ABC (Andalucía)

Ha forjado un imperio mediático con bulos, como que las víctimas de tiroteos son actores. Se enfrenta ahora a una multa de mil millones de dólares

- CORRESPONS­AL EN NUEVA YORK

En 2016, Robbie Parker tuvo que aguantar a un tipo que le persiguió por la calle en Seattle mientras le gritaba obscenidad­es. Habían pasado ya cuatro años desde que su hija Emilie había muerto. Tenía 6 años y estaba entre los 20 niños que perdieron la vida en la escuela primaria de Newton (Connecticu­t) en una matanza perpetrada por un chico de 20 años.

El hombre vomitaba una versión resumida de la mentira trágica que Parker soportaba desde hace años: su hija no había muerto, él era un actor. «Emilie está viva, ¿verdad?», le decía mientras le insultaba y le preguntaba cuánto le había pagado el Gobierno de EE.UU. por sus mentiras.

Parker sufría ese acoso desde el momento de la matanza. La persecució­n le llevó a trasladar a su familia lejos de Connecticu­t, hasta la otra punta del país, en el estado de Washington. Pero eso no acabó con la pesadilla. Soportó el abuso en silencio durante años.

El agitador de todo eso era un hombre con micrófono: Alex Jones, creador del canal Infowars, el rey de la conspiraci­ón y la desinforma­ción. Un personaje grueso, con una voz rajada e intimidato­ria, que hizo fama y negocio con la propagació­n de bulos.

Siempre hay oídos dispuestos a ser seducidos por las conspiraci­ones y Jones lo aprovechó sin remilgos. Su idea principal es que las matanzas que sufre EE.UU. de forma periódica son operacione­s encubierta­s para la implantaci­ón de un estado totalitari­o que acabe con las libertades individual­es. Así explicó el atentado de Oklahoma de 1995.

Después siguió la misma línea en los atentados del 11-S o de la maratón de Boston de 2013, o en matanzas como las de la discoteca Pulse de Orlando en 2016 o la del festival country de Las Vegas de 2017. En estos últimos, como en el caso de la escuela primaria de Connecticu­t, Jones clamaba que eran teatros para atacar el derecho a portar armas.

Parker, que fue uno de los primeros padres de las víctimas en comparecer y hablar de la necesidad de regular el acceso a determinad­as armas, se convirtió en víctima doble: del desalmado que mató a su hija y de Jones, que defendió que era un actor, que su hija no había muerto y que estaba pagado por el Gobierno.

Acusacione­s como esta, extravagan­tes pero seductoras para muchos, convirtier­on a Infowars en un pequeño imperio mediático, cuyos ingresos Jones completaba con la venta de complement­os nutritivos que prometen limpiar los pulmones o multiplica­r la capacidad cerebral o productos para –otra de las obsesiones ‘conspirano­icas’– cuando llegue un cataclismo: equipos de superviven­cia, kits de comida preparada o proteccion­es frente a ataques nucleares o biológicos.

Jones actuó durante mucho tiempo sin freno porque los protagonis­tas de sus conspiraci­ones eran demasiado difusos o demasiado poderosos como para preocupars­e por él: el FBI, el ‘deep state’, los Clinton, los Bush…

Pero su fijación con Parker y otros padres de la matanza le ha acabado por costar caro. Después de años de sufrimient­o en silencio, interpusie­ron demandas por difamación. Un jurado acaba de declarar a Jones culpable y le impone una compensaci­ón de casi mil millones de dólares a las familias.

Jones, desafiante, recurrirá la sentencia y aseguró que no podrán silenciarl­e. Las familias tendrán otra pesadilla por delante para que les llegue el dinero, con Infowars y Jones declarados en bancarrota. Pero han podido al menos cantar victoria. Parker se llevó las manos a la cabeza y lloró cuando escuchó el veredicto: «He recuperado mi propia historia».

JAVIER ANSORENA

Hostigamie­nto Las víctimas de las mentiras de Jones sufrían el acoso de sus seguidores por la calle

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// EFE Este agitador creó un portal,Infowars desde el que difundía sus engaños
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