ABC (Andalucía)

El abucheo

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ÁNGEL ANTONIO HERRERA

El abucheo, por frecuentad­o, es, ya, algo así como la Nochevieja del medio cabreo, pero todos los días

TUVO Sánchez abucheos la otra mañana mientras el Rey tiraba del talento de la espera, dentro de un Rolls. El talento de esperar no es un talento de Reyes, pero los nuestros lo tuvieron. Me interesan, sin embargo, las afueras del Rolls, o sea, el abucheo, que viene a ser el insulto en día de fiesta.

El abucheo es el cumpleaños del cabreo. El abucheo suele hacerse desde el gentío, con lo que casi puedes decir lo que quieras, porque un gentío es un anonimato. Pero el abucheo viene perdiendo pegada, porque va en auge. Un día se abuchea a Pedro Sánchez, al día siguiente se abuchea a Ayuso, y después a Irene Montero, con lo que el abucheo está muy de moda, pero eso mismo le resta dinamita, y casi el abucheo, así, es un modo de entretener la soledad de un jerifalte en un podio. No incordia, acompaña. Hay que administra­r el abucheo. Porque la repetición, toda repetición, desnuda de sentido a un halago, o a un improperio, y hasta el taco, con todo su sólido veneno dentro, queda en término de aguado sonsonete si vas y lo dices cuatro o cinco veces seguidas.

En lugar de tirarle, con el taco, un martillo verbal a la cabeza de alguien, le estás preparando un estribillo. A Sánchez le soltaron el abucheo, pero Sánchez siguió ese paso de sedosa chulería que le copia a Obama, cuando hay cámaras, o estrena vaqueros. El abucheo es, ya, tan usual, que no provoca un respingo sino que afina el compás del zigzag de un paseo. Podría servirnos también, por avalar la tesis, Díaz Ayuso, a la que acaban de abuchear por ahí, pero ella no aprieta el gesto sino que pone enseguida embeleso de Heidi. Irene Montero pasa del abucheo, obviamente, porque España es facha. Sobran ejemplos. Yo creo que librarse del abucheo sólo se libra Rafa Nadal. Nadal, de momento.

El abucheo, por frecuentad­o, es, ya, algo así como la Nochevieja del medio cabreo, pero todos los días. Sirve, el abucheo, para decorar una noticia en los telediario­s. Pero poco más. No es el abucheo lo que era. Llegó al arte de la mala leche de cortesía.

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