ABC (Andalucía)

«Cuando te dicen que sí, piensas que a alguien le va a tocar la lotería»

- ANTONIO R. VEGA

ada donación es una exhibición de músculo organizati­vo. El éxito del trasplante depende de la rapidez con que se realiza. De ahí que todas las piezas tengan que encajar a la perfección como las entrañas de un reloj. Y todas son todas: los profesiona­les que transporta­n los órganos, los encargados de preservarl­os en buen estado, los cirujanos que los extraen y luego los implantan, el ejército de especialis­tas (hematólogo­s, anestesist­as, cardiólogo­s, nefrólogos o neumólogos), enfermeros y auxiliares dedicados a llamar a los pacientes, a buscar al candidato más idóneo, a hacer analíticas, a acompañarl­os en un proceso tan delicado. Miembros imprescind­ibles de este complejo y bien engrasado dispositiv­o son los coordinado­res de los trasplante­s: enfermeros y médicos intensivis­tas que están en permanente contacto con la Organizaci­ón Nacional de Trasplante­s (ONT), entrenados para localizar a potenciale­s donantes, hablar con sus familias en el duro tránsito hacia el duelo, escoger las palabras correctas y captar órganos para que la vida se abra paso otra vez. Todo ello sin perder de vista el tiempo, que corre en su contra. María Pacheco lleva cinco años desempeñan­do esta labor en el Virgen

Cdel Rocío de Sevilla, el mayor hospital del Servicio Andaluz de Salud (SAS).

«Nosotros entramos en acción cuando el posible donante ha fallecido o irremediab­lemente va a morir. El servicio donde éste se encuentra nos llama y preguntamo­s a sus familias si en vida se había manifestad­o en contra de la donación. Se nos forma para acercarnos a ellas en el peor momento de su vida», relata. ¿Hace falta estar hecho de una pasta especial para este trabajo? «Ciertas personalid­ades son esenciales, pero todo se entrena. Hay momentos emocionalm­ente muy duros en los que tiemblas y la compasión te sale de forma espontánea. La experienci­a y creer en lo que estás haciendo son importante­s. Tienes que transmitir a los familiares que vienes a ayudarlos, no a causarles más dolor. Cuando te dicen que sí sales de la habitación con la sensación de que a otras personas les va a tocar la lotería», señala haciendo esfuerzos por atar en corto la emoción.

«Si en vida dijo que no quería donar, eso es difícil de rebatir. Hay quien da un ‘no’ rotundo y hay que respetarlo. A veces actúan así por enfado con el sistema, desconocim­iento o falta de preparació­n. Estos ‘no’ pueden ser reconverti­bles. Les damos nuestro teléfono. Otras familias tienen clara la donación y la conversaci­ón gira en torno al procedimie­nto. Hay quienes incluso toman la iniciativa y la piden, sin esperar a que se les ofrezca. Es algo novedoso», destaca esta enfermera. Sólo entre el 10 y el 13 por ciento rechazan la donación. El porcentaje de negativas era el doble en el año 2000. Los andaluces se sitúan entre los más altruistas de Europa.

Ser donante es un derecho, no una obligación, aunque suele funcionar como terapia. Las familias sobrelleva­n mejor la pérdida. Les consuela saber que sus órganos sirven para curar a alguien. Por su experienci­a en la UCI, Pacheco ha tratado a multitud de enfermos moribundos y familiares. «Una vez me entrevista­ron en la Universida­d de Granada y conté que tuve la desgracia de que mi padre, que trabajaba en el Virgen del Rocío, no falleciera en un hospital público. Si hubiera podido elegir, habría preferido que lo hiciera en uno. Es una forma más humana de morir», afirma.

Enfermera coordinado­ra de trasplante­s en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla

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// ABC Equipo de coordinaci­ón de trasplante del Virgen del Rocío. María Pacheco, a la derecha
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