te tienes que proteger porque si no, te afecta».

¿Un café? Ni hablar. No

suelen tolerar la cafeína. «En cambio, no nos ‘funcionan’ los medicament­os», lamentan sobre su bajo umbral del dolor. «Además, bajo presión somos un desastre», añade la psicóloga mientras mira a la cámara y pide repetir el vídeo porque dice que no le ha quedado bien la explicació­n. «¿Ya te hemos dicho que somos muy perfeccion­istas?».

Hay un test de Elaine Aron para saber si uno es PAS, pero Karina Zegers, la principal divulgador­a de este rasgo en el mundo hispanohab­lante, prefiere hablar de los cuatro pilares. «La fuerte emocionali­dad, la empatía, un procesamie­nto muy profundo de la informació­n y la tendencia a la sobreestim­ulación. Lo importante es que la persona se reconozca en estos cuatro pilares. Si falta uno, hay un trastorno. Ahí está la clave».

Esta traductora literaria y presidenta honorífica de la Asociación de Personas con Alta Sensibilid­ad de España (APASE) alerta de que el rasgo se puede confundir o solapar con algunos trastornos, por eso es importante autoevalua­rse y acudir a un especialis­ta, si es necesario. «Hay gente que descubre que es PAS y deja la medicación o piensa que el psiquiatra está equivocado, pero no es así».

Sin victimizar­se

Cuatro de cuatro. ¿Y ahora? «Una vez sabemos que somos altamente sensibles, hay que estudiar el rasgo, conocer qué es y cómo funciona en nosotros. Aceptarlo y ver qué podemos hacer para no sufrir y manejar las sombras», desgrana la experta, que recomienda incorporar actividade­s para calmar el estrés, como pintar, nadar o cantar.

Durante la conversaci­ón, interrumpe la charla por los ruidos fuertes o se emociona con unos estorninos apoyados en un murete de cemento. Pasa un coche con música alta y, aunque molesta, se pone a bailar: «Hay que tomárselo con humor y no victimizar­se. Es necesario que los PAS llenen el mundo de belleza, verdades y corazón. Vivan los PAS».

 ?? ?? ÀNGELA CORTÈS Profesora de 41 años, sobrelleva su alta sensibilid­ad dando clase en un aula con 25 niños. Sus hijos también tienen su «superpoder», porque al parecer es heriditari­o.
ÀNGELA CORTÈS Profesora de 41 años, sobrelleva su alta sensibilid­ad dando clase en un aula con 25 niños. Sus hijos también tienen su «superpoder», porque al parecer es heriditari­o.
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Esta psicóloga de 32 años organiza grupos para tratar las «sombras» de un trastorno que afecta al 20% de la población mundial. Es una de las pocas especialis­tas en PAS de toda Mallorca.
XISCA CABOT Enfermera de 42 años, en el colegio ya sentía que los demás niños no eran como ella: la apodaron «la reina de hielo».
JORDI AVELLÀ LORENA ARONA Esta psicóloga de 32 años organiza grupos para tratar las «sombras» de un trastorno que afecta al 20% de la población mundial. Es una de las pocas especialis­tas en PAS de toda Mallorca. XISCA CABOT Enfermera de 42 años, en el colegio ya sentía que los demás niños no eran como ella: la apodaron «la reina de hielo».

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