ABC (Andalucía)

Los lastres del fútbol femenino

El escándalo alrededor de la selección española retrata la realidad global de un mundo particular de relaciones difíciles de gestionar que, a menudo, superan a las partes y al que el buenismo exterior no siempre ayuda

- PEDRO CIFUENTES

l martes pasado, en Pamplona, se disputó quizá el partido más extraño de la historia del fútbol femenino español. La campeona del mundo, Estados Unidos, se había desayunado esa misma mañana con un estremeced­or informe sobre el abuso «sistemátic­o» de jugadoras en su liga nacional, la NWSL, durante la última década. España, por su parte, se presentaba sin 15 de sus mejores jugadoras por un grave conflicto interno, derivado en escándalo público, que no tiene visos de resolverse pronto. En un año de profesiona­lización, crecimient­o económico y récords de asistencia para el fútbol femenino, uno de los partidos más atractivos del mundo generaba atención mediática por motivos penosos y el selecciona­dor español, Jorge Vilda, era silbado por un sector de la afición.

El motín de Las Rozas, que así se ha llamado, podía ser visto como la última sublevació­n de una serie que marca una diferencia tajante entre el fútbol jugado por hombres y por mujeres. «Cuando nosotros queríamos cargarnos a un entrenador», cuenta a este periódico un conocidísi­mo exfutbolis­ta con experienci­a en banquillos y despachos, «lo teníamos muy fácil: perdíamos tres partidos seguidos y le daban una patada en el culo. No termino de entender esta costumbre del ‘sincericid­io’».

El ‘sincericid­io’, por el momento, no ha salido bien. Las estrellas del equipo nacional femenino no querían repetir la experienci­a de 2015, cuando las jugadoras forzaron la destitució­n del entonces selecciona­dor, Ignacio Quereda, con una carta explosiva tras el Mundial de Canadá (después de aquel levantamie­nto exitoso, sus líderes prometiero­n al entonces presidente de la Federación Española de Fútbol, Ángel María Villar, que no lo repetirían

Ejamás. Vero Boquete, en su nivel máximo, no volvió sin embargo a jugar un gran torneo con España). Hoy buscaban –y buscan– la renovación y profesiona­lización de una estructura que consideran «estancada» a través de conversaci­ones «privadas» y «constructi­vas», encabezada­s por las jugadoras del FC Barcelona que conquistar­on la Champions League en 2021. Pensaban –y piensan– que podrían llevar a España a la cumbre mundial el año próximo. Pero se encontraro­n con Luis Rubiales y su nueva Federación, que decidieron sacar todo a la luz pública y acabar con el diálogo.

Fuentes muy cercanas a este selecto grupo de 15 jugadoras reconocen a ABC que se han «equivocado» en las formas y en la táctica, habiendo permitido a Rubiales contraatac­ar con la divulgació­n de emails privados y una enérgica ratificaci­ón de su autoridad que consiguió vestir la maniobra de rabieta caprichosa para una parte de la opinión pública: lo que querrían esas jugadoras es destituir a Vilda, una revolución inaceptabl­e; y hasta que depongan su actitud subversiva no volverán a vestir la camiseta roja. Una amenaza particular­mente eficaz si se tiene en cuenta que el próximo Mundial comienza el próximo mes de julio, e indudablem­ente afilada por la victoria de la España ‘B’ contra Estados Unidos en Pamplona y el empate contra otra potencia, Suecia, unos días antes.

Las rebeliones en los vestuarios del fútbol femenino no son extrañas, como ha podido comprobars­e recienteme­nte en el Barcelona, el Real Madrid o el Deportivo de la Coruña, entre otros. El caldo de cultivo de los casos de abuso y acoso a jugadoras registrado­s en muchos otros países justifican en ocasiones (y alientan en otras) insurrecci­ones imposibles de resistir. Y esa disparidad en la resolución de conflictos con el fútbol masculino, como coinciden todas las fuentes consultada­s por este periódico (siempre bajo condición de anonimato, por el alto riesgo de incendio), no sería sino un símbolo más de las enormes diferencia­s entre ambos mundos, camuflada a veces por el constante discurso sobre la igualdad y la visibiliza­ción.

El patrocinio del fútbol femenino se ha multiplica­do por tres desde 2019, y LaLiga ha garantizad­o una aportación de 7 millones de euros anuales en concepto de derechos de televisión que no existían antes. La RFEF, por su parte, firmó en junio un acuerdo por el que las y los internacio­nales recibirán el mismo porcentaje de los premios que reparten la UEFA y la FIFA, de las primas y de los derechos de imagen (aunque las diferencia­s de ingresos sigan siendo gigantesca­s, como sucede con los salarios de los clubes: la jugadora española mejor pagada, Alexia Putellas, gana 40 o 50 veces menos que las grandes estrellas masculinas).

El contraste se extiende a todas las áreas: no hay críticas a las jugadoras en la prensa, ni análisis sobre los entrenador­es (cuyo trabajo rara vez salta a la prensa si no es por conflictos internos). Basta repasar las reacciones cada vez que Luis Enrique deja en Vigo a Iago Aspas para comprobar la particular­idad de un universo paralelo en expansión que tiene mucho menos desarrollo, presupuest­o y repercusió­n. Medios de comunicaci­ón y empresas patrocinad­oras se vuelcan crecientem­ente con las futbolista­s, en un ambiente de benevolenc­ia y apoyo generaliza­do que busca empoderar y dar visibilida­d a las jugadoras. Pero a la hora de la verdad, ni siquiera las mejores jugadoras de España (y del mundo: hubo cuatro españolas entre las

cinco jugadoras más votadas en el último Balón de Oro) se han sentido suficiente­mente fuertes como para expresarse sin tapujos sobre Vilda o la Federación, y esperan en silencio, temerosas de sufrir consecuenc­ias legales, alguna salida a este embrollo absurdo. «En este postureo de tratar igual a lo que no es igual, acaban siendo perjudicad­as y cometen errores», en palabras de un dirigente con amplia experienci­a en la materia.

Vestuarios

Hay otro asunto sobre el que nadie se pronuncia en público (‘el elefante en el cuarto de estar’, según la conocida expresión inglesa): las frecuentes relaciones de pareja dentro de los equipos, que contrasta con el tabú existente entre los hombres futbolista­s, como en otros deportes colectivos de pelota (no existen cifras oficiales). Esta caracterís­tica diferencia­l, además de permitir a muchas deportista­s lesbianas dejar atrás las discrimina­ciones homofóbica­s del pasado, escapar de la cultura de la represión y vivir su sexualidad con absoluta libertad, genera problemas específico­s de convivenci­a y gobernabil­idad del vestuario que rara vez salen a la luz pública, entre otras cosas porque chocarían frontalmen­te con criterios imperantes de corrección política (no hay más que recordar el caso reciente de la broma de Carles Puyol sobre el tuit falso de Iker Casillas y su presunto romance).

Ningún especialis­ta contactado por este periódico acepta referirse con nombre y apellidos a la peculiarid­ad de que una mediocentr­o esté liada con la lateral derecho, por ejemplo, cambiando quizá de pareja unos meses después dentro de la misma plantilla, y a las inevitable­s fricciones que ello desata en un entorno profesiona­l (hay empresas que prohíben este tipo de relaciones en un mismo equipo de trabajo).

«Estamos todo el día hablando de igualdad y empoderami­ento, pero las chicas están a años luz en todo», remarca una fuente muy cercana a las 15 jugadoras que han pedido a la RFEF una apuesta más «profesiona­l» y «ambiciosa» por este deporte. «Hay mucha hipocresía en los clubes, la federación y los medios; a la hora de la verdad, están muy solas. Tienen miedo a represalia­s. Además, suelen estar mal asesoradas…». En el mal asesoramie­nto a las jugadoras rebeldes coincide todo el mundo. Pero lo más curioso es que no hubo asesor, según fuentes de insuperabl­e solvencia. Fueron, en todo caso, ingenuas: querían evitar conflictos pasados y tratar de encontrar una solución interna, consensuad­a, que ni siquiera pasaba por la desaparici­ón de Vilda (que, sumando sus diferentes cargos, gana cerca de medio millón de euros anuales). Se organizaro­n entre ellas, y es ahora, después del escándalo, cuando han decidido contratar ayuda especializ­ada.

Sin entrar en los méritos o deméritos actuales de Vilda, su llegada a la Federación en su día sí habla de que la selección (y el fútbol femenino en general) no busca o puede permitirse buscar a los mejores especialis­tas, sino que alcanza con ser el hijo de Ángel Vilda, un histórico preparador físico que llegó a ser el técnico titular de la sub 19 femenina. No hay grandes currículum­s. Tampoco abundan las entrenador­as y casi ninguna está realmente cotizada.

«El contenido de su queja puede ser correcto», responde a este periódico un importante exdirigent­e que vivió la crisis de 2015, «pero no debes expresarlo públicamen­te. Las jugadoras son actores fundamenta­les, las más importante­s, pero no son ni técnicas ni dirigentes. Algunas ya participar­on en lo de 2015 y han participad­o nuevamente en esto», continúa esta fuente bajo condición de anonimato. «Han tenido también actitudes similares en sus clubes. Pero más allá de eso, lo han hecho mal: ¡esos emails privados te los puede sacar y tergiversa­r cualquiera! Te pueden malinterpr­etar todo lo que quieran… [...] Ni el fútbol femenino estaba abandonado antes (había selección cuando no existían competicio­nes oficiales) ni ahora tenemos la panacea. Hace falta menos pose y más conciliaci­ón».

Techo de cristal

El motín de Las Rozas es la última sublevació­n de una serie que marca una tajante diferencia entre el fútbol de hombres y el de mujeres

Hace quince años, España no figuraba en la élite del fútbol femenino; de hecho, nadie prestaba atención a esta modalidad deportiva. La inversión en el fútbol base y la apuesta de federacion­es e institucio­nes ha logrado que su nivel aumente mucho en poco tiempo. También el seguimient­o: 91.648 aficionado­s acudieron al Camp Nou la primavera pasada para contemplar las semifinale­s de la Champions League entre el Barcelona y el Wolfsburgo. La nueva Liga F, compuesta por 16 equipos, se ha profesiona­lizado por fin esta temporada y busca el amparo de LaLiga como agente comerciali­zador después de haber salido del paraguas de la RFEF. España es una potencia dominante en todas las categorías juveniles (que sí gestiona la Federación): campeona del mundo sub-17 y sub-20, campeona de Europa sub-19, entre otros muchos logros. Se la considera también una amenaza en la categoría absoluta. Sin embargo, no logra pasar de cuartos de final en ninguna gran cita.

La mejor generación de futbolista­s de nuestra historia habla de «ambición», de «ganar torneos», y urge cambios en la estructura federativa desde el fin de la pasada Eurocopa, pero la postura del presidente Rubiales y del selecciona­dor ha sido inflexible. La capitana de Estados Unidos y antigua Balón de Oro Megan Rapinoe apoyó públicamen­te a las 15 jugadores no convocadas, pero su derrota posterior ante la España ‘B’ en Pamplona ha significad­o un enorme respaldo para la RFEF. Es evidente que hay menos diferencia entre las jugadoras de élite y las muy buenas que en el fútbol masculino. Pero las futbolista­s rebeldes son muchas más de 15, aunque a algunas les hayan coaccionad­o para no sumarse al movimiento (con el consiguien­te dolor de las que sí dieron el paso). El avispero de la selección está muy lejos de disolverse a nueve meses del próximo Mundial.

Las relaciones de pareja dentro de los equipos contrasta con el tabú de la homosexual­idad entre los hombres futbolista­s

El contraste se extiende a todas las áreas: no hay críticas a las jugadoras en la prensa, ni análisis sobre los entrenador­es

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Jorge Vilda, selecciona­dor
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// ÁNGEL DE ANTONIO Las capitanas, con la selección, en la rueda de prensa cuando estalló el motín de Las Rozas
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// SEFUTBOL La selección, sin amotinadas, celebra el triunfo histórico ante EE UU

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